Ese otro lugar donde morar hasta el final

Una semana atrás, el jueves 25 de febrero de 2021, mi vida no quiso pero tuvo que cambiar. De ser hijo pasé a un desorientado estado en el que ya no me podía llamar como tal, perdiendo sin esperarlo todo lo que había constituido mi referencia ancestral. Hace treinta y un años que mi padre falleció, dejando a su esposa como guardiana plenipotenciaria de una raíz familiar que, como a cualquiera le viene a pasar, marcó con indeleble signo maternal toda mi personalidad.

La vida enfoca su luminoso haz hacia adelante y vivirla obliga a no mirar atrás. Por ello, no me voy a reprochar todo lo que no le supe decir y elegí callar. No me voy a reprochar aquellos abrazos y besos que me costaba dar. No me voy a reprochar el no haberla visitado más. No me voy a reprochar mi incapacidad de aceptar su emocional idiosincrasia, tan dispar a la mía por racional. No me voy a reprochar aquello que me pidió casi al final y no quise enmendar. No me voy a reprochar, en fin, todo lo que ya no puedo remediar. Ser hijo es y será recibir más que entregar, en una cadena paterno-filial que nunca se equilibrará e irá descabalgada siempre en un eslabón por detrás.

Voy a cumplir sesenta años, pero hoy mi rejuvenecido corazón tiene cada uno de aquellos en los que ser hijo se constituyó en señal troncal de mi identidad. Identidad filial ya perdida y que ahora deberá buscar ese otro lugar donde morar hasta el final.

Que Berta, mi querida madre, descanse en paz…

¿Quién fue Maradona…?

El 29/10/2011 aquí escribí… “¿Quién fue Simoncelli…?”, a propósito de su fallecimiento y de lo que sobre él publicaron los medios de comunicación mundial? El pasado 25/11/2020 murió Maradona y lo dicho con anterioridad sirve para la actualidad.

Pero además, el caso de Maradona, por su inigualable trascendencia universal, se constituye como el mejor ejemplo de esa otra pandemia de lo irracional llamada “Hipocresía Social”, que es interesada y no trata a todos por igual (“La igualdad de oportunidades: un eufemismo social”).

¿Justifica un talento o una habilidad (por extraordinarios que estos sean) todo lo demás…? ¿Hay alguna razón para silenciar los desmanes de una vida pública contraria a lo que, con rigor y sin excepción, exigimos a los demás…? ¿Los demás somos o no merecedores de un trato igual…?

¿No es el ejemplo la mejor forma de autoridad moral…? y ¿no es la autoridad moral una de las características indisociables a la popularidad, para bien o para mal…?

¿Quién fue Maradona…? La respuesta está en la conciencia de cada cual…

3.000 entradas…

El pasado día 3 de este mismo enero publique la entrada número 3.000 en “El Blog Personal de Alonso-BUSINESS COACHING“, cifra muy superior a la soñada por las animosas expectativas con las que lo inicié el 17 de febrero de 2009 y que ahora, diez años más tarde, constata a LA PERSEVERANCIA como mi laica religión. Perseverancia que también agradezco a quienes en algún momento u otro lo han seguido con interés, prometiendoles continuar hasta allí donde llegue mi disponibilidad e ilusión…

Antonio J. Alonso Sampedro

¡Hasta luego!… por cuarta ocasión

En esta última etapa, tras dos años de semanal publicación, de nuevo otros proyectos literarios requerirán toda mi atención por lo que este Blog aplazará temporalmente mis escritos categorizados como… “Coach-tiones”, aunque seguirá defendiendo y fomentando diariamente la búsqueda del Desarrollo Personal en… “Re-flexiones/temáticas”, la pasarela de aforismos que ofrece presencia y voz a los grandes pensadores de nuestra civilización. Estoy convencido de que su meditada lectura y si cabe su personal aplicación, te podrán hacer mejor…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

La comodidad en el vestir no siempre es lo más profesional

Así comienzo… por el final. El final de una reflexión que tiene por conclusión la discutida declaración de este título, que yo defiendo desde siempre y del que soy consciente no cuenta con el favor de la sociedad actual. Voy a repetirme pero… ¡a donde vamos a llegar!

En primer lugar parece obvio que, en asuntos de vestir, cada oficio debería contar con sus propias señas de identidad acomodadas a la idiosincrasia de su actividad, favoreciendo así tanto la ejecución como la identificación de cada colectivo profesional. Por tanto, no sería apropiado el vestir igual un aparejador supervisando el avance de una obra que un abogado defendiendo una causa ante el tribunal. Hasta aquí mi consideración hacia la eficiente adecuación indumentaria de cada profesión a su labor, como es natural.

Ahora bien, lo de ahora no es esto, sino indolencia, zangolotinismo y despreocupación en ese vestir amparado por una compartida y defendida comodidad de bar que duele a la vista de quien la tiene que contemplar. Cuando una sociedad se perdona sin meditar es cuando vuelve a pecar. Y esto es lo que ocurre hoy, que unos por otros se disculpan y reafirman en propiciar el egoísmo de presentarse ante los demás como de fin de semana en su casa particular. Adoradores de un patrón estético basado en la improvisación y la fealdad como reivindicación de su poder de decisión personal ante las antiguas normas del decoro en la sociedad.

Y a todo esto ha contribuido mucho la irrupción de una tribu profesional que desde hace un par de décadas se vanagloria de presentar al mundo sus avances tecnológicos en chanclas, bermudas y con el flequillo por peinar. Los cachorros de la industria de las tecnologías electrónicas no visten sino que se tapan y nada más. Orgullosos de ser diferentes y de condenar el traje o la americana como culpables moribundos de lo formal, entre ellos se miran y no descubren nada anormal, pero cuando salen a la calle a mi me parecen despistados veraneantes de aquellos que poblaban los chistes setenteros del mal gusto y la horterada más internacional.

No nos equivoquemos: a lo largo de la historia de la humanidad, para el hombre y la mujer, vestir adecuadamente nunca ha sido cómodo ni nunca lo será. La imagen apropiada siempre pide un esfuerzo que algunos pagamos en la seguridad de que su retorno lo compensará. En bastantes profesiones (sobre todo del sector servicios), corbatas para unos y tacones moderados para otras (además de lo demás) han sido señas de identidad aceptadas de buen grado por los que miran y por los que se dejan mirar. Es verdad que los países que más han cuidado el vestuario profesional han tenido una fresca climatología que ayudaba a incorporar una serie de prendas que en las zonas calurosas son más difíciles de llevar, pero aun con esto, los italianos por ejemplo lo saben soportar (son profesionales de la imagen y así de bien les va). En cambio, otros pueblos vecinos solo queremos bañadores con camisetas de tirantes y sandalias sin abrochar para ir a trabajar.

Y una pregunta para finalizar: ¿qué razón podría explicar el tener que asumir lo incómodo en el vestir cuando ahora se admite la tentadora y generalizada comodidad? Pues simplemente la consideración hacia los demás, la misma que pedimos para nosotros al observar. Un asunto de respeto estético que hoy se ha perdido y desconozco si algún día se encontrará.

La civilización humana ha transitado desde el taparrabos hasta el traje formal para ahora involucionar hacia un desolador futuro protagonizado por el feísmo profesional integral, eso sí, con adolescente patente de comodidad…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

Ningunear

Cuando hace algunas semanas leía que Giovanni Mongiano, un veterano actor italiano de 65 años y 45 de ejercicio profesional, quiso representar íntegro su monólogo de 80 minutos ante un teatro completamente vacío al no haberse vendido ninguna entrada, supe que le debía un artículo que quizás a muchas otras víctimas del ninguneo también les pueda interesar.

Sin duda, el caso de Mongiano pueda parecer un tanto singular por su teatralidad, pero en esencia explica mucho de lo que a todos nos ocurre en la vida normal y es ya costumbre social: el ninguneo como deporte nacional o incluso internacional.

Ningunear no es menos ni más que la acción de menospreciar a otra persona a partir de una indiferencia que lleva a la desconsideración total de lo que nos quiere proponer y tratar. Y para ejemplo de esto y que a todos nos pueda tocar, algo que en la actualidad es tan habitual: el no contestar.

El no contestar se ha convertido hoy en el santo y seña del ninguneo más informal. No responder a cualquier tipo de comunicación (claro, que sea seria y cabal) es el peor desprecio que se pueda dar. Incluso mayor al insulto, la burla o la ofensa pues estas trasladan la insolencia de quien quiere disputar mientras que el silencio, la cobardía de su falta de personalidad. No contestar es una manera equívoca y medrosa de evitar el mal trago de manifestar un no, creyendo así con ello preservar la propia imagen y no incomodar al interlocutor. Interlocutor que, no nos equivoquemos, siempre recibirá el silencio como la peor señal de subestimación personal.

Hasta tal punto se ha llegado a generalizar el ninguneo del silencio comunicacional que, incluso en asuntos comerciales, da lo mismo que seas vendedor o comprador a la hora de conseguir una contestación: todo lo que viene a importunar se oculta en el cajón de esas gestiones mudas, que están logrando llenar este mundo de la más desesperante informalidad.

En la próxima ocasión que me pretendan ningunear me acordaré de Giovanni Mongiano, el actor que se supo reivindicar…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

La “Midorexia”

Dicen que los 40 son ahora… los nuevos joviales 20, los 50… los dinámicos 30, los 60… los interesantes 40 y los 70… los atractivos 50. Veinte años ganados a unas contemporáneas vidas cuyo carácter no tanto debería ser biológico (que lo es) como cabal, algo todavía por demostrar. Y esto, ¿para bien o para mal…?

Para bien porque afrontar la segunda parte de nuestra biografía con posibilidades y aspiraciones de desarrollo personal es la mejor terapia para retrasar la vejez y vivir más. Para mal porque, muy a pesar de la publicidad, no siempre seguir el modelo juvenil es lo que corresponde con una etapa vivencial que debería mirar más hacia la constructiva serenidad que a la atropellada búsqueda adolescente de una nueva identidad personal.

La Midorexia, esa obsesión por disfrazar la última mitad de la vida, parece que invade la actualidad de muchos de los maduros y maduras que intentan falsificar su carnet de identidad. Personas a las que la sociedad actual les ha regalado una peligrosa (por lo a veces ridícula) segunda oportunidad con patente para desvariar. Individuos que aprovechan una supuesta vitalidad primaveral conseguida por el bisturí y las nuevas costumbres de cuidado personal para replicar los gustos de sus hijos en la moda, la música, las películas y hasta en la pareja sentimental. Todo por un imposible continuar siendo jóvenes a la manera de los jóvenes, instalados en una ajena mocedad de Instagram pero sin Photoshop mental.

Además, la Midorexia no es algo que solo afecta a quien se encuentra en esa edad pues sus gustos, en forma de consumos, han generado lo que hoy se llama la economía de la longevidad, cuyos ávidos intereses comerciales están tejiendo tantas redes de sugestión comunicacional que casi con seguridad a todos los maduros nos lleguen a atrapar.

Por el momento, a menos de un par de meses para cumplir los 56, mi reciente consecución de un récord mundial (Marathon-15%) parece que me abre de par en par las puertas del reino de una Midorexia personal de manual, aunque proclamo que no las traspasaré pues no deseo revivir mi insustancial juventud y por ello hace años ya me vacuné de esta enfermedad…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

La predisposición en el amor

Si hace una semana publicaba El mapa del amor significando la gran dificultad de acertar en la elección de pareja sentimental, hace casi un año con La admiración defendía esta como condición necesaria para la continuidad de cualquier relación. Ahora queda reflexionar sobre como comenzar en el amor.

Precisamente en La admiración hacía mención a First Dates, el didáctico programa de televisión que ejerce de mejor escaparate de lo que en un primer encuentro romántico lleva casi siempre al error. Si, al error… ¿o no lo es que tras casi 4.000 participantes desde Abril-16 el balance a fecha de hoy sea solo de una boda y un embarazo? Pobre resultado si consideramos que las parejas no se establecen aleatoriamente sino buscando afinidades a partir de lo que podría ser su mapa del amor, obtenido de un completo cuestionario que les pregunta sobre características propias destacadas y ajenas deseadas que todos deben cumplimentar, claro, mejor o peor.

Entonces, ¿dónde está la explicación…? Pues sin duda en la predisposición (según el diccionario, la disposición previa al conocimiento de algo o alguien). Es evidente que, si cierto grado de predisposición positiva es necesario para el avance de cualquier comienzo de relación, lo que demuestran los comensales de First Dates es todo un alarde de salto mortal con tirabuzón en piscina vacía llevados por unos deseos irrefrenables y ciegos de encontrar el amor, de un solo disparo y apuntando adolescentemente al primero que le sienten frente a su sillón. Quizás, más que predisposición, es posible que en sus casos se trate de precipitada ansiedad desnuda de cualquier mínima valoración.

La predisposición en el amor tiene grados como la temperatura de cada estación. El invierno parece que invita a la ensimismada retracción mientras que el verano empuja a la desinhibida interacción. En esta metáfora climatológica de la vida sentimental, es posible que con el frío no encontremos el amor pero el adecuado tampoco lo hallaremos encendidos y abrasados por el calor…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

El mapa del amor

Para tres de cada cuatro individuos, que según las estadísticas son los que están por la labor de encontrar el amor, este tiene su mapa (distinto y personal) que explica muchos de los emparejamientos al igual que casi todos los desencuentros. Encajar o chocar con alguien es algo que podría anticiparse, aun a riesgo de perder así la magia de lo sentimental.

Los últimos avances científicos demuestran que el cerebro de la especie humana ha desarrollado desde tiempo inmemorial tres comportamientos relacionados con el encuentro intersexual: el impulso sexual (que nos orienta a procrear sin más), la atracción sexual (que nos anima a seleccionar con quien procrear para mejorar la especie) y el apego (que, tras la convivencia, nos vincula con alguien para dar estabilidad a la crianza de la prole). En la actualidad, el orden de estos comportamientos no necesariamente se da con la anterior secuencialidad, lo cual introduce un factor de variabilidad emocional en las relaciones humanas que las hace tan arduas de gestionar.

Pero para complicar todo aun más, han sido determinadas también cuatro tipos de personalidades sentimentales vinculadas cada una con una sustancia del organismo: La dopamina que caracteriza a los impulsivos y arriesgados, la testosterona a los pragmáticos y racionales, el estrógeno a los empáticos y protectores y la serotonina a los conservadores y rutinarios. La combinación de ellas en cada cual da lugar a 12 perfiles individuales que vienen a determinar sinergias y controversias al emparejarse, lo cual tiende a enmarañar eso que ya era tan difícil como particular.

Sin embargo, aun hay más: en esto de acertar también influyen los factores no biológicos (educación, cultura, riqueza, etc.) que añaden múltiples variantes a nuestro mapa sentimental, el que nos define como amados y amantes, el que determina nuestras compatibilidades y las de los demás.

Por consiguiente, parece claro que encontrar la media naranja se torna una misión imposible cuando todo lo confiamos a la pura intuición y casualidad, desnortando nuestra búsqueda por no utilizar nuestro mapa del amor, nuestro mapa sentimental (imaginemos que prohibimos a los turistas utilizar un mapa para guiarse en sus visitas por una gran ciudad).

No obstante todo lo anterior y pese a que yo defiendo eso del conocerse bien para mejor interactuar, también es verdad que en esto del mapa del amor estoy con Jorge Luis Borges cuando, en uno de sus cuentos, ironizó sobre la inoperatividad de los mapas de alta definición pues podían llegar a la absurda paradoja de tener que ser a escala natural…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

Lo imposible… desde el sillón

Cada vez que leo unas declaraciones de actores, cantantes, escritores, modelos o presentadores de televisión que aseguran haber triunfado sin haberlo querido, buscado o trabajado, me lleno de la indignación propia de quienes no asumimos ser tratados como unos imbéciles a la búsqueda de la mentira mayor. Pero hay muchos que si lo creen, en la ilusión de que a ellos también les pueda suceder eso del éxito sorpresivo y gratuito que otros dicen obtener sin la más mínima intención.

Voy a poner un ejemplo, en esta ocasión relacionado con el aspecto físico: hacia finales de los sesenta, cuando el cuidado personal no tenía el protagonismo ni la difusión de hoy, me asombraba la excelente apariencia atlética de un Paul Newman ya maduro que nunca confesó el secreto de su vientre ajedrezado a los medios de comunicación. Como él, tantos otros y otras celebridades eran y son aconsejados por sus asesores de imagen en el misterioso silencio, pues bien saben que lo imposible vende más que lo que se encuentra al alcance de cualquier hijo de vecino que aspire a mejorar su condición. Veamos: si Paul Newman, casi cincuentón, conservaba un físico juvenil sin buscarlo sería porque estaba tocado por un divino don, lo que le hacía único y digno de admiración. Esto, sin duda, para su imagen pública era mucho mejor que confesar la práctica disciplinada de ejercicio, lo que le convertía en mortal y cercano a cualquier imitación.

Como el anterior hay muchos ejemplos que validan la irresistible atracción de lo conseguido sin tener que embarcarse en ninguna oposición. ¿Cuántas modelos top aseguran haber sido descubiertas por la calle cuando dicen que no eran conscientes de su valor? ¿Cuántos actores taquilleros relatan que acompañaron a un amigo a un casting y fueron ellos los elegidos sin llevar esa intención? ¿Cuántos escritores de éxito afirman que todo comenzó porque un familiar, en secreto y sin autorización, mandó un borrador a un concurso literario que luego fue el premiado ganador? Todos se declaran inocentes de un supuesto pecado del orgullo y la presunción.

Es evidente que, en general, cualquier manifestación de éxito profesional o personal que no revele el duro camino recorrido hasta su obtención suele ser considerada de mayor valor al presuponer un genio oculto que para sí quisiera cualquier lector. Llegar a conseguir lo difícil desde la engañosa facilidad de la inacción vende mucho más que la verdadera explicación: nada se obtiene sin un firme propósito, una adecuada planificación y un largo esfuerzo para cumplirla sin dilación.

Una vez más podemos comprobar el cautivador poder de convicción que para casi todos tiene lo imposible si se puede conseguir sentado desde el sillón…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro