Cuidado con el Optimismo… hasta en la Constitución

Optimismo

Una vez más me propongo hablar de lo que no gusta escuchar por ser incómodo y desasosegador. De aquello que falsea la realidad lluviosa pintándola siempre de un azul cielo arrebatador. De lo que no vende por ser poco amable con los deseos que parece todos tenemos de un remedio o una solución que no implique mucha dedicación. Eso es optimismo pues lo contrario, que llamamos pesimismo, nos lleva al esfuerzo y esto parece que no, que no.

El vocablo Optimismo viene del latín “optimun” que significa “lo mejor” y fue utilizado por primera vez para definir la teoría del filósofo alemán G. W. Leibniz que, en 1.710, consideraba que el mundo en que vivimos siempre es el mejor (evidente ingenuidad que fue inmediatamente caricaturizada por Voltaire en su obra “Candide”). Desde entonces hasta hoy el término reúne a muchos adeptos de la confianza ciega en el futuro, sin más razón que su esperanza e ilusión.

El gran problema del optimismo es que se suele definir por oposición al pesimismo y viceversa, lo que genera una trampa de interpretación. Cuando la única posible elección está en identificar el vaso como medio lleno o medio vacío, cualquiera de las dos alternativas estará lejos de la realidad dado que incluye un juicio de valor y ello nos podrá llevar a error pues lo cierto es que el vaso objetivamente contiene hasta su mitad, lo que difícilmente admite discusión. Si nadie hace nada el recipiente no se llenará (lo que esperan quienes lo ven como medio lleno) ni se vaciará (lo que aguardan los que lo ven como medio vacío). El optimismo y el pesimismo analizan la realidad, no como es sino como será, lo cual incorpora el concepto dinámico de predicción, todo un reto para la razón. Pero además, la predicción implica un cierto grado de compromiso con el futuro, lo cual ya es peor.

En este día de aniversario y celebración cabría decir que optimistas fueron aquellos padres de la patria española quienes en 1.978 idearon nuestra Constitución pues, sin asumir más compromiso que el de su redacción, en ella escribieron que todos tendríamos derecho a la vivienda, al trabajo, a la salud, a la cultura y a la educación. Y por si esto no fuera suficiente y sonase a poco también apostaron por que la riqueza debería tender a su redistribución, en un colmo de positiva alucinación que hoy a tantos desheredados suena a traición. Su intención fue buena, como no, pero llevada por un optimismo que fue más cercano a lo utópico que a lo posibilitador y esto ahora para muchos caídos en desgracia no les merece ningún perdón.

Seamos sensatos, el optimismo no incorpora garantía alguna de consecución. Es más bien una actitud simpática y con buena prensa que en su moderación no perjudica, pero extremada puede llevarnos a la desorientación que luego normalmente se convierte en frustración. Pero… ¿dónde está la moderación?. Lamentablemente no contamos con ningún sistema de medición que nos indique cuando el optimismo se convierte en fantasía o alucinación, por lo que la prudencia manejada por el sentido común deberá ser para cada cual la mejor opción.

Antes de comprometerme personal y públicamente con mi reto Marathon-15% dejé a un lado cualquier tentación optimista de valoración de mis posibilidades de éxito a fin de ahorrarme todo el tiempo y el dinero que el proyecto requiere y cuya inversión mal se justifica por un golpe de corazón. Desde el comienzo hasta aun hoy desconozco si seré capaz de conseguirlo, pero lo que me anima a seguir es el progreso semanal de mis resultados amparados en mi esfuerzo y dedicación y no la esperanza de un milagro salvador. Afortunadamente para mí, la Constitución no dice nada de cómo escalar en un Maratón…

Saludos de Antonio J. Alonso

Vender tranqulidad…

Perdición

Cuando en la inmortal “Perdición” (Double Indemnity/Billy Wilder-1944), Phyllis Dietrichson (Barbara Stanwyck) pregunta a Walter Neff (Fred MacMurray) a que se dedica, este le contesta sugestivamente que vende tranquilidad: Ella al punto queda fascinada por su atractiva personalidad sin todavía adivinar que se trata de un agente de seguros en busca de una nueva oportunidad comercial.

No hay mejor manera de suscitar el interés de alguien que asegurarle su tranquilidad, ese tesoro que todos buscamos sin cesar desde nuestro nacimiento hasta el final. Ahora bien, si a alguien aprecias, no le ayudes a fracasar.

Antes de continuar quiero precisar que nunca aseguraré que es mala la tranquilidad o buena la intranquilidad sin llegarlo a matizar. La vida no se puede categorizar en simples palabras que generalicen un actuar, sobre todo cuando cada cual las entiende de manera que puede no coincidir con la de los demás.

¿Qué conseguimos al buscar la tranquilidad vivencial…?. La respuesta podemos encontrarla en el momento de la jornada que para la mayoría es de máxima serenidad: El sueño. Ese estado ajeno a la realidad en el que, al margen de alguna pesadilla, parece que nada malo nos pueda pasar. Y… ¿qué pasa en nuestra vida cuando dormimos?: Nada y nada es sinónimo de tranquilidad.

Aspirar a llevar una vida tranquila es tanto como determinar vivir sin problemas, lo que seguro nos llevará a evitarlos de la manera más eficiente que hay y es dejando de explorar nuevos caminos cuyo tránsito nos pueda incomodar, pues somos naturalmente cómodos y en muchas ocasiones yo me confieso como tal aun a mi pesar (afortunadamente no siempre… Marathon-15%).

Entonces… ¿habría que buscar la intranquilidad como estado vivencial?. Si lo preguntásemos a la pareja protagonista de Perdición con seguridad nos invitarían a visualizar la película para contestar, pues en su historia huyen de la comodidad porque tienen necesidad de salpimentar su vida aun a pesar de su desventurado final. Si me lo preguntan a mí, primero distinguiré las películas de la vida real y luego contestaré que la cuestión no se encuentra en buscar nuestro propio mal, sino siempre aquello que nos pueda beneficiar pero asumiendo la incomodidad como parte del precio que por ello debamos pagar.

La trampa de la tranquilidad limita el desarrollo de nuestra capacidad personal llevándose esto al extremo en aquellas doctrinas que proclaman la vida contemplativa como signo de evolución humana, todo un contrasentido pues para evolucionar hay que moverse e interactuar. Parar el péndulo de un reloj para evitar la molestia de su sonido regular nos lleva a empeorar la situación inicial, al quedarnos sin saber la hora por preservar el silencio y nuestra tranquilidad.

Lo paradójico de Perdición es que Barbara Stanwyck estuvo a punto de rechazar la película pues le generaba intranquilidad interpretar un papel distinto a los que acostumbraba a aceptar. Ella misma llegaría a confesar que fue el propio Billy Wilder quien la convenció al preguntar… ¿eres una actriz o un ratón?, todo lo contrario a quererle vender tranquilidad…

Saludos de Antonio J. Alonso

Todo es relativo…

Llegada a La Bola del Mundo-2014(3)

Antes de su comienzo, yo ya intuía que el recientemente finalizado mes de Agosto sería muy especial para mí. Como todos, en Segovia, compartiría estancia familiar con intensos entrenamientos para acometer, hacia finales, mi anual subida corriendo desde su Plaza Mayor hasta el Alto de Navacerrada (30 km. que llevan cerca de los 1.990 m. de altitud), aunque lo especial del próximo año (ver Marath-tiones) me animaba a intentarlo alargar por primera vez hasta la cumbre desnuda del repetidor de comunicaciones de la Bola del Mundo en el Alto de las Guarramillas (3,3 km. más con algunas rampas que llegan al 20 % para culminar a 2.265 m. de altitud, fin de etapa de algunas ediciones de la Vuelta Ciclista a España).

Llegué, lo celebré y acto seguido automáticamente lo minimicé… Los logros pierden relevancia cuando son otros mayores los que aguardan su consecución. Todo es relativo… pues esta vida, aun sin quererlo, es una pura comparación.

Este verano, mis tradicionales dos semanas en Segovia se extendieron a cuatro para aprovechar sus excelentes condiciones de entrenamiento: La semialtura de sus 1.000 m., que ejerce como incansable factoría de glóbulos rojos en búsqueda de la compensación oxigenadora. La agradable temperatura matinal en periodo estival, nunca superior a los dieciocho grados, que anima a madrugar con una desperezada sensación de activación corporal. La ausencia de humedad, que garantiza una refrigeración eficiente en el esfuerzo. La divertida orografía del terreno, en constante cambio, que alegra el ritmo cardiaco y dinamiza la musculatura de las piernas. Y por supuesto, la poética belleza de sus monumentos y paisajes, que regalan la vista del corredor invitándole a olvidar el cansancio.

A los pies del Acueducto de Segovia

Nunca he entrenado tanto y tan satisfactoriamente como en este verano del 2.014. Unos 120 km. a la semana, cuidando de descansar lo necesario y comer lo apropiado, todo para garantizarme un ascenso a la Bola del Mundo sin recurrir a la angustiosa épica del martirio torturador. Y así fue, tanto que en el último y más duro tramo de 3,3 km. ningún ciclista de los pocos atrevidos que habitualmente lo intentan pudo alcanzar la cumbre antes que yo partiendo al mismo tiempo (es sabido que en las cuestas muy pronunciadas, corredor y ciclista se igualan en oportunidades de avance). Finalmente, los 14 grados que marcaba el termómetro en la llegada a las 11:30 h. de un día soleado de Agosto prueban que la montaña siempre recibe a sus visitantes con la frescura de su alma inmortal.

Todo ello fue recogido con un interés (para mí novedosamente sorpresivo) por los medios de comunicación regionales (Radio Segovia-Cadena Ser, El Norte de Castilla, El Adelantado de Segovia…), que son capaces de convertir en celebridades fugaces a quienes aparecen en ellos aun cuando sus meritos puedan no ser nuevos, al haber estado resguardados en el anonimato anterior. Lo mismo no es lo mismo cuando es masivamente comunicado y esta realidad, agrade o no, es insoslayable y constituye una de las señas de identidad de nuestra sociedad actual. Sin duda, la fama también es algo relativo pues soy consciente de que el verano próximo, en Segovia, pocos recordarán ya lo que en este fue noticia y aconteció.

El pasado 22 de Agosto, tras alrededor de 3 h. y 30 min. de esfuerzo continuado, no pude dejar de pensar en la relatividad frugal de lo conseguido al recordar que mi actual proyecto Literario/Deportivo… “Marathon-15%”, me obligará a doblar este tiempo hasta las 7 h. y multiplicar por casi cuatro la pendiente media ascendida y sin ningún cambio de inclinación, lo que ahora me inunda desasosegadamente en un mar de dudas y temores que siendo míos también lo son propios de toda exigente meta cuyo logro ponga en jaque nuestra ambición, nos exija dedicado esfuerzo y presente nuestra vida como un incesante camino empinado de positiva superación…

Saludos de Antonio J. Alonso

Mi reconocimiento al “¿por qué?” de unos pocos

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A la pregunta de si la sociedad condiciona a las personas o son estas quienes configuran a la sociedad, lamentablemente debo responder que la ausencia habitual de una fuerte singularidad en la mayoría de los individuos determina que normalmente guie sus pasos la colectividad.

A partir de aquí soy consciente de que cada lector del párrafo anterior se reconozca como una excepción del mismo (lo que, de ser cierto, obviamente invalidaría mi teoría), considerando que su propia idiosincrasia y personalidad son lo suficientemente fuertes y definidas como para significarse incólumemente al margen de la influencia social.

Lo siento pero, mayoritariamente, nada más lejos de la realidad. Somos hijos del tiempo en que vivimos y de la región en la que habitamos, por lo que muchas de nuestras decisiones vitales están pintadas con las tonalidades propias de la tribu a la que pertenecemos y frente a la que usualmente no nos rebelamos, por más que nos consideremos de carácter especial.

Pero instalarse en esa comodidad que comporta la mansa aceptación de los planteamientos mayoritarios es una opción vital que no todos han elegido como forma de leer su presente y escribir su futuro, es decir, de gobernar su expectativa vital.

Algunos personajes señalados por la historia (o anónimos, que también los hay), han sido capaces de caminar por sendas no transitadas por los demás, aun a riesgo de su inquietante soledad. Ellos sin duda son quienes, siendo creadores de tendencias y opiniones, han contribuido al redireccionamiento de la brújula social hacia un norte de evolución y progreso que el resto del colectivo gregariamente se conforma en seguir, bien antes o bien después, pero siempre sin rechistar.

Ser miembro de ese selecto grupo de líderes es un distinguido honor que todos quisiéramos obtener y para tratar de conseguirlo solo hay que transitar por la vida siguiendo la orientación que les vino a caracterizar…

¡Nunca aceptar sin el ¿por qué? preguntar!

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

“Cultura del Esfuerzo” como Creencia de Éxito

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En estos días se han presentado ante los medios de comunicación las nuevas equipaciones que el Valencia Basket Club lucirá durante la temporada baloncestística 2011/12, que ahora comienza. En ellas y de forma muy inhabitual, se ha renunciado a incluir el nombre de cualquier patrocinador por estampar un eslogan independiente: Cultura del Esfuerzo.

En un contexto de dificultad económica como el que nos contempla, es evidente que la pérdida de ingresos publicitarios a que obliga esta decisión debe haber sido muy bien meditada, entendiendo que los presuntos beneficios producidos por el efecto de este lema impreso en las camisetas serán superiores a los fondos que se hubieran podido recabar de aceptar algún patrocinio al uso (Pamesa y Power Electronics fueron los últimos).

Desde luego, cualquiera podría albergar sus dudas sobre la conveniencia de esta decisión de no saber que detrás del Valencia Basket Club se encuentra Juan Roig, el discreto propietario de la prolífica cadena de supermercados Mercadona, todo un referente empresarial de éxito creciente desde sus inicios en los años ´80 y que posiblemente, entre otras razones, deba ser atribuido a la consolidación de esa misma Cultura del Esfuerzo como eje argumental de trabajo en su modélica organización de distribución alimentaria.

Sin duda, si hay algún ámbito en donde más sentido tiene la aplicación de la Cultura del Esfuerzo es en el deporte de competición pues, en la mayoría de ellos, a la necesaria destreza para su práctica hay que unir el esfuerzo físico para su realización.

Pero, ¿ocurre lo mismo en otros ámbitos de la vida donde el esfuerzo físico no es tan determinante…?

Para responder a esta pregunta deberíamos concretar primero el concepto de Esfuerzo desde la vertiente humana, que algunos diccionarios definen como…

El empleo de elementos costosos (físicos, mentales o emocionales) en la consecución de algún fin

Así las cosas, es indudable que todos los días la vida nos ofrece una buena colección de retos en forma de exigentes tareas en las que no interviene de manera significativa el trabajo físico, pero si el mental o el emocional y cuya consecución está muy vinculada a la capacidad de generación de Esfuerzo.

Por otra parte, el término Cultura viene definido como…

El conjunto de todas las formas, los modelos o los patrones, explícitos o implícitos, a través de los cuales una sociedad se manifiesta

Llegados hasta aquí, la cuestión sería…

¿El Esfuerzo es un signo distintivo de nuestra Cultura?

En mi opinión, ¡NO!

Y desde luego al afirmar esto no puedo asumir que, por poner uno de tantos ejemplos, alargar la jornada laboral pueda considerarse Esfuerzo (pues en algunos países altamente desarrollados es sabido que se trabajan menos horas pero con un mayor aprovechamiento). Por tanto el concepto de Esfuerzo, más que ligado a la Eficacia (conseguir algo) viene determinado por la Eficiencia (conseguir algo con el mínimo coste), de tal manera que solo el esforzarse no será suficiente si su instrumentación no es la adecuada.

La progresiva facilidad con la que, en las últimas décadas, hemos podido tener acceso a algunas de nuestras metas y deseos nos ha instalado hoy en una adormecida zona de comodidad que ha derivado en un estado de total desentreno para asumir las exigencias de Esfuerzo que la realidad actual demanda a quien realmente quiere progresar.

El Valencia Basket Club busca convencidamente que en el equipo se instale la Cultura del Esfuerzo como una de las palancas determinantes para alcanzar el Éxito y para ello ha invertido recursos económicos en una simple frase, lo que demuestra su firme Creencia en el poder de la misma…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

¡50!

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El pasado miércoles, 14 de septiembre, cumplí 50 años y desde entonces no he dejado de verificar compulsivamente mi carnet de identidad, pues reconozco que todavía no soy plenamente consciente de ello y de lo que sus consecuencias me puedan acarrear.

Sinceramente, no es que por algún tipo de veleidad personal no perciba los efectos del paso del tiempo en mi persona pues soy muy consciente al mirarme al espejo cada día y sobre todo cuando, en la práctica exigente y habitual de ejercicio físico, comparo mis prestaciones actuales con las de hace solo diez años atras. Esto lo admito, sin vanamente cuestionarlo, como irreversible ley natural.

No, más bien me refiero a esa duda aun no bien resuelta que me invade y que me dice que con 50 deberé aparentar como aquellos que tenían esta edad cuando, yo con 20, los veía como unos respetables señores ya plenamente instalados en el tramo descendente de su curva de vida personal.

Pero los 50, aunque cifra bonita y redonda, implican una terrible realidad existencial que se concreta en que, cuantitativamente, queda por vivir menos de lo que ya se ha llegado a gastar. Es decir que, de darse todo igual y yo no hacer nada por cambiarlo, no podré aspirar a doblar en cantidad lo que he conseguido, sentido, disfrutado, reído, soñado, querido…, quedando por tanto ya marcados los límites máximos a mi expectativa vital.

Sin duda alguna, admitir esta posibilidad no puede ser del agrado mío ni de nadie que se encuentre en mi lugar, pues incorpora un agente de desolación que pinta la vida de un triste blanco y negro poco dado a motivar. Por ello, es normal que a esta y yo me atrevería a decir que a cualquier edad, todos esperemos con optimismo que lo que nos queda por vivir pueda ofrecernos todavía mucho más. Pues bien, la única clave para que ello pueda ocurrir radica en la palabra que utilicemos para intentar materializarlo: ESPERAR o BUSCAR.

Es evidente que para encontrar hay que buscar más que esperar, por lo que el término Esperanza aplicado como orientación de futuro de una vida tiene poco de efectivo y si mucho de reactivo en el actuar. Vivir acompañados de la Esperanza como único refugio de nuestras ilusiones vitales es la mejor garantía para soltar las riendas de la propia existencia y asumir que será el capricho del viento quien guíe nuestros pasos hacia un destino que puede no ser el deseado al final. Contemplar la vida sin participar proactivamente en ella nos convierte en repantingados espectadores que adormecidamente olvidan que solo los actores son quienes aparecen protagonizando las escenas de su propia película vital.

Tengo 50 años y todavía muchos proyectos e ilusiones que no puedo entregar a los brazos del capricho de un Destino que nunca garantizará mi derecho a intervenir en su actuar. Tengo 50 años y la necesidad de más, pues sé que nunca me conformaré con ese menos que parece me impone la sociedad. Tengo 50 años y aunque no toda una vida por delante, tampoco lo está toda por detrás. Tengo 50 años y lo vivido puedo recordarlo, pero además debo aprovecharlo como un resorte que me impulse para avanzar. Tengo 50 años y si ahora estoy más cerca de aquel por quien esforzadamente luché y que siempre quise ser, no voy a detenerme simplemente porque los de 20 me puedan decir que ya no tengo edad.

Sí, tengo 50 años y mientras esto escribo transcurren los minutos que me llevarán, en el abrir y cerrar de ojos que dura un año, a los 51. Hasta entonces, sé que de mí dependerá lo que aquí nuevamente pueda volver a contar… 

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

50 años desde Kennedy hasta los Indignados


Lo primero que quiero escribir hoy es que (tal y como es mi costumbre)… no quiero escribir sobre política, o al menos sobre el componente político que pueda caracterizar al recientemente nacido en la Puerta del Sol de Madrid y ya internacional, movimiento de los “Indignados” (o del 15-M).

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define la Indignación (del latín indignatĭo) como…

“Enojo, ira, enfado vehemente contra una persona o contra sus actos”

…lo cual nos indica que este comportamiento suele manifestarse en las personas y siempre apunta contra otras personas.

De ser así (que lo es), la Indignación forma parte de ese tan singular grupo de manifestaciones humanas que se caracterizan por la identificación de los errores en los demás sin detenerse a observar los propios. La realidad nos certifica a menudo nuestra ancestral maestría por identificar la paja en el ojo ajeno sin percatarnos de la viga que obstruye el nuestro. Y aunque etimológicamente no sea así, el término Indignación debería contener una acepción (”Auto-Indignación”) que también lo vinculase a uno mismo, definiendo el saludable ejercicio de la humildad en el reconocimiento de los propios errores y áreas de mejora personal.

Los Indignados representan en la actualidad a una tipología de colectivo “anarco-laico-protestante” que no es nueva y que, de todas sus múltiples versiones, fue su estandarte la del Mayo Francés del ´68. Su característica más definitoria es la búsqueda de un mundo mejor desde la Utopía (del griego ο, no y τπος   o lugar que no existe)  y que la R.A.E. asimismo define como…

“Plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación”

Soy consciente de lo mucho que es necesario cambiar para mejorar nuestra sociedad y de que los cambios en ocasiones precisan de sonoros y decididos impulsos que desgraciada y frecuentemente suelen fracasar, tanto por la errónea elección de las vías reivindicativas como por la confusión en la comprensión de su verdadera factibilidad.

Es indudable que toda organización humana de índole política, empresarial, religiosa, deportiva, etc. para su eficiente desarrollo y perfeccionamiento requiere de la clara identificación de sus problemas y de la consecuente aportación de soluciones. Pero de soluciones posibles en su realidad circundante, de soluciones y objetivos S.M.A.R.T. (Específicos-Medibles-Alcanzables-Realistas-Temporalmente fijados) que ciertamente puedan aportar contribuciones aplicables y válidas a situaciones que siempre suelen ser mucho más complejas de lo que epidérmicamente puedan aparentar. Para avanzar eficazmente hacia la mejora siempre será imprescindible realizar un esfuerzo por concretar ”smartinamente”.

Creo sinceramente que la Indignación debería convivir con la Auto-Indignación pues no suele ser frecuente que al identificar problemas socio-económicos nos preguntemos sobre como nosotros mismos podríamos contribuir personalmente a su resolución, dado que hacer descansar la responsabilidad de encontrar las respuestas en los demás sin duda es mucho más cómodo y sencillo que la única formulación de las preguntas.

En este sentido, quiero recordar aquellas ya cincuentenarias pero todavía hoy vigentes palabras de J.F. Kennedy en su famoso discurso de investidura en 1961, cuando afirmó…

“Pregúntense, no lo que su país puede hacer por ustedes, sino lo que ustedes pueden hacer por su país” 

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

110 razones para el Inconformismo

Reconozco que soy un “inconformista” visceral pues en mi infancia ya demostraba una marcada tendencia a cuestionar lo que mis mayores me proponían, muchas veces incluso sin saber bien las razones de ello. Luego, de joven, un añorado profesor me ayudó a buscar esas razones regalándome la mejor enseñanza que yo pudiera aprender nunca para caminar por la vida: “pregúntate siempre el porqué de todas las cosas antes de asumirlas”. Ahora, que ya soy mayor, jamás ahorro “porqués” aunque ello empine algo más la cuesta de mi vida.

Conformarse o no con algo depende de las respuestas que nos demos a las preguntas que nos formulemos, considerando que “conformidad” y “asunción” no son lo mismo ni deben necesariamente caminar siempre juntas. Algunos diccionarios definen al “inconformista” como el que no acepta activamente algunos de los valores, normas y modelos de conducta de la sociedad en que vive. No obstante, también podríamos decir que se puede asumir algo sin necesariamente estar conforme con ello en una suerte de aceptación pasiva, como suele ocurrir normalmente con algunas leyes y decretos de ordenación social que, no siendo de nuestro agrado, las cumplimos.

Precisamente la actualidad española más reciente nos está brindando no pocos motivos para el inconformismo en forma de torrencial aguacero de discutibles normas gubernamentales limitadoras de nuestra capacidad de actuación (fumar clandestinamente, conducir cansinamente, navegar por Internet con cleptómana sensación, etc.), cuyos “porqués” no fácilmente encuentran respuestas convincentes para todos los implicados y configuran un preocupante panorama que cuestiona el donde deben posicionarse las fronteras en la actuación ejecutiva de los poderes públicos frente a la capacidad de elección del pueblo soberano.

selected.jpgEn “Selected”, recientemente publicado por Mark van Vugt y Anjana Ahuja, se defiende la teoría de que la subordinación en las personas es instintiva pues a lo largo de la evolución humana parece que nos hemos ido acostumbrando genéticamente a que alguien siempre nos “mande” lo que debemos hacer (desde el Jefe de la Tribu antes, hasta el Jefe del Gobierno hoy) y de esta manera subsidiaria nos manejamos mejor que cuando estamos obligados a generar todas las decisiones de nuestra vida (esto, de ser cierto, podría explicar la evidente escasez de verdaderos líderes naturales en todos los órdenes de la sociedad).

Manifestar inconformismo cuando entendemos que la razón nos asiste es la mejor opción para defender activamente nuestro criterio frente a algunas actuaciones cuestionables de los poderes institucionales y todavía lo es más cuando son tantas como 110 las razones que kilométricamente nos lo justifican… 

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

¡Quieto todo el mundo!


En estos días estamos recordando el esperpéntico y decimonónico intento de golpe de estado acaecido en España hace 30 años y quienes teníamos uso de razón entonces (a mi me sorprendió asistiendo a una clase vespertina en la Universidad) nunca olvidaremos que todo comenzó con una voz imperativa y arrabalera que por varias veces gritó…

¡¡¡QUIETO TODO EL MUNDO!!!

Esta frase, que ya es historia de la democracia española, tiene un significado que trasciende su evidente primera lectura para describirnos toda una declaración de intenciones soterradas que condicionan al ser humano y son ahora, en tiempos difíciles, de rabiosa actualidad.

Con seguridad, quien la pronunció (el Teniente Coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero Molina) y como lo hizo (pistola en mano y dirigiéndose al hemiciclo donde se encontraban sentados los diputados que votaban la investidura de Leopoldo Calvo Sotelo como nuevo Presidente del Gobierno), tenía como intención el que nadie hiciese nada. Es decir, la inacción de los representantes del poder popular a la espera de un destino marcado por misteriosas órdenes militares que constituirían un nuevo orden de gobierno nacional.

El propósito de la frase, ya desde el comienzo, no fue conseguido pues ante las intimidatorias ráfagas de los primeros disparos de ametralladora algunos diputados manifestaron su contrariedad frente a la situación, permaneciendo sentados sin atender a las ordenes de… ¡Todo el mundo al suelo! Incluso dos de ellos (el Teniente General Gutiérrez Mellado y el todavía Presidente del Gobierno, Adolfo Suarez) se levantaron para “no estar quietos”, tal y como les mandaban. A partir de aquí y durante aquella oscura y larga noche invernal de incertidumbre en el Congreso de los Diputados, otros parlamentarios también “dejarían de estar quietos” en sus escaños. Era el comienzo del final que ya todos conocemos.

Permanecer quieto ante una situación que no es de nuestro agrado es la mejor forma de perpetuarla para empeorarla. Solo moviéndonos podremos contribuir a cambiarla.

Afortunadamente, hoy nadie nos puede obligar a estar quietos y contamos con la libre posibilidad de actuar para tratar de modificar nuestras personales situaciones vivenciales cuando estas no son de nuestro entero agrado. Si no lo hacemos suele ser por razones propias (¡no nos engañemos con escusas balsámicas y autocomplacientes que siempre apuntan hacia afuera!) porque normalmente optamos por ese camino más fácil, asfaltado de mansa resignación, al aceptar lo que llamamos “nuestro destino”.

Destino que afortunadamente nunca está prefijado, pues de lo contrario quizás hoy yo no podría estar escribiendo estas letras con la entera libertad que me permite el estado de garantías cívicas que entre todos nos hemos dado en España y que tenemos la obligación de seguir defendiendo con la única actitud que resulta efectiva ante lo insatisfactorio…

¡¡¡MUÉVASE TODO EL MUNDO!!!

 Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro