La lotería nunca me tocará…

El pasado 22 de Diciembre, viajando en AVE a Madrid, me enteré de que el premio gordo del Sorteo de Navidad había tocado allí y además en el mismo barrio donde vive mi madre, que llevaba un décimo pero no del número agraciado. Vuelvo a Valencia y el primer premio del Sorteo del Niño cae en Torrente y el tercero en Benetuser, ambos en el área metropolitana de mi ciudad.

¿Cuál será mi próximo viaje…? Quien me conozca sabrá que me da completamente igual, pues nunca juego a la lotería ni a ningún juego de azar en la convicción del alto coste de oportunidad de cualquier gasto realizado en asuntos de azar.

¿Y cuál es ese coste de oportunidad…? Parece evidente que la parte más fácil de determinar es la monetaria, la del importe en dinero gastado, cuyo aprovechamiento nadie dudará que es más probable en casi cualquier otra posibilidad.

Pero hay otra consecuencia que en mi opinión tiene mayor repercusión en el monto total y es la referida a la actitud vital que viene prescrita por la confianza en la casualidad. Una actitud que mira hacia alrededor en lugar de fijarse en la propia personalidad, en donde lo exógeno se toma como determinante de los resultados y lo endógeno como un resignado espectador a la espera de una aleatoria bondad.

Claro está que en todo esto hay grados de intensidad, pero hasta el más leve ejerce de freno a la proactividad personal en un tiempo actual que pide de todo nuestro potencial para no quedarnos atrás.

La lotería nunca me tocará… estadísticamente, ni aun jugando de verdad…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

¡O programas o serás programado!

O programas o seras programado

Pese a su aparente modernidad, el título de este artículo es intemporal pues define el componente director de la existencia de todo aquel que tiene que elegir como vivir, si escribiendo o leyendo su porvenir.

Douglas Rushkoff publicó en 2.010 “Progam or be Programmed” donde trasladaba una brillante reflexión sobre la evolución asimétrica en la comunicación: Contrariamente a lo esperado, la aparición del alfabeto no creó una sociedad de lectores sino de oyentes que escuchaban lo que otros que sabían les leían. Posteriormente la invención de la imprenta no supuso la proliferación de escritores sino de lectores, que adquirían los libros impresos que unos pocos sabían escribir. Recientemente, la generalización de los ordenadores personales y los sistemas electrónicos de comunicación nos han convertido por fin en escritores, pero en unos formatos (redes sociales, mensajerías instantáneas, blogs, etc.) que son controlados y dirigidos realmente por quienes saben su programación. En definitiva, que la cadena del progreso en comunicación siempre llega para la mayoría retrasada en un eslabón pues el primero suele ser cosa de unos pocos, los que saben de su ejecución.

Pero, ¿sería válida esta digresión referente al conocimiento para definir en la vida la mejor manera de actuar?. Pues en principio podríamos decir que no pues el gobierno de la vida parece ser otra cosa muy distinta a lo que Rushkoff comprobó, dado que no exige de saberes específicos y restringidos a unos pocos sino de voluntad, algo al alcance supuestamente de cada cual.

Efectivamente, la vida se rige por la voluntad, eso que manda el actuar. Pero el actuar no tiene sentido alguno si no responde a un criterio propio que debiera estar definido con sentido y anterioridad. A esto lo podríamos llamar… “programación vital”, es decir, la determinación del qué, del cómo, del cuándo, del dónde y del porqué de lo que queremos sea nuestra vía hacia la prosperidad.

No obstante, el programar en la vida es una cuestión de decisión personal y así también cabe la posibilidad de vivir al encuentro de lo que sucederá, sin más planteamientos que los de recibir la vida armados de sorpresa a la espera de parabienes con precio de gratuidad. Esta opción reactiva me temo que suele ser la más general y es la que abre la puerta para que sean otros quienes programen la vida de los demás.

Es curioso pues quienes programan su vida para aprovecharla y disfrutar suelen querer siempre más y así embarcan a otros en sus propósitos llegándoles también a programar, dirigiéndoles sus pasos por los caminos del interés propio y personal. Yo no los voy a criticar, pues si hay algunos que tiran y otros que se dejan arrastrar, que cada cual asuma su responsabilidad.

En un momento de mi vida de cambio profesional, antes que dejarme llevar por la inercia que establece la cómoda continuidad, decidí programar mi futuro inminente por el camino apasionante de lo editorial, buscando en Marathon-15% un reto que me permitiese ejemplificar por escrito todo aquello que nos lleva a triunfar por nosotros mismos y sin esperar a que los demás nos vengan a programar.

Saludos de Antonio J. Alonso

La “Fortuna Geográfica”

La fortuna geografica

Mañana es 22 de Diciembre, el que popularmente todo el mundo considera como día de la Fortuna en España pues se celebra (desde 1812) el Sorteo Extraordinario de Navidad, sin duda la manifestación anual de clonado costumbrismo patrio más emocionalmente peculiar y que es toda una fuente inagotable de ideas para las reflexiones (o en mi caso para las… Coach-tiones) sobre los anhelos y aspiraciones de quienes compartimos el territorio nacional.

El año pasado por estas fechas escribía… La casualidad no existe… ¡ni aun hoy! con igual pretexto y arranque que el del presente artículo, que desea ser la pieza complementaria de un ludofóbico díptico sobre la diosa Fortuna. Si entonces pronuncié vehementemente una sincera declaración de principios que me distanciaba de la Esperanza para abrazar la Decisión, ahora quiero completar esta posición (para evitar malos entendidos) al incorporar como innegable condicionador de nuestras decisiones al factor circunstancial .

Pues bien, lo primero que salta a la vista es que la Fortuna derivada de la lotería española de Navidad es cosa local (normalmente toca a habitantes del territorio nacional pese a venderse también en el extranjero) como así lo es la naturaleza intrínseca de la suerte, que no se reparte territorialmente por igual. Quizás el ejemplo más evidente de ello sea el severo condicionante que para la vida de una persona supone el hecho fortuito de nacer en un determinado país, en especial si este es pobre o esta sumido en  la lucha social.

Si pudiéramos esquematizar gráfica y sencillamente un Mapa de Decisión en la vida de toda persona a partir de círculos concéntricos, el más próximo a cada cual sería el que viene determinado por su propia capacidad decisional, siendo el siguiente aquel que representaría a sus circunstancias condicionantes (que principalmente se rigen por el género, la raza y el entorno geo-socio-económico). De esta manera, toda decisión (por muy convencida y proactiva que sea) quedará siempre subordinada por un marco exógeno y estructuralmente superior que la restringe de manera total. Así las cosas, parece que es difícil aceptar eso que ahora tanto se predica del… si quieres, puedes, pues más bien debería ser… si puedes, quieres, en orden a no malgastar ilusiones creadas a partir de imposibles auto-expectativas de éxito de donde no hay.

A menudo me pregunto que hubiera sido de mi vida de haber nacido en Sierra Leona. Es evidente que la respuesta nunca podrá ser concluyente pues para ello sería necesario haberla vivido allí, aunque parece sensato pensar que mis oportunidades de desarrollo personal se habrían visto muy reducidas por más que mi impronta resolutiva hubiese sido la del mismísimo Napoleón antes de fracasar. La realidad es que nací en España y sinceramente, en más ocasiones de las debidas, olvido la Fortuna que el destino me ha querido regalar.

Quienes habitamos nuestra vida en países desarrollados nos beneficiamos de un Mapa de Decisión cuyo radio del círculo exterior (el circunstancial) es mayor que el que correspondería en otras regiones menos favorecidas, lo que favorece a que el radio del círculo concentrico interior (el decisional) se pueda agrandar.

Ahora bien, tener a nuestro alcance mayores posibilidades vitales… ¿se traduce normalmente en un aprovechamiento, al menos proporcional, de las mismas? Pues considero que no necesariamente y yo mismo creo ser un ejemplo de ello al estar plenamente convencido de que, habiendo nacido en Africa, hubiera apurado más mi menor superficie circular. Una vez más nos topamos con que la necesidad llama a la actividad, algo que sin duda salpica de adormecida reactividad nuestro comportamiento, al reaccionar por la causa sobrevenida en lugar de actuar en pos del efecto a lograr.

En conclusión, la Fortuna Geográfica brinda oportunidades distintas que cada cual deberá esforzarse en saber maximizar allí donde desarrolle su vida, decidiendo proactivamente lo que mejor le convenga en lugar de esperando lo que le venga, que para eso ya está inventado el Gordo de Navidad

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

Vivir… ¿serena o apasionadamente?

Vivir serena o apasionadamente

Si la madurez tiene algo de positivo es que, llegados a ella (pues antes sería un despropósito), nos permite poder responder a la pregunta que titula este artículo. Claro, eso siempre que nos la lleguemos a formular, pues hay quien finaliza sus días tal y como los comenzó, en una eterna infancia ajena a cualquier responsabilidad.

Volviendo al título mencionado, es evidente que la interpelación excluyente que este propone no es exactamente la que en la práctica se ajusta más a la realidad, pues caben múltiples matices de elección entre los dos extremos señalados (pasión o serenidad). Sin embargo y con independencia de la situación finalmente escogida en nuestro dial vital, de manera natural solemos encontrarnos más cerca de un lado que del otro y en esto influirá decisivamente la idiosincrasia de cada cual.

Así las cosas y para simplificar mi análisis me referiré a los dos términos opuestos utilizados en el encabezamiento aun a riesgo de recibir las sugerencias de algunos lectores impulsivos que no hayan reparado en el párrafo anterior y me trasladen, con toda su buena intención pero despistadamente, los tradicionales… no todo es blanco o negro o también, en el centro está la virtud. Lo asumo con resignada estoicidad.

Continuando entonces, diré que defiendo la idoneidad de perfilar una toma responsable de postura sobre el estilo de vivir (lo de implantarla es otro cantar), pues esta decisión determinará nuestras bases troncales de actuación vital. Por comenzar desde lo más sencillo y esquemático, es evidente que optar por la serenidad obligará a un mayor conservadurismo actitudinal asumiendo menos riesgos en cada situación, lo que nos llevará a minimizar los fracasos pero también a limitar los éxitos. Por otra parte, elegir el apasionamiento como estilo de vida nos instalará irremediablemente en el frenesí de una montaña rusa del que podremos esperar grandes sensaciones, jugando a la lotería de que las positivas a las negativas puedan superar.

Pero la elección entre serenidad o apasionamiento como estilo de vida a desarrollar, siendo conveniente y hasta necesaria, en realidad no es tan sencilla como esta esquematización a dos simples palabras pueda parecer, pues tiene mucho de estructural (de nuestro temperamento) y menos de coyuntural (de nuestro carácter), lo que nos complica sobremanera el proceso efectivo que nos lleve a cambiar. Aun así, siempre recomendaré (por experiencia propia, lo confieso) que los pasionales se serenen y que los serenos se apasionen, todos buscando ese equilibrio que les genere mayor bienestar…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

¡Es ahora o nunca…!

Es ahora o nunca

La perspectiva que nos suele regalar el paso de los años generalmente nos lleva a concluir que en muchos momentos de nuestra vida deberíamos haber tomado decisiones que, bien por un exceso de prudencia conservadora o quizás también por cierta indolencia tendente a procrastinar, fueron dilatadas en el tiempo con la consiguiente pérdida de valiosas oportunidades. Identificar el momento adecuado para actuar es siempre una de las claves del éxito, sobre todo por la dificultad que conlleva su acertada visualización en un mundo alicatado de incertidumbres y empujado por la velocidad.

Cuántos posibles amores, por no atrevernos a intentarlo, dejamos pasar. Cuántas preguntas no formulamos por el temor a parecer un patán. Cuántos espectáculos nos perdimos por no comprar las entradas antes de que se llegasen a agotar. Cuántas disculpas no pedimos por el orgullo de creer contar con la verdad. Cuántos trabajos perdimos por no asumir el riesgo de la novedad. Cuántos libros no leímos por anteponer lo que la televisión nos da. Cuántos kilos de más llevamos por no comenzar a trotar. Cuántos trastos inservibles amontonamos cuando sabemos que nunca los volveremos a usar. Cuántos calendarios gastamos sin aprender el inglés que nos permita comunicar. Cuántos viajes pendientes por repetir siempre el mismo destino vacacional. Cuántas ganas de ser sin hacer nada para poderlo alcanzar…

Dicen que vivir dos vidas nos ofrecería la ocasión de rectificar en la segunda lo errado en la primera, pero es evidente que ni aquello es ahora posible ni esto sería luego fácil de enmendar. Aprender de los errores no es sencillo y menos para quienes ni tan siquiera están dispuestos a aceptarlos como propios. Hoy es mi cumpleaños y no puedo ni debo olvidar formularme comprometidamente muchas de las cuestiones anteriormente mencionadas y que todavía tengo pendientes de implementar.

Pero no solo la existencia de las personas se puede contar por sus oportunidades pérdidas sino que también las empresas son presa fácil de la inacción en los momentos requeridos y apropiados, pues las empresas son sus personas y por tanto coinciden en el actuar. Por consiguiente los pecados cometidos por las empresas son similares a los que puedan cometer sus profesionales directivos en el ejercicio de su vida profesional y personal, lo cual nos lleva a pensar que la solución para unas y otros debe ser la misma: la actuación oportuna en cada momento y lugar.

Transitando ya por el último tercio del 2013, es incuestionable que nos encontramos en las postrimerías de un ciclo económico depresivo cuyo cambio de tendencia parece apuntar corto, aunque esta distancia sea imposible precisar pues todavía los indicadores socioeconómicos presentan de forma mayoritaria ciertos datos negativos que logran enturbiar la visión futura. Así las cosas, tomar decisiones puede parecer harto dificultoso a no ser que descubramos cual es el origen de nuestra equivocación y que no es otro que la tendencia a interpretar el futuro respecto del presente, es decir, mirar lejos con las gafas de cerca, lo que provoca que inevitablemente tengamos que esperar a que el futuro se acerque y sea casi presente para lograrlo interpretar. Este precisamente es el error, porque sin anticipar no habrá nunca nada que ganar.

Las mejores decisiones empresariales son las que se toman antes que los demás, pues llegar a obtener un buen puesto en la parrilla de salida es lo que permitirá contar con opciones de ganar la carrera cuando suene el pistoletazo inicial.

Ahora no hago otra cosa que trasladar persistentemente esto mismo a mis clientes, aunque la lógica del Business Coaching me dice que son ellos quienes deberán tomar convencidamente sus propias decisiones, pero siempre sin olvidar eso que como nadie el rey Elvis logró cantar… It´s now or never”.

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

El arrepentimiento decisional

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Como tantas veces he defendido, la vida no es una cuestión de asunción sino de decisión, debiendo quedar siempre el arrepentimiento para la reactividad que caracteriza lo primero pero nunca para la proactividad asociada a lo segundo.

Recientemente tuve que desplazarme hasta Segovia para resolver algunos asuntos familiares. En pleno enero y con más de una semana de plazo me dispuse a verificar día a día la previsión meteorológica en varias fuentes de información, pues mi pasión por la motocicleta me empujaba a trasladarme en ella pese a lo inconveniente del frío invernal. Incluso hasta horas antes de partir estuve consultando detalladamente los datos del tiempo y siendo todos unánimes y favorables, tomé la decisión de montame en mi BMW para disfrutar de lo que en automóvil solo sería para mí un monótono desplazamiento.

La ida fue maravillosa (incluido el bocadillo reglamentario de sabrosísimo embutido requenense en el bar Ramos de San Antonio), pero la vuelta no pues contrariamente a lo previsto amaneció nublado y chispeando con la amenaza por el intenso frio de algo peor que, transitando por la provincia de Cuenca, se convirtió en lo temido y nunca esperado: la nieve.

Más de cien kilómetros conduciendo serpenteantemente bajo una súbita nevada acompañada de un temperamental viento siberiano y sobre una resbaladiza pista blanca que solo las huellas de los vehículos precedentes lograban engrisecer. Con la visera del casco obligadamente levantada para poder ver tras un manto de vaho y nieve, mis pensamientos se dirigían con obcecación al cuestionamiento de la decisión tomada mientras el color de mi montura y vestuario se iban confundiendo gradualmente con el paisaje albino.

Seriamente preocupado por garantizarme el buen fin de la delicada situación en la que me encontraba, una y otra vez me repetía lo equivocado de mi decisión al no haber optado por otro medio de locomoción más convencional. Actitud totalmente errónea, pues a un problema inevitable y que requería de toda mi concentración, yo gratuitamente le añadía otro totalmente evitable y que me restaba recursos para la solución.

Tomar una decisión, cuando esta se ampara consecuentemente en toda la información disponible en ese momento, nunca debiera devenir en ningún sentimiento de arrepentimiento o culpabilidad mientras sigamos sin poder atesorar la capacidad de adivinar el futuro. Todos sabemos que llegado este siempre se torna muy fácil cuestionarse el pasado, pero es necesario comprender que no tiene sentido alguno arrepentirse de lo decidido y si de lo vacilado.

Finalmente, entrando en el garaje de mi vivienda y sin percance alguno, conforme tomaba una caliente ducha reparadora me fui olvidando completamente del supuesto error cometido, lo que prueba que, como ocurre frecuentemente, este tampoco fue tan grave como mis reproches me lo llegaron a magnificar…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

La Casualidad no existe… ¡ni aun hoy!

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Hoy es 22 de Diciembre de 2012, fecha en que cada año comienzan oficiosamente las fiestas navideñas en España y que viene popularmente identificada por el evento que mejor representa el reactivo concepto de “esperanza” como deseo gratuito de algo mejor : La lotería de Navidad.

Hace muchos años que vengo repitiendo en mis clases y conferencias una aseveración que no suele dejar indiferente a quienes con estupor me escuchan:

“Vivo mi vida sin esperanza”

Efectivamente es así por triste que pueda parecer porque, no pudiendo renunciar a mis convicciones, deberé contemplar mi futuro ajeno a toda esperanza que me lleve a “esperar…” algo mejor sin propiciarlo yo.

Renuncio a ser como Penélope, la desdichada protagonista de la nostálgica canción de Juan Manuel Serrat , quien esperó cada día de su vida en el banco de un andén a que llegase su amor y cuando este apareció, ya no lo reconoció.

Vivo sin esperanza porque quiero vivir con decisión y para ello deberé hacer para obtener, porque todo lo que tengo ahora en mi vida y le doy valor no me ha sido regalado y menos todavía me ha llegado por esa casualidad a la que siempre aspiramos sin el más mínimo rigor.

Creo firmemente que la casualidad no existe, ni aun hoy, pues quien haya comprado un decimo de lotería tendrá 1/100.000 probabilidades de que le toque una parte del premio gordo y quien sea capaz de comprar los 100.000 números, seguro le tocará…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

¿La vida es sueño…?

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“…yo sueño que estoy aquí

destas prisiones cargado,

y soñé que en otro estado

más lisonjero me vi.

¿Qué es la vida? Un frenesí.

¿Qué es la vida? Una ilusión,

una sombra, una ficción,

y el mayor bien es pequeño:

que toda la vida es sueño,

y los sueños, sueños son.”

Con estos versos finales concluye el inmortal monologo que Segismundo recita al final del segundo acto de ”La vida es sueño” (1.635) de Pedro Calderón de la Barca.

Por estas fechas, la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) está representando con apabullante éxito en Madrid esta cima de la tragicomedia barroca española que fue estrenada en el pasado Festival de Almagro y cuenta, entre otras, con una desbordante interpretación de Blanca Portillo en el bipolar papel de Segismundo.

Desde hace años vengo defendiendo la supremacía de la Ópera frente al resto de artes escénicas por contenerlas en una a todas ellas. La música, el texto, la interpretación, la escenografía y la danza se aúnan para configurar arrebolados espectáculos de emociones que desbordan las pasiones de los espectadores sensibles al imperecedero arte de la representación lírica.

Así las cosas, debo reconocer que en contadas ocasiones ocurre que una obra de teatro me consiga conmover al estilo de una ópera, siendo esto lo que me ocurrió el pasado domingo en el Teatro Pavón de Madrid.

El porqué, además de la respetuosa versión de Juan Mayorga y la contemporánea dirección de Helena Pimenta que consiguen (junto al maravilloso reparto de actores y los músicos en directo) un espectáculo redondo en todas sus facetas, sin duda se encuentra en el genio del autor que en fondo y forma creó una obra de arte imperecedera para la eternidad.

Y digo en fondo y forma pues me parece tan insuperable lo que la obra cuenta cuanto como lo cuenta, empleando magistralmente la métrica de un verso radiante en ingenio y ritmo musical. Quizás por ello es por lo que esta obra teatral se acerca a la ópera, pues su música es la de su texto siendo este pura melodía hablada instrumental.

Detrás de “La vida es sueño”, no lo descubro yo, se esconde uno de los más acertados retratos filosóficos de la existencia humana que jamás hayan sido pintados y que, tomando como modelo argumental el del mito de la caverna de Platón (también lo utiliza Beethoven en su Fidelio), nos presenta la dualidad entre la realidad y la ficción como una suerte de escapatoria de otra disquisición consustancial al ser humano como lo es la del destino y el libre albedrio.

Y en esto vengo a defender que santo y seña de mi actuación profesional como Business Coach es no dar por determinado el destino, atribuyendo al libre albedrio la consideración de llave que puede abrir muchas de nuestras puertas, si tenemos el coraje de llamar a ellas. Segismundo, presa de mil engaños, se debate en la hamletiana duda acerca de su ser, fijado o decidido y en ello transita durante toda la obra sin resolver su misterio.

Si bien es cierto que todo no puede ser fijado yo afirmo que todo si puede ser decidido y en ello, a pesar de los posibles errores a cometer, está el secreto del gobierno de nuestra vida que más que ensoñación debería percibirse como decidida realidad.

Rendido ante la maestría literaria del genio del Siglo de Oro Español, siento vergüenza al seguir escribiendo torpemente estas líneas por lo que será más prudente por mi parte el ir terminando ya y ceder el espacio restante de este artículo a quien sincera envidia me da…

“Sueña el rey que es rey, y vive

con este engaño mandando,

disponiendo y gobernando;

y este aplauso, que recibe

prestado, en el viento escribe,

y en cenizas le convierte

la muerte, ¡desdicha fuerte!

¿Qué hay quien intente reinar,

viendo que ha de despertar

en el sueño de la muerte?

Sueña el rico en su riqueza,

que más cuidados le ofrece;

sueña el pobre que padece

su miseria y su pobreza;

sueña el que a medrar empieza,

sueña el que afana y pretende,

sueña el que agravia y ofende,

y en el mundo, en conclusión,

todos sueñan lo que son,

aunque ninguno lo entiende.

Yo sueño que estoy aquí

destas prisiones cargado,

y soñé que en otro estado

más lisonjero me vi.

¿Qué es la vida? Un frenesí.

¿Qué es la vida? Una ilusión,

una sombra, una ficción,

y el mayor bien es pequeño:

que toda la vida es sueño,

y los sueños, sueños son.”

Saludos de Antonio J. Alonso

“15 días en Agosto”

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Otro año más, en el esperado y dulce umbral de mis moto-musicales vacaciones “F-estivales” (en esta ocasión, 6.000 kms. que me llevarán a los de Lucerna, Bayreuth y Venecia), este habitual artículo de despedida del curso laboral lo cederé con todo merecimiento al ya popular corto de Edu Glez… “15 días en agosto”, una infantil pero aplastante y lógica declaración de principios, de finales y de todo lo demás.

Hasta un nuevo y renovado septiembre de “Coach-tiones” (continuarán las “Re-flexiones”)… nunca olvidar que, asimismo en agosto, lo único que justifica nuestra vida es lograr vivirla con buscada y serena emoción, dentro de lo que es cabal… 

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

¡Tomar decisiones!

Primera situación: es domingo y terminas de comer. Casi sin saber el por qué, te diriges automáticamente al sofá y enciendes el televisor. Luego, miras la hora y ya son la 8. ¡Maldita sea!, he perdido toda la tarde.

Segunda situación: es domingo y terminas de comer. La semana laboral ha sido durísima y encima ayer sábado tuviste un contratiempo con el coche que te crispo los nervios. Decides relajarte y tumbarte en el sofá a ver la tele. Más tarde, miras la hora y ya son la 8 de la tarde. ¡Perfecto!, he recuperado el sosiego perdido.

En los dos casos has hecho lo mismo, pero con una gran diferencia: en el primero te has dejado llevar por las circunstancias y en el segundo has decidido.

El secreto del aprovechamiento de la vida está en sentirse más causa que efecto y para ello hay que… ¡Tomar decisiones!.

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro