No hay peor Despido que el Interior

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Desde que ya casi ni me acuerdo, España batalla con denuedo y sin solución por el abaratamiento del coste del despido laboral defendido por empresarios, los unos o por su encarecimiento reivindicado por empleados, los otros. Todos, en el dudoso convencimiento de que su aportación es la que sanará la endémica enfermedad del desempleo español y por qué negarlo, también beneficiará su cuestión particular. ¡Qué engaño colectivo y que insulto a la ética y a la razón!

En 2007, Lotfi EL-Ghandouri publicó en castellano El Despido Interior con objeto de ordenar las ideas de una corriente de pensamiento un tanto deslavazada hasta la fecha que, más allá de responsabilizar a patronos y obreros del eterno conflicto sociolaboral, apuntaba particularmente a cada cual como clave primera y final del éxito empresarial.

El libro de EL-Ghandouri nos presenta el concepto de Despido Interior como aquel que se genera unilateralmente por parte de un trabajador (lo somos todos, ya sea por cuenta ajena o propia y con independencia de la categoría profesional) al desvincularse de hecho (aunque no de derecho) de su ocupación laboral, continuando en la aparente prestación de sus servicios pero abdicando de su comprometido aprovechamiento. Este tránsito hacia el metafórico y desesperanzador lanzamiento de toalla que hoy parece muy habitual, normalmente suele discurrir de forma gradual y el autor lo dimensiona en cinco etapas que desbocadamente descienden desde la Entrega a la Resignación, pasando por el Compromiso, la Participación y la Retirada. Y todo ello, como suele acontecer siempre, motivado tanto por disparadores externos (la relación con el entorno) como internos (la relación con uno mismo) que, en mi opinión, serán ambos siempre deudores de la voluntad personal por sobreponerse a la dificultad.

En mi ejercicio profesional como Business Coach he llegado a una delicada conclusión cuyo grado de validez reconozco puede estar condicionado por la limitada muestra que manejo (algunos cientos de profesionales, pero no miles): Pues bien, excepto en aquellos casos de cierre empresarial, concurso de acreedores u otra específica singularidad… ¡los despidos en las empresas vienen determinados por múltiples factores siendo uno de los más significativos el grado de Despido Interior en que se encuentra instalado el propio empleado!. A partir de aquí es necesaria una rápida explicación para no arder instantáneamente en la flamígera hoguera que ya me estarán preparando quienes desgraciadamente se encuentren en situación de desempleo y a los que muy amigablemente les traslado que, por sus trágicas consecuencias, no hay peor Despido que el que anticipa el Interior.

¿Alguien participaría en una carrera automovilística con un vehículo cuyo motor de cuatro cilindros solo funcionase con dos…?

Hoy, la viabilidad de una empresa no es responsabilidad única de su Gerente o de su Equipo Directivo (siempre considerando a profesionales honestos y medianamente competentes), sin duda una pequeña parte del capital humano de la misma sin la totalidad del cual nunca habrá futuro. En la exigente carrera por la competitividad empresarial, ninguna podrá aspirar al éxito participando a medio gas. Gas suficiente que solo le puede aportar la totalidad de sus recursos humanos, quienes contribuirán a la mayor o menor generación de valor en función de su grado (o etapa en la que se encuentren) de Despido Interior.

Y a partir de aquí es muy probable que cada lector entienda su situación profesional como muy especial y mayoritariamente ajena a su responsabilidad personal, síntoma inequívoco de ser portador ya del desmotivante, pertinaz y gradual virus del Despido Interior, que últimamente viene siendo tan fatal…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

San Fermín y los gurús de la motivación exprés

San Fermín

Si San Fermín levantase la cabeza y se le ocurriese patentar sus pamplonicos encierros de toros a la manera que por ejemplo los más famosos gurús anglosajones de la motivación exprés utilizan el caminar sobre brasas, se vería obligado a prescindir de su voto de pobreza y a cambiar el San por el Sir, engalanado por un éxito total.

Debo reconocer que, de todas las manifestaciones festivas en las que participan toros, solo los encierros (no lo que les viene después) caben en mi intención permanente de defender los derechos de los seres vivos como habitantes de un planeta que en ningún registro de la propiedad interestelar consta sea privativo de la especie humana. Correr astados y personas en relativa igualdad de condiciones y sin más objetivo que el de llegar a un destino se me antoja como una acertada alegoría de las dificultades y alegrías que nos ofrece la vida en la actualidad.

Desde hace muchos años no me pierdo ninguna retransmisión televisiva de los nueve encierros julianos que cada temporada inauguran el calendario internacional de las festividades veraniegas en España. De todo lo que veo, lo que más me interesa es lo que no se puede apreciar y está pasando por el interior de esos mozos y mozas que llenan la calle Estafeta de un inmaculado blanco y rojo de tradición, nervios, ilusión y complicidad.

Sin duda, correr un encierro en San Fermín es toda una prueba de valor y superación personal cuyo mérito verdadero solo aciertan a medir los propios corredores quienes, presa de sus más íntimos condicionantes, son capaces de vencerlos con esfuerzo y determinación. Por tanto, que se me entienda bien: ¡les rindo mi admiración sin nada que restar!

No obstante, correr uno o todos los encierros en Pamplona no capacita necesariamente para otros menesteres en la vida, pues no todos los objetivos y retos que debemos afrontar requieren el mismo tratamiento para poderlos alcanzar. Si ello fuera así, que nadie dude que cada 7 de Julio yo tomaría la medicina navarra del éxito y ya está.

De igual manera, lograr caminar sobre brasas (que conste que esta práctica no tiene nada que ver con el Coaching) conlleva el mérito del atrevimiento, aunque no del peligro pues está físicamente demostrado que la sobrevalorada prueba es posible realizarla sin riesgo alguno para la integridad del caminante, siempre que se sigan unas sencillas recomendaciones en la forma de pisar. Hacer de esto toda una demostración de las infinitas posibilidades del hombre en la consecución de sus deseos es uno de los mayores engaños que los mentores de la felicidad puedan colar en las anhelantes conciencias de quienes buscan una milagrosa fórmula reparadora, que evidentemente nunca encontrarán.

Es cierto que carezco de una demostración estadística pero estoy convencido de que tanto quien corrió un encierro sanferminero como el que atravesó tres metros de rescoldos ardiendo, no necesariamente lograron solucionar sus problemas personales tras ello, pues todo remedio cuya fórmula magistral se ampare en un chute de motivación puntual (y por tanto necesariamente caduca) solo se mantendrá lo que la actividad que lo genera venga a durar, quedando siempre por delante la dificultad de la vida desafiante y real a la que habrá que buscar en cada caso y momento su motivación particular.

¡Ah! y por supuesto, el próximo año volveré a disfrutar con los encierros de San Fermín y de las chuletas que, asadas a la brasa, no tienen igual…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

¿Incentivan los Incentivos…?

Incentivan los Incentivos...

Confieso que lo que me motiva en la vida es que no se me quede como está, aspirando a lograr llegar a más con esfuerzo, perseverancia y determinación . No busco la gracia presente para no traicionar la confianza en un futuro cuya construcción inicio cada día con mayor o menor fortuna, pero con ilusión. Nada me asegura el éxito, de ahí mi buena predisposición a la actuación. A mí me incentiva la indefinición sobre la consecución. Nunca la quieta posición.

Es frecuente el que algunos relatos literarios tomen por fuente argumental el conocimiento previo del destino a modo de imposible fábula para así recrearse en las reacciones de sus personajes presos de tan singular situación. En mi caso, si yo fuera uno de ellos, tengo la seguridad de que esto me llevaría a una resignación que aletargaría reactivamente mis pasos a la espera de algo predeterminado en lo que no tendría injerencia ni participación.

¿Qué nos mueve a actuar…? El conseguir. ¿Y que conseguir…? Pues dependerá de lo que con libertad de elección prefiera cada cual, dado que es patrimonio personal elegir aquello que más convenga dentro de los márgenes de la posibilidad y de nuestra capacitación. Por consiguiente, lo que nos mueve a actuar no será igual para todos, de manera que lo que pueda incentivarme a mí no tendrá porqué ser idéntico a lo de los demás. Así las cosas… ¿tendría sentido pretender incentivar a un colectivo de personas de forma igual para mejorar su motivación?

Es evidente que un común error en las empresas y organizaciones de ayer y también de hoy es que eligen mayoritaria y casi únicamente la remuneración económica como elemento incentivador de la productividad de sus miembros, confundiendo el concepto de compensación por los servicios prestados (el salario, tanto sea fijo como incluso el variable) con aquello otro que represente y busque algo más (está demostrado que la tendencia general ante un aumento de sueldo es a amortizarlo mentalmente de forma instantánea, al considerar que la nueva situación es la justa pues viene a rectificar el error salarial anterior). Por tanto, los únicos incentivos que realmente pueden ser incentivadores son aquellos que, en la mente del receptor, no se perciben como directamente relacionados con la contraprestación en presente de su aportación de valor pues, en el mejor de los casos, aquel entenderá que la cuenta siempre quedará saldada entre remunerador y perceptor, eliminando toda ilusión. Así pues, cualquier estimulo basado directamente en el pago (monetario o en especie) de la contribución profesional nunca realmente lo será para quien lo debe percibir, convirtiéndose entonces en una mera transacción.

El secreto de la incentivación se encuentra en el decalaje temporal que supone que lo ahora bien sembrado permita una futura recolección. Es decir, no en la estática de la compensación sino mejor en la dinámica que supone alcanzar mejoras futuras a partir de los buenos resultados de hoy…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

La vida no consolida derechos

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A las puertas del 2013, toda la desesperación que ahora nos embarga tras cinco años de recurrentes malas noticias económicas (que desgraciadamente vamos a proyectar hacia el año entrante), no está plenamente justificada desde un punto de vista objetivo y si desde la infantil consideración del… “Santa Rita, Rita; lo que se da no se quita”.

Por todos es conocido que una de las palancas de actuación más usadas por el movimiento sindical es la de los “derechos consolidados” o esa ley muchas veces no escrita que dice que lo laboralmente conseguido en cada momento no puede ser perdido. No es mi intención abrir ahora un ya gastado debate sobre esta cuestión reivindicativa, pero si el compararla con las reglas del juego de la vida que, por supuesto, no garantizan nada para siempre.

Desde aquí siempre he defendido la ambición por la mejora como uno de los motores del ser humano y ahora no me voy a desdecir. No obstante, se equivocará quien aspire a estar siempre y en todo momento mejor que en el anterior pues, como todos sabemos, la vida es una montaña rusa donde lo importante es que el final del trayecto se encuentre algo más alto que lo estaba el principio.

Excepto los dolorosos y cada vez más numerosos casos de desgracia sobrevenida, la mayoría de quienes pertenecemos a la gran colectividad que configura un territorio o país hemos perdido disponibilidades económicas en los últimos cinco años, lo cual no se traduce en que ahora nos encontremos peor que hace diez.

Contemplar la vida con una perspectiva algo mayor de la del corto plazo es esencial para conservar nuestra motivación en pos del avance, entendiendo que este se configura como la suma de muchos pasos hacia adelante y algunos inevitables hacia atrás que, medidos en una escala amplia de tiempo, normalmente siempre nos harán progresar.

¿Quien eramos hace diez años y quien somos hoy? Si consideramos que en el trayecto hemos ganado algo, por poco que esto sea, no tenemos derecho a quejarnos y si a congratularnos de nuestro progreso, el que la vida no nos garantiza consolidadamente y respecto del cual solo nosotros somos los exitosos responsable de su consecución…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

La Diversión en el Trabajo



Desde hace una década y sin que muchos nos hayamos enterado, parece ser que los 1º de abril se celebra el Día Internacional de la Diversión en el Trabajo, festividad paradójica donde las haya si analizamos detenida y pormenorizadamente ese título tan peculiar:

        • Día: ya empezamos mal, cuando de los 365 anuales, menos los de las vacaciones, solo nos acordamos de uno de ellos.
        • Internacional: desconozco qué pensarán los garimpeiros brasileños o muchos de los resignados chinos que todavía realizan trabajos de ídem.
        • Diversión: lo primero que deberemos acordar es lo que realmente se entiende por eso tan particular que podemos llamar… divertirse en el Trabajo.
        • Trabajo: su definición inequívocamente nos señala que es aquello que implica un esfuerzo al que con normalidad se le asigna una contraprestación económica.

Así las cosas es hora ya de desmitificar a tantos consultores de salón y gurús de pacotilla, quienes pertrechados de una ilusionista brocha chorreante de pintura rosa se afanan en colorear siempre del tono equivocado la realidad. Jugar con los sueños de las personas prometiendo baldías entelequias es la peor traición que se pueda cometer a la honestidad profesional. Aclaremos las cosas: trabajar difícilmente podrá ser realmente divertido mientras sea económicamente necesario para desarrollar una vida normal, pues la devoción constantemente colisionará con la obligación, tal y como le ocurre a la mayoría de la sociedad.

Además, trabajar es como montar en bicicleta, actividad a la que no podemos pedir siempre que divertidamente se desarrolle cuesta abajo, si lo que pretendemos es a casa retornar. Solo encuentran divertido practicar el ciclismo aquellos que son conscientes de que para bajar hay que subir primero y que tras todo esfuerzo se esconde un placer particular.

El Trabajo, en definitiva, no es una cuestión de adolescente diversión que generosamente debe propiciar nuestra empresa o demás compañeros, sino esa oportunidad que tiene cada cual para demostrarse su valía sin más estímulo externo que el sincero y recompensador autocompromiso de la realización personal… 

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

Agosto siempre tiene fecha de caducidad

A las puertas de Agosto, en poco más de un mes, estrenaremos un nuevo Septiembre y con él lo de siempre: los madrugones con despertador, la supuesta nueva programación de radio y televisión, otro aburrido curso político, los niños cariacontecidos dirigiéndose hacia el colegio, los reiterados e incumplidos buenos propósitos de mejora personal, etc., etc., etc. Pero sobre todo ello… la sempiterna depresión postvacacional.

Si hay un tema recurrente que preside el Septiembre de todos los medios de comunicación, ese es el de la depresión postvacacional. ¡Siempre se recomienda lo mismo y siempre se olvida eso mismo! El año pasado yo también escribí acerca de ello en “El engaño de las vacaciones”, aunque este año me propongo tratarlo de forma distinta, buscando el prevenir antes que el curar.

Agosto es un mes muy traicionero pues se asemeja a un delicioso gran pastel de chocolate que, sin atender a las sabias recomendaciones que nos hacen, devoramos atropellada y compulsivamente hasta lograr empacharnos, entristeciéndonos cuando lo terminamos pues consideramos que no debería acabar jamás. Al igual que no comemos todos los días del año pastel de chocolate, todos los meses no son Agosto y esto debemos asumirlo con anticipación y no a mes vencido, cuando ya no hay remedio ni solución.

Para los que somos afortunados por mantener nuestro trabajo, la causa principal de la depresión postvacacional radica en pensar que lo normal son las vacaciones y lo anormal el resto del año. Solo esto. Cuando asumamos que, para la gran mayoría de la población de hoy en día, es necesario trabajar para vivir, perderemos ese “tic” infantil que nos asalta todos los principios de Septiembre y que nos instala en esa imposible utopía que nos amarga el comienzo de cada nueva temporada laboral.

Disfrutar de las vacaciones al máximo considerando que siempre tienen fecha necesaria de caducidad es la mejor medicina para afrontar el resto de un año que seguro nos llevará hasta un nuevo Agosto vacacional…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

La relatividad vital

¿Cuántas veces en nuestra vida nos hemos ahogado en un simple vaso de agua al convertirse engañosamente en el escenario de la tormenta oceánica más aterradora? y ¿cuántas veces nos hemos dado cuenta a la postre de que la presunta dificultad vivida no tenia tanta entidad?

La percepción de la realidad condiciona en gran modo su adecuada gestión. Tanto el apreciar más dificultades de las que realmente son como lo contrario suele ser un mal punto de partida en los procesos de actuación personal.

Vivimos presos de un provincianismo mental que quiere reducir todo lo que nos acontece a un puñado de reglas tradicionalmente bien sabidas y aplicadas  por la colectividad de la que somos uno más. Perseguimos la comodidad infinita y conforme la vamos ganando en la vida, cualquier atentado a ella nos parece el mayor de los terremotos en nuestro ganado remanso de engañosa paz.

Buscamos lo absoluto (nuestra verdad), cuando lo práctico es caminar hacia lo relativo (las verdades). Usamos siempre las mismas gafas, cuando deberíamos acostumbrarnos a ponernos frecuentemente las de los demás.

La vida, por definición, es como una carretera de montaña que alterna unos tramos de subida con otros de bajada sin solución de continuidad. Empeñarse en que las cuestas sean siempre descendentes es tanto como olvidar la escarpada orografía vital. Debe haber momentos de esfuerzo para que luego los haya de bondad. El contraste es parte de la esencia de nuestra vida, por lo que relativizar es la mejor receta para entender el sistema cíclico existencial…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

La Paradoja del Trabajo

Mafalda y ganarse la vida

Hoy es 1º de Mayo y festivo: celebramos el Día del Trabajo.

Normalmente las festividades en el calendario vienen a santificar (religiosa o laicamente) a mitos, personas, instituciones o acontecimientos de gran relevancia, conservándolos anualmente en su memoria histórica dada su significación para toda la colectividad, .

Sin duda el Trabajo lo es. Pero, ¿por qué…? ¿Es el Trabajo un bien deseado…? o ¿se trata más bien de una necesidad impuesta…? ¿Qué nos lleva a trabajar…?

Parece evidente que si el Trabajo fuese un bien deseado nadie jugaría a la lotería. Es de sentir popular que a todos nos gustaría vivir sin la obligatoriedad de tener que trabajar para ganarnos la vida y así poder destinar nuestro tiempo a lo que nos apeteciese (incluido el Trabajo, de ser esta nuestra elección vital). Como ya he comentado en otras ocasiones, el Trabajo siempre ha ejercido como condicionante de esa parte de la libertad del hombre referida al uso y disfrute de su tiempo, que solo la puede alcanzar comprándola con dinero y para tenerlo hay que trabajar. Y de aquí nadie sale de no mediar un acontecimiento fuera de lo normal.

El Trabajo no es inherente ni consustancial al ser humano, más bien es una circunstancia coyuntural en la joven historia de la humanidad y la consecuencia del estado actual del paulatino proceso de desarrollo del hombre en la Tierra: lo que precisamos para vivir lo tenemos que producir y en tanto no lleguemos (que llegaremos) a un nivel de desarrollo que permita que las máquinas nos sustituyan, nosotros deberemos trabajar.

¿Alguien se imagina nuestra sociedad en el año 3000 donde las personas repartan paquetes, arreglen coches o tengan que sembrar? ¡Qué penosa expectativa de desarrollo esta que nos sigue esclavizando a la productividad!

La cultura idiosincrática que en cada época ha definido a los pueblos es tan poderosa que llega a programar las mentes de sus miembros, restándoles posibilidad de analizar y reflexionar. Admitir que el Trabajo es un derecho es darle la vuelta a una realidad que más bien lo posiciona como un deber del que no es posible escapar. Los derechos los ejercemos o no a voluntad, pero sobre los deberes no tenemos ninguna capacidad.

Aun es más, el Trabajo cuando lo tenemos, lo odiamos y cuando lo perdemos, lo añoramos, por lo que… ¡no hay mayor paradoja que defina nuestra cotidianeidad!

No obstante, la obligatoriedad del Trabajo no significa que, bien gestionado racional y emocionalmente en nuestra vida, pueda ser fuente de satisfacción y enriquecimiento personal (y no solo material).

El Trabajo, por tanto, tiene fecha segura de caducidad y cuando ello les acontezca a nuestros descendientes con certeza no les preocupará que desaparezca una festividad en su calendario, pues entonces ya todas lo serán…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

De la Motivación a la Auto-Motivación: El Éxito del Líder-Coach

Si me preguntaran sobre cuál es el rasgo que, de forma más importante, condiciona el rendimiento profesional de un directivo, no tendría muchas dudas en asegurar que es el de su Auto-Motivación. Si me preguntaran sobre cuál es el modelo de comportamiento que mejores resultados ofrece a un directivo para maximizar el rendimiento de su equipo de trabajo, tampoco vacilaría en afirmar que es el del Líder-Coach.

Y ¿qué relación hay entre la Auto-Motivación y el Líder-Coach? Este precisamente es el núcleo fundamental de la presente reflexión, que pretende desarrollar de forma razonada mi convicción sobre las fuerzas y los desarrollos que mueven a las personas a conseguir resultados positivos tanto para sí mismos como para las organizaciones donde trabajan.

Podemos comenzar acercándonos al concepto de Motivación que, según los diccionarios, significa:

– Conjunto de los elementos o factores (necesidades fisiológicas o psíquicas, pulsiones inconscientes, valores y modelos sociales interiorizados, etc.) que determinan dinámicamente la conducta del individuo activándola y dirigiéndola hacia un determinado objetivo

Por tanto, no cabe ninguna duda de que al hablar de Motivación lo hacemos sobre todo aquello que nos impulsa a conseguir algo que nos interesa de una forma dinámica y activa. Sin embargo la Motivación, tal y como la definimos muchos Coach, también podría explicarse practicando este sencillo juego de palabras:

-Motivación = Motivo + Acción

Es decir, no existe Motivación sin la identificación de un Motivo (Destino) que sea alcanzado a partir de la Acción (Recorrido). La Motivación es la fuerza que nos impulsa a ascender hasta el final de una escalera (Meta), subiendo cada uno de sus escalones (Acciones). En el corazón mas interno del impulso de las personas siempre se encuentran los anhelos y las esperanzas, los deseos y las ambiciones, los retos y los sueños. Y todo ello, requiere de movimiento para lograrlo.

Por tanto, no se puede progresar sin Motivación, al igual que sin progreso tampoco puede haber Motivación. Se trata de un proceso en bucle sin fin que se auto-alimenta constantemente. Esta relación biunívoca es la que esconde el secreto de la explicación de nuestras desilusiones vitales y la frustración que tantas veces puede acompañarnos cuando no logramos nuestros propósitos.

Admitiendo cuanto hasta ahora se ha indicado, no parece muy difícil concluir que la llave de la Motivación personal es propiedad de cada uno de nosotros, porque solo uno mismo conoce cuáles son sus Motivos que le llevan a la Acción. En efecto, parecería descabellado contemplar la posibilidad de que los intereses particulares fueran mejor conocidos por un extraño que por uno mismo, cuando estos precisamente son cada vez mas privados en los entornos sociales actuales, tan individualizados y faltos de comunicación.

Y ello porque:

-¡El motivo más importante para la Motivación es uno mismo!

En definitiva, la Motivación es un hecho personal, auto-generado desde el propio interesado y difícilmente transmisible. Por tanto, la Motivación real, la verdaderamente efectiva, se llama Auto-Motivación.

Aceptando esta hipótesis, el camino que nos lleva a percibir la gran dificultad que existe a la hora de intentar motivar a los demás es bien corto. El proceso de Motivación parece ser tan propio que se me antoja difícil pueda venir dirigido desde fuera de uno mismo:

-¡No se puede Motivar!

Desde luego, entiendo que lo concluyente de esta afirmación pueda desconcertar por lo que tiene de oposición a toda la tradición del Management moderno, que impulsa la actuación motivadora de los directivos hacia sus equipos como fuente de consecución de excelentes resultados.

Pues bien, es precisamente en esta consideración donde radica el foco de los desencantos de tantos y tantos profesionales con responsabilidades directivas que se encuentran incapaces de motivar a su equipo, dando por imposible un empeño en el que creen pero que nunca consiguen.

Si realizamos un pequeño ejercicio de memoria, cada uno de nosotros puede reunir numerosos casos y ejemplos (tanto propios como de conocidos) de situaciones profesionales donde los integrantes de un equipo de trabajo asisten a él faltos de compromiso con los objetivos y los resultados marcados por su líder, quien ya ha claudicado a la posibilidad de contar con colaboradores motivados. La historia siempre es la misma: comienzos de ilusión que se convierten rápidamente en largas etapas de desencanto y resignación.

Y todo, en mi opinión, por elegir el camino equivocado para el estímulo laboral de nuestros colaboradores: el de la Motivación.  Mi propuesta es otra bien distinta y se fundamenta en la siguiente aseveración:

-¡Solo se puede inducir a la Auto-Motivación!

A partir de aquí, lógicamente, se nos abre un amplio abanico de preguntas que pueden confluir en una sola: ¿Cómo se induce a la Auto-Motivación?

Para tratar de responder a ello, no tengo más remedio que traer a este artículo la disciplina a la que me dedico profesionalmente y que desde hace más de dos décadas está triunfando en el mundo desarrollado y en España, comienza a ofrecer sus primeros éxitos aplaudidos por todos: el Coaching.

– El Coaching es un proceso de cambio hacia la mejora de los resultados personales y profesionales basado en el método socrático y amparado en el entrenamiento

Veamos que significa detalladamente esta definición:

– Es un proceso, dado que requiere de un tiempo necesario para su desarrollo (mayor o menor, dependiendo de las expectativas de cada persona).

– Busca el cambio en la persona, porque si seguimos haciendo lo mismo obtendremos los mismos resultados.

– Tiene por objetivo la mejora de los resultados personales y profesionales, pues ambos van íntimamente ligados.

– Está basado en el método socrático, que defiende la auto-generación como fuente de saber y progreso (No puedo enseñar, solo invitar a que aprendan por sí mismos).

– Se desarrolla a partir del entrenamiento del participante o Coachee, quien a partir del proceso científico de prueba y error y con la guía de un Coach o entrenador, se embarca en la mejora de sus resultados personales y profesionales.

Aceptado que, en los albores del siglo XXI, el indiscutible y principal factor crítico de éxito de las empresas que actúan en mercados competitivos es el Capital Humano, el Coaching es la herramienta que mejor se adapta a sus objetivos de desarrollo y optimización del rendimiento.

El Coaching consigue poner en valor todos los conocimientos y experiencia de cada persona para obtener su máximo rendimiento personal y profesional, contribuyendo al desarrollo del Capital Humano de las empresas y configurando equipos de alto rendimiento que sean capaces de distinguir a su organización de las demás.

Las modalidades de aplicación del Coaching en las empresas pueden ser muy variadas, pero una primera diferenciación atendería al origen de su facilitación: externo o interno. Del primero (protagonizado por un Coach profesional) no me ocuparé en este artículo, pero si del segundo, cuando los encargados de facilitar Coaching son los propios líderes de la empresa.

Y es aquí donde nace la figura del Líder-Coach (basada en la credibilidad ganada) como contraposición a la del Líder-Jefe (basada en la autoridad impuesta), predominante todavía hoy en día en nuestro entorno empresarial español (si bien se observa un progresivo cambio en la tendencia de comportamientos).

Pues bien, de entre todas las características que perfilan la figura del Líder-Coach, sin duda una de las más importantes es la de contribuir a la Motivación de sus colaboradores, o mejor dicho, inducir a su Auto-Motivación, el verdadero eje de la transmisión del motor hacia el éxito empresarial.  Pero, ¿cómo induce un Líder-Coach a la Auto-Motivación?

Desde luego, no pueden existir reglas estrictas y concretas para explicar este proceso si lo abordamos desde la perspectiva del Coaching, tan alejado al normativismo generalista y tan amigo de las soluciones especificas para cada situación. Sin embargo, si podemos orientar la actuación del Líder-Coach como inductor a la Auto-Motivación de sus colaboradores, cuando es capaz de manejar con acierto los 5 Factores Internos que la generan:

1- La Auto-Estima o esa valoración positiva que toda persona debe albergar de sí misma y que la consolida para abordar nuevos retos con añadidas garantías de éxito.

2- La Auto-Confianza, consecuencia de la anterior, que incrementa la seguridad en sí mismo y se ampara en los pequeños éxitos conseguidos.

3- La Auto-Gestión, alcanzada cuando el individuo es capaz de actuar sin ninguna supervisión, ni necesario estímulo externo alguno.

4- La Auto-Sugestión o mecanismo de generación constante de emociones positivas que llevan al optimismo y la esperanza.

5- La Auto-Realización, basada en el progresivo cumplimiento de nuestros deseos y objetivos.

Hay que destacar que la labor de un Líder-Coach como inductor a la Auto-Motivación de sus colaboradores nunca será posible si no es capaz de Auto-Motivarse por sí mismo y para él y todos los lectores de este artículo, estas son mis últimas recomendaciones:

1- Comenzar bien el día, tratando de organizar y allanar convenientemente nuestras primeras tareas de la jornada para que no puedan ser fruto de enfados y malhumores que hipotequen el resto de nuestras actividades.

2- Evitar condicionarse por la climatología, ajena siempre a nuestra voluntad y por tanto, caprichosa y variable (después de la lluvia, siempre sale el sol).

3- Sonreír antes de llegar al trabajo, propiciando el optimismo por anticipado y llenado nuestro depósito de la energía más poderosa que podemos encontrar: el buen humor.

4- Positivar el dialogo interior, huyendo de los pensamientos derrotistas y negativos que, como en una espiral descendente, nos hunden hacia la frustración y el desencanto.

5- Fomentar las actividades extra-profesionales, añadiendo más patas a nuestra silla vital y evitando el riesgo de caída segura por la quiebra de una de ellas.

6- Acercarse a la gente positiva y huir de la negativa, buscando la energía de aquellos que la destilan y preservándose de aquellos que la destruyen.

7- Enfocar los fracasos como una oportunidad hacia el futuro, aprendiendo de los errores, ganando experiencia y tolerando los reveses de la vida con espíritu deportivo.

8- Apoyarse más en la reafirmación interna que en la externa, considerando que los ánimos de los demás no necesariamente llegan cuando son más convenientes, por lo que un cierto grado de independencia positivista orienta mejor nuestro camino hacia adelante.

9- Fijarse metas concretas y realistas y perseverar en su consecución, porque solo aquello que está bien definido es susceptible de generar el esfuerzo necesario para perseguirlo sin interrupción.

10- Ser el protagonista de nuestra propia vida, decidiendo en cada momento los destinos que queremos alcanzar y planificando razonadamente los caminos que a ellos nos llevarán.

En el difícil camino del liderazgo de equipos, no quisiera finalizar estas reflexiones sin traer a estas líneas una célebre frase de Marco Aurelio que resume la esencia del espíritu del Líder-Coach en el difícil pero estimulante empeño de conseguir la Auto-Motivación propia y la de su equipo de colaboradores:

– SERENIDAD para aceptar lo que no podemos lograr, FORTALEZA para perseguir lo que si podemos y SABIDURÍA para distinguir entre los dos…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro