Los Informívoros

Informívoros

Leonardo da Vinci eligió acertadamente el siglo XV para nacer y ser el genio renacentista que a todos deslumbró pues, de haberse demorado algo más, cada centuria de retraso le habría condicionado privándole del ejercicio de varias de sus celebradas dedicaciones (anatomista, arquitecto, botánico, científico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, inventor, músico, poeta y urbanista), llegando a nuestros días sin más que poder aspirar y como mucho a especialista de una sola disciplina, habida cuenta en todas de su creciente complejidad.

Sin propósito de restar ningún mérito al maestro italiano, saber y ser experto era mucho más fácil hace quinientos años que en la actualidad y la razón que lo explica es tan sencilla como la que define el volumen de información necesario para prosperar en cada actividad. Antaño un hombre culto podía saberlo casi todo de todo, pero hogaño ni todos los hombres más sabios juntos serían capaces de conocer solo un poco de lo que atesora la humanidad.

Sin duda vivimos en plena revolución de la información que, canalizada por unos soportes geométricamente cada vez más potentes, nos ofrece posibilidades de conocimiento que nadie antes pudo sospechar. A vueltas de un click tenemos acceso a todo un mundo de sabiduría en cuya adecuada gestión se encuentra la solución al aprovechamiento de una riqueza cuyo descubrimiento colocaría al borde del colapso hasta el mismísimo autor de la Mona Lisa, acostumbrado a que ninguna ciencia quedase fuera de su capacidad.

Y es por esto que quienes vivimos esta realidad nos hemos convertido en Informavores (devoradores de información). Término prematuramente definido (en 1983) por George A. Miller (uno de los precursores de la psicología cognitiva) que, llevándolo a su extremo, nos invita a pensar que el ser humano de hoy ha pasado de ser un plácido omnívoro a convertirse en un voraz Informívoro de la información universal.

En esta nueva categoría hay personas que corren el riesgo de indigestión crónica por exceso de alimento informativo mientras que otras optan por practicar dieta de conocimiento e incluso, las más radicales, hasta huelga de hambre negándose a informarse, como signo de protesta ante todo aquello que no pueden asimilar. En muchas ocasiones, la abundancia de algo genera mayores problemas que su escasez, aunque ello no parezca cabal.

Por tanto parece evidente que, tanto por exceso como por defecto, ninguna postura que no entienda el consumo de información como la mayor fortuna de nuestro tiempo y que además definirá una era histórica de revolución en la humanidad por la que nos recordarán nuestras  generaciones herederas, estará abocada a fracasar.

Como he mencionado antes, la solución no está en condenar la realidad por más complicada que se nos presente, sino en manejar una adecuada gestión de la información que necesariamente se deberá instrumentar a partir de un sencillo precepto, cuya secuencia nunca convendrá alterar…

primero elegir y luego consumir

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

6 respuestas a «Los Informívoros»

  1. información no es conocimiento, ni conocimiento es comprensión. La información memetica y genética es replicable pero son solo datos que reducen la incertidumbre, pero no son intencionales en el sentido en que el conocimiento y la comprensión lo son. El conocimiento, en algunos casos, son proposiciones falsas o verdaderas, y puede venir acompañado de explicación. Pero la comprensión es más profunda: consiste en establecer relaciones coherentes y lógicas entre retazos de conocimiento e información. La comprensión está más cerca del sujeto cuando al comprender dice: AJA!, o EUREKA!

  2. of course like your web-site however you have to test the spelling on quite a few of your posts. Several of them are rife with spelling problems and I find it very troublesome to tell the reality however I will definitely come again again.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.