La Casualidad no existe… ¡ni aun hoy!

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Hoy es 22 de Diciembre de 2012, fecha en que cada año comienzan oficiosamente las fiestas navideñas en España y que viene popularmente identificada por el evento que mejor representa el reactivo concepto de “esperanza” como deseo gratuito de algo mejor : La lotería de Navidad.

Hace muchos años que vengo repitiendo en mis clases y conferencias una aseveración que no suele dejar indiferente a quienes con estupor me escuchan:

“Vivo mi vida sin esperanza”

Efectivamente es así por triste que pueda parecer porque, no pudiendo renunciar a mis convicciones, deberé contemplar mi futuro ajeno a toda esperanza que me lleve a “esperar…” algo mejor sin propiciarlo yo.

Renuncio a ser como Penélope, la desdichada protagonista de la nostálgica canción de Juan Manuel Serrat , quien esperó cada día de su vida en el banco de un andén a que llegase su amor y cuando este apareció, ya no lo reconoció.

Vivo sin esperanza porque quiero vivir con decisión y para ello deberé hacer para obtener, porque todo lo que tengo ahora en mi vida y le doy valor no me ha sido regalado y menos todavía me ha llegado por esa casualidad a la que siempre aspiramos sin el más mínimo rigor.

Creo firmemente que la casualidad no existe, ni aun hoy, pues quien haya comprado un decimo de lotería tendrá 1/100.000 probabilidades de que le toque una parte del premio gordo y quien sea capaz de comprar los 100.000 números, seguro le tocará…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

Re-flexiones… 482

“Un intelectual es el que dice una cosa simple de un modo complicado. Un artista es el que dice una cosa complicada de un modo simple”

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Charles Bukowski

Roma y Verdi no son eternos…

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La cuestión de la Eternidad o ese pervivir hacia el infinito es algo que siempre ha interesado al hombre, precisamente porque es el único ser en la Tierra que es consciente de su necesaria finitud. Ser eterno es el mayor anhelo al que se pueda aspirar, quedando en la memoria de los tiempos el recuerdo vivo de un Nombre, ya sea de persona o cosa.

El pasado 6 de Diciembre asistí a una de las representaciones de “Simón Bocanegra”, la oscura obra de Verdi que ha inaugurado la temporada 2012/13 del Teatro dell´Opera di Roma. Antes, recorriendo los inabarcables vestigios del histórico pasado de la capital italiana me preguntaba si Roma es eterna, tal y como lo asegura su lema. Yo creo que no.

Nada en Roma es como fue. Ni tan siquiera el Panteón de Agripa, la obra romana mejor conservada, pues su visión se enrarece y desnaturaliza al contraste de los acontemporáneos edificios colindantes. La Roma clásica murió fruto de los intereses de tantas y tantas generaciones que especularon con su suelo y sus riquezas. Hoy solo es pieza de museo, eso sí, del museo urbano más rico de la civilización occidental. No obstante, siendo consciente de la imposibilidad de conservarlo todo pues algunas obras mayores requieren de la destrucción de lo menor para su nacimiento (Miguel Ángel debió borrar la pared cabecera de la Capilla Sixtina para crear su Juicio Final), considero que han sido más las equivocaciones que los aciertos.

No soy un experto en historia romana pero no creo equivocarme si aseguro que aquella civilización tan rica en artes contaba también con la de la música, ahora tras dos mil años, desconocida para casi todos. Giuseppe Verdi, el más insigne compositor italiano que tantas óperas estrenó en Roma, solo hace poco más de cien años que murió, tiempo insuficiente para caer en el mismo olvido de sus compatriotas y antecesores músicos romanos, pero todo llegará.

Sin duda, una de las muestras de soberbia más evidentes en el ser humano es considerar que lo que le es coetáneo lo será igualmente y siempre para todos los descendientes de sus descendientes, sin considerar que los gustos y las modas mudan, olvidándose antes o después de lo antiguo.

No nos equivoquemos: Simón Bocanegra no será representada en el 4.012, ni el resto de la obra de Verdi o de Wagner, Bach, Mozart , Beethoven o tantos otros nombres que ahora consideramos eternamente inmortales. Quien lo dude solo estará replicando lo que pensaron los ciudadanos romanos cuando asistían, henchidos de orgullo hacia su civilización, a sus conciertos musicales en el Teatro de Marcelo, a las orillas del Tiber.

Otro teatro romano, el de la Ópera de Roma o Teatro Costanzi solo tiene unos ciento treinta años de vida, juventud relativa que lo mantiene en activo y que me brindó una notable representación de la tortuosa historia del corsario genovés dirigida por un Riccardo Muti que físicamente si parece eterno y cantada, en el único papel destacable, por Francesco Meli (Gabriele Adorno), sin duda la voz de tenor más sedosa de la actualidad.

También aproveché mi viaje para escuchar a los virtuosísimos “The King´s Singers” en el Auditorio Parco della Musica (la sede de la Accademia Nazionale di Santa Cecilia) obra firmada en 2002 por Renzo Piano que constata una vez más lo sostenido con anterioridad, pues se enclava en lo que fueron las instalaciones de los Juegos Olímpicos de Roma-60, que ya no conocerán nuestros hijos.

Por todo ello creo que la Historia no puede ser el relato de la eternidad, si esta nos empeñamos en borrarla tan persistente como interesadamente…

Saludos de Antonio J. Alonso