El 13 de junio de 2015, en un conocido centro deportivo de la ciudad de Valencia, a las 11:00 h. comenzaba lo que 499 minutos y 42,2 kilómetros después finalizaría con una ascensión al 15% de 6.233 metros, aquel casi imposible premio que solo yo pude interpretar tras toda una vida de práctica deportiva entrenando como el que más. No hay mayor satisfacción que la derivada del esfuerzo, porque nunca hay esfuerzo sin recompensa que lo venga a pagar. Lo que cuesta nos vale más y el reconocimiento público nunca del todo lo sabrá. Al llegar a mi casa, no supe parar de llorar…
Otro año más y La Bola del Mundo quiso que, desde la Plaza Mayor de Segovia, llegará a su cima como nunca antes había acontecido en mi cuarto de siglo de tradición estival. A semanas de cumplir los sesenta y tres, la casualidad propició un final fuera de todo propósito, de cualquier cordura y por supuesto, de mi edad.
En una tórrida mañana de julio que ni a los más de dos mil metros parecía aflojar, con un sol armado de lanzas ultravioleta quemando mis brazos y mis piernas sin piedad, tras coronar el Puerto de Navacerrada, me dispuse a afrontar los últimos y terribles tres kilómetros y medio de cementada pista irregular, con sus pendientes de hasta el veinte por cien, que me tomé con toda la calma que la sensatez aconsejaba para no colapsar.
Así, hasta faltar unos ochocientos metros para coronar cuando, entre las curvas de herradura, divisé a un ciclista que por detrás se me acercaba con la obligada pausa de una contenida velocidad, algo mayor que la mía, pero no mucho más. Al superar mi posición me saludó y yo a él, dejando que la lógica entre ciclista y corredor impusiera su autoridad.
Afrontando la última recta, de una pendiente asfixiante y con sensación de ser vertical, nuestras distancias se mantuvieron y ello me llevó a tomar una decisión indebida, ajena a toda racionalidad e impropia de mi experiencia y otra vez… de mi edad. Fui a por él y a falta de cinco metros le pude rebasar. Exhaustos los dos, tambaleantes y sin suficiente oxígeno en el aire para respirar, nos felicitamos por nuestra manifestada irresponsabilidad…
Que con el paso de los años perdemos la memoria es un hecho tan inevitable como general, pero hay ciertos momentos que se salvan a este desdichado borrado mental por su trascendencia particular en nuestra vida, ya sean importantes o de menor entidad. Hoy hace nueve años de Marathon-15%, mi singular récord mundial, que todavía recuerdo bien, sin que el paso del tiempo haya velado lo que fue aquel día tan especial. Pero como no estoy seguro de que esto vaya a durar, por fortuna escribí “Marathon-15% / 115 CLAVES DE SUPERACIÓN PERSONAL”, el libro que me lo recordará y que lo relatará a los demás…
El fiel de una balanza debe estar equilibrado para que la medición sea real. Lo justo requiere ausencia de condicionantes que tergiversen la objetividad. Un mundo solo es digno si se asienta en la imparcialidad. Los merecimientos nunca deberían quedar huérfanos de laurear.
Yo soy una persona anónima, cuyas luces y sombras solo son conocidas por mi círculo relacional. Algo muy similar a la mayoría de ciudadanos, que desarrollan su vida en el escenario de lo particular. En estas pequeñas islas de protagonismo personal acontece el mismo vicio que en los continentes de la popularidad: la cicatería a la hora de valorar.
A mis 62 años y tras toda una vida de entrenamiento deportivo casi profesional, he logrado modificar un tortuoso camino que comenzó muy alejado de cualquier expectativa de logro que pudiera brillar. De ser el último en cada carrera infantil que los juegos y el colegio propiciaban para orgullo y deleite de quienes nacieron con esa facultad, ahora consigo lo que la mayoría de personas jóvenes en su plenitud física no pueden alcanzar. Por fortuna, a estas alturas de mi existencia, el interminable esfuerzo realizado hasta llegar a mi estado de forma física actual ya no necesita del reconocimiento ajeno para sentir que la inversión realizada ha merecido la pena, comenzando hace tiempo a retornar. Menos mal, pues de lo contrario todavía estaría esperando lo que muchos no quieren dar: ¿qué cuesta gratificar el mérito de los demás…?
Soy consciente de que pronunciarme de tal manera puede equivocar a quien no me conozca pero, entre otros logros, ostentar aún hoy una mejor marca mundial de desnivel positivo en maratón (https://www.alonso-businesscoaching.es/blog/2015/06/21/lo-consegui/) y sin la menor repercusión social puede evidenciar esta triste realidad que no es dada a premiar.
Esta falta de generosa ecuanimidad no solo se circunscribe al ámbito de lo particular, pues por desgracia también afecta a quienes consiguen éxitos públicos de trascendencia universal. Baste citar uno de los últimos ejemplos que confirman este mal: los cuatro oros en marcha atlética conseguidos por María Pérez y Álvaro Martín en el Mundial de Atletismo que se celebra estos días, un hito histórico y sin parangón alguno en todas las participaciones españolas en los principales campeonatos de ámbito internacional.
María Pérez, al ganar su segunda medalla, manifestaba que la primera no tuvo la debida repercusión al coincidir en el mismo día con la conquista por la selección femenina de futbol de su primer título mundial. La segunda tampoco la ha tenido, debido a un inconveniente beso robado que parece ha merecido una mayor consideración por tantos ciudadanos que prefieren condenar a recompensar. El omnipresente y desconcertante mundo del futbol ha ganado una vez más…
Ayer, viernes 4 de agosto de 2023, completé mi “Plaza Mayor de Segovia-Bola del Mundo-Plaza Mayor de Segovia” un año más. Tras un prometedor mes de julio consiguiendo inmejorables entrenamientos en la ciudad del Acueducto, todo apuntaba a que pese al demoledor paso del tiempo (en septiembre cumpliré los 62), en esta ocasión mi prueba individual sería un éxito y no solo por lograr finalizar. Y así fue, en un pletórico tramo de ida cuesta arriba de 31 kilómetros, que afronté corriendo con impronta juvenil y sin sufrir más allá de lo que impone llegar hasta los 2.265 metros de altitud, en donde el termómetro no superaba los diez grados centígrados lo cual, en este tórrido verano, vine a festejar.
Es muy posible que haya sido la última ocasión que, como las anteriores, regrese a Segovia caminando (corriendo sería imprudente bajo el implacable sol de las horas centrales del día) y no por incapacidad (de momento), sino porque el verdadero reto está en ascender, convirtiéndose ya para mí en un interminable y aburrido formulismo carente de atractivo el bajar.
Desconozco lo que me deparará el futuro, pero el próximo verano lo volveré a intentar, entrenando con ilusión desde mañana porque no cabe otro camino para triunfar…
Los logros conseguidos son menos valorados que los anhelados para aquellos que entendemos la vida como un camino sin final. No obstante, cada trece de junio me debo recordar que todavía siguen vigentes los 6.233 metros ascendidos en aquel despiadado maratón que pude completar, una mejor marca mundial hoy de aniversario y que en “Marathon-15% / 115 CLAVES DE SUPERACIÓN PERSONAL” es posible rememorar…
En la cima del Alto de Las Guarramillas el 18/08/22
Mucho de lo conseguido en la vida tiene su valor por la acumulación de una misma actuación, cuya unidad puede atesorar mérito pero la repetición sin falta todavía lo tiene más. No es lo mismo ser algunas veces puntual que serlo siempre y aun a pesar de los imprevistos que puedan condicionar.
Así, cada Agosto me siento en la obligación personal de no fallar en mi cita solitaria e individual de llegarme corriendo desde la Plaza Mayor de Segovia hasta la Bola del Mundo (más allá del Puerto de Navacerrada, en el Alto de Las Guarramillas a 2.265 metros) y volver, travesía de sesenta y tantos kilómetros con desnivel que comenzó hace más de dos décadas como algo ocasional y año tras año va adquiriendo la relevancia de su continuidad, convirtiéndose en un reto de dificultad creciente contra mi sexagenaria edad.
Pero este verano ha sido especial. En pleno proceso de aclimatación a la altura de los mil metros de Segovia sobre mi acostumbrado nivel valenciano del mar, el 8 de julio me contagié de Covid y tras cuatro días de fiebre no esperaba que durante todo ese mes un malestar en forma de la fatiga crónica me fuera a acompañar, condicionando unos entrenamientos que más parecían penitencias de Semana Santa en un agónico procesionar.
Desatendiendo los muchos consejos ajenos que me recomendaban aparcar por este año mi reto anual, contra viento y pandemia, una vez más lo he vuelto a lograr.
¡Qué fácil es encontrar argumentos para abandonar… cuando la conciencia quiere ser tan indulgente como falaz!
Tras llegar a la Bola del Mundo (20/08/21) y a punto de iniciar el retorno a Segovia…
Hoy cumplo 60 años. Seis décadas en las que, como es normal, he aprendido a fuerza de fracasar. La “prueba y error” es un método de aprendizaje que no se elige a voluntad, pues es consustancial con el discurrir de la humanidad, que avanza tratando de mejorar lo que antes le salió mal.
De todas las enseñanzas que hasta hoy he podido atesorar, no tengo duda alguna de que, es la constancia, la que vale más. No hay competencia personal tan imprescindible para progresar y sin ella, las demás nunca serán suficientes al faltar aquello que las hace en el tiempo perdurar. No hay atajos que acorten el largo camino del desarrollo personal porque el esfuerzo continuado en el tiempo es, para el éxito, un requisito consustancial (https://www.alonso-businesscoaching.es/blog/2015/06/21/lo-consegui/). Por más que algunos se empeñen, no hay milagros ni nunca los habrá.
Llevo muchos años convencido de que ser perseverante no es una cuestión de voluntad, pues esta es la fuerza inicial que arranca las tareas constitutivas de un empeño. Tareas que es necesario convertir en hábitos (automatismos sin esfuerzo) para mantenerlas sin cesar. No hay voluntad que 60 años dure, pero si permanece la habitualidad.
Hace unos días (un año más como veterano corredor aficionado) he logrado completar, en solitario y sin apoyo alguno, la ruta “Plaza Mayor de Segovia-Bola del Mundo-Plaza Mayor de Segovia” (63 kms. de empinadas cuestas y descensos peligrosos en el Agosto castellano abrasador y tan seco que exige al cuerpo todo su potencial). Al llegar a los 2.265 m. de la cumbre del Alto de Guarramillas (Bola del Mundo), a quien pedí que me hiciera la foto que encabeza este escrito me preguntó por el secreto de volver a cumplir mi reto anual:
¡60 AÑOS… DE TENACIDAD!
De manera excepcional (por demostradas razones de discreción personal), publico esta imagen de mis 60 años como prueba de que el continuado cuidado integral de la salud puede llegar a confundir a la edad…