“La duda razonable” y “De entre los vivos” en el Institut Valencià de Cultura

Ya se encuentran disponibles, para todos los estudiosos y aficionados al cine, sendos ejemplares de “La duda razonable” y “De entre los vivos” en el Centro de Documentación Cinematográfica del Institut Valencià de Cultura (IVC) de la Generalitat Valenciana.

Ambas obras plantean un acercamiento tanto al singular filme de Sidney Lumet, “12 hombres sin piedad” (“La duda razonable”), como a los títulos más populares de A. Hitchcock (“De entre los vivos”), desde una perspectiva inusual: la de unos relatos protagonizados por los personajes de las películas, en donde su espíritu parece revivir para completar lo que entonces no quisieron o pudieron contar.

Si, por una parte, Davis (“La duda razonable”) es el paradigma de la honestidad judicial, Scottie (“De entre los vivos”) se revela como la víctima del enamoramiento más visceral. Uno y otro buscarán la verdad sin saber que este empeño nunca lleva a un destino final. Paradojas de la vida, tal y como la entendemos quienes no nos queremos resignar…

El otro gran… “12 hombres sin piedad”

Mi libro… “La duda razonable / 105 CLAVES DE LIDERAZGO PERSONAL” no existiría si en 1973, atónito y maravillado (con también 12, pero años), yo no hubiese visualizado en el programa “Estudio 1” de TVE la adaptación televisiva de la película “12 hombres sin piedad” (S. Lumet-1957), que hoy La 2 nos vuelve a brindar (pinchando en la imagen de cabecera se accede al video oficial) en un programa doble tras la versión cinematográfica original.

Tal fue el impacto de aquel incomparable ejemplo de comportamiento dialogante y liberal ante la desigualdad social en aquella sociedad española del final de la dictadura que, al día siguiente, nadie habló de otra cosa en cada casa, en cada taller y en cada bar. Una enseñanza que todavía perdura en el recuerdo de quienes, dudando, buscamos la inalcanzable verdad desde la serena racionalidad…

El valor de un guión magistral

Contar una historia y embelesar depende de muchos factores pero, de entre todos, aquello que se cuenta es lo principal. El qué se cuenta no tiene rival ante el cómo, dónde, cuándo y cuánto se viene a contar. Porque la esencia de la vida está en lo que nos ocurre, más que en todo el envoltorio que la pueda arropar.

Además de todo lo demás, aquello que encumbra a “12 hombres sin piedad” (Sidney Lumet-1957) como una obra maestra del cine universal es el inspiradísimo guión de Reginald Rose (al que presta mucha atención Sidney Lumet en la fotografía superior), cuya pluma de orfebre trenza un relato tan subyugante y veraz que es capaz de superar el angustioso condicionante de su escenario único, algo habitual en la escena teatral pero que en cine es pecado mortal. Y aun hay más: en el comportamiento de sus doce personajes podemos encontrar las claves que llevan a caminar por una vida que para todos no es otra cosa que un eterno negociar.   

Es posible que esta película, al programarla La 2, fuera descubierta ayer por muchos espectadores y que algunos se puedan hoy preguntar si Davis (nº8) acertó o no al convencer a los demás. En “La duda razonable” se encuentra mi respuesta novelada a ese enigmático final…

Antonio J. Alonso Sampedro

220 claves… y ya no más

Siempre he defendido que en la concreción se encuentra la mejor revelación del conocimiento ordenado y de la divulgación eficaz. La divagación o la repetición son manifestaciones descuidadas de la limitación de ideas y lo que es peor, del engaño propuesto a quien nos viene a leer o escuchar.

Ser concreto no es una cuestión de extensión sino de, en corto o en largo, evitar la repetición de lo dicho ya. Todo discurso reiterado cansa al receptor y desprestigia al emisor, ambos en busca de rentabilizar un tiempo que es lo más valioso que hay. Cuando ya se ha referido lo que se conoce sobre algo, lo mejor es silenciar la voz y dejar que otros se puedan manifestar.

En 2016 escribí… “Marathon-15% / 115 CLAVES DE SUPERACIÓN PERSONAL” y en 2018… “La duda razonable / 105 CLAVES DE LIDERAZGO PERSONAL”. Sobre cómo mejorar ya no sé qué decir más. Por esto, cierro con este díptico una aportación particular que ahora desconozco si tendrá continuidad y que, si en el primer título quiso ejemplificar la superación con la consecución de un récord mundial, en el segundo buscó en el cine clásico la mejor historia de liderazgo que jamás se haya llegado a filmar. En ambos casos he investigado sobre las claves que orientan el rumbo hacia la excelencia vivencial y las 220 publicadas ya no me dan para más…

Antonio J. Alonso Sampedro

“La duda final”…

12 hombres sin piedad” finaliza con la inesperada absolución de un joven y enigmático acusado a quien solo hemos visto durante unos segundos al comienzo de la película y que, apuntado por unas concluyentes pruebas incriminatorias, parecía claro que a su padre llegó a asesinar. Pruebas que solo Davis quiso cuestionar. Pero… ¿cuál fue la verdad?

“La duda final”, el sexto y último capítulo de “La duda razonable”, despejará esa incógnita desde la misma fabulación con la que fue creada, posicionando al lector ante una extraña realidad compartida con Davis, quien de nuevo dudará…

Antonio J. Alonso Sampedro

Un Epílogo que es más principio que final

En el Índice de “La duda razonable”, a la Introducción le sigue el Epílogo para luego numerarse los seis capítulos que componen la narración. ¿Un error…? No, pues su contenido (que efectivamente es posterior al relato de los hechos) nos viene a indicar lo que a continuación se leerá: un largo “flash-back” que girará alrededor de la novela que está escribiendo Henry Davis y cuyo título y argumento se confundirán, en un juego de matrioskas apariencias, con el que el propio lector se apresta a comenzar…

Epílogo

Cuando una inesperada mañana de 1981, Henry Davis recibió la cordial llamada del Presidente de la Universidad de Columbia anunciándole que “La duda razonable” era finalista del Premio Pulitzer de novela junto a “La conjura de los necios” de John Kennedy Toole, con toda amabilidad agradeció aquel súbito honor y se excusó rechazando el participar. Davis, ajeno ya a cualquier vanidad, no deseaba competir con una obra cuyo flamante título le evocaba algo de su angustiado pasado que nunca podría olvidar y que por siempre le llevaría a dudar…

Antonio J. Alonso Sampedro

Duda con Dado o Duda con Dedo

No creo que exista algo tan cierto en la vida como la Duda, esa compañera entrometida y nunca invitada que, al igual que una segunda sombra, no se despega de nuestra capacidad de decidir y aún más, de nuestra percepción de un mundo que quizás no sea tal y como nos lo llegamos a imaginar. La Duda, nuestra mejor aliada o el peor enemigo con que nos podamos enfrentar. Al fin, todo dependerá de cómo la queramos gestionar.

Cuando decidí embarcarme en la inacabable aventura de escribir “La duda razonable” era consciente de que el libro debería homenajear a la Duda (a la Duda Razonable, claro está), como único posicionamiento vital que nos lleva a transitar hacia el desarrollo personal. Por esto, la historia que busqué imaginar pretendió cerrar muchas de las puertas que quedaron abiertas en la película “12 hombres sin piedad” pero… para volverlas a abrir al final. La necesaria coherencia con el propio título del libro me impedía concluir un relato abrillantado por la certeza total y así traicionar lo que no tiene falsedad: que la Duda, como garante de la búsqueda de la verdad, nunca debe llevar a cerrar la realidad.

Dar nueva vida a Davis (tras dejarlo marchar por las mojadas escaleras de aquel Tribunal cuando en la pantalla aparecía un agridulce “the end”, que no era un verdadero final), me ha enseñado que la vida tiene un coste que aumenta tanto cuanto uno menos quiera aceptar. Por dudar, Davis salvó una anónima vida, pero luego la suya estuvo a punto de acabar. Nada es gratuito porque todo tiene su valor en esa extraña moneda con cara y cruz de implicación personal.

Aun así, resulta ser muy diferente la Duda de quien en su vida todo lo rifa con un Dado que no cesa de lanzar, que aquella otra Duda del que con el Dedo siempre apunta hacia lo que pretende alcanzar…

Antonio J. Alonso Sampedro