“La duda razonable”… YA ESTÁ PUBLICADO

En estos días, conversando con un pintor, coincidíamos sobre la dificultad de dar por finalizada una obra, sea plástica, literaria o qué más da. Todo un ejercicio de practicidad en el que la modestia juega un papel fundamental.

La duda razonable”… ya está publicado y como tal, el libro, pertenece ahora a quienes lo quieran leer, pues ellos serán los únicos que lo podrán interpretar y valorar. Pintar o escribir solo es proponer lo que, al final, únicamente cobra sentido en los ojos de los demás.

Con “La duda razonable / 105 CLAVES DE LIDERAZGO PERSONAL” cierro un díptico sobre desarrollo personal que comenzó con “Marathon-15% / 115 CLAVES DE SUPERACIÓN PERSONAL” y que ahora, sinceramente, desconozco si tendrá continuidad (220 claves que me han llegado a exprimir todo mi pensar). Si para escribir “Marathon-15%” tuve que establecer un récord mundial, “La duda razonable” me ha obligado a fabular una inquietante historia a partir del exhaustivo análisis de una película como nunca antes se había llegado a realizar.

Nada mejor que la Introducción de “La duda razonable” para conocer de que va…

 

“La duda razonable” pretende ser un rendido y debido homenaje a “12 Angry Men” (titulada en España como “12 Hombres sin Piedad”), la magistral película que en 1957 dirigiera Sidney Lumet y protagonizara un Henry Fonda sensacional. Ella ha sido la base de mi Taller “12 Hombres sin Piedad: Las Claves del Liderazgo”, impartido desde el año 2002 en innumerables ediciones que, por sus muchas satisfacciones profesionales generadas, de alguna manera estaba obligado a pagar. Y para ello, que mejor que resucitar aquella historia y darle continuidad. “La duda razonable” es el relato fabulado de lo que aconteció hacia 1980 a los personajes de la película, 23 años después de su final. Aquello que la cámara no pudo filmar.

Pero además, “La duda razonable” incorpora algo muy especial y es el análisis secuencializado de “12 Angry Men”, con las características que la explican como un prodigio de técnica cinematográfica y de lo que para mí es su valor principal: la excelsa caracterización de unos personajes en cuyo humano actuar se encuentran las 105 claves que mejor definen el liderazgo personal. Desde el comienzo hasta el final, todo lo que sucede en la película ofrece lecciones impagables de aquello que en el comportamiento está bien o mal, constituyendo un detallado prontuario de competencias (65) e incompetencias (40) en la gestión de la relación social. Sin duda alguna, no existe otro título en la filmografía universal de tan extensa e intensa ejemplaridad.      

En el Apéndice se recogen, numerados y comentados, los 315 cortes en que he dividido la cinta y que se encuentran minutados a partir del primer fotograma de la primera escena que vemos al comenzar (la panorámica ascendente del edificio del Tribunal de Justicia). Algunos de ellos aparecen intercalados con su numeración en el Capítulo 3, titulado “El relato de Davis”, que contiene la narración en “flashback” que nº8 (Davis, el personaje interpretado por Henry Fonda en la película) hace de los hechos ocurridos durante el juicio y cuya lectura se puede realizar con o sin atender a dicha numeración, manteniendo el sentido de aquella historia que como he mencionado antes, transcurrió años atrás. Es más, aquellos lectores que mantengan fresco el recuerdo de la película, incluso podrán prescindir de este capítulo cuya justificación es procedimental.

Los nombres y demás distintivos vitales de los trece personajes principales de este relato (doce jurados y el acusado) así como de sus familiares, tienen directa relación con las de sus homónimos, los actores que participaron en “12 Angry Men”, aunque debidamente adecuados para evitar una absurda e indecorosa duplicidad y también para dejar al lector un margen para ejercitar su curiosidad. Casi la totalidad de los acontecimientos y eventos citados (políticos, sociales, musicales, deportivos, cinematográficos y demás) son auténticos en todos sus datos y así, por ejemplo, cada concierto o representación de ópera tuvieron lugar en la fecha y lugar que se indica y por los intérpretes que se vienen a mencionar. Todo, buscando una autenticidad allí donde la confusión se quiso instalar y la duda vino a reinar…

Antonio J. Alonso Sampedro

Líder-tiones… 21

Capitulo III – El relato de Davis

(viene de Lider-tiones… 20)… Pero entonces apareció quien nadie sospechaba que pudiera cuestionar la fría lógica de nº4 y menos tumbar su seguridad. Fue nº9, el que se fijo en que a nº4 le molestaban las marcas que dejaban sus gafas en la nariz, las mismas que notó en la testigo principal, lo que implicaba que también las usaba como algo habitual menos en la cama, claro, justo cuando aseguró identificar al imputado en la persona del criminal. Hasta nº4 no pudo negar que ese testimonio también había perdido casi toda su credibilidad.

Consciente de la oportunidad que abría esta brecha en la línea de flotabilidad de la culpabilidad, de nuevo me dirigí a nº12 para solicitar su opinión que, compungido y desorientado, cambió a “no culpable” para luego callar. También lo hizo nº10, como cabía esperar. Tras ellos, nº4 parecía dudar y al preguntarle reconoció albergar ahora una duda razonable que le obligaba a rectificar. Solo quedaba nº3 y el muchacho se libraría de la pena capital.

A nº3 le ofrecí entonces la oportunidad de explicarnos sus argumentos en la seguridad del poder devastador que ejercería su incómoda soledad. Pero comenzó a hablar y su discurso, contundente y pasional, no mostró albergar ninguna debilidad. Conforme avanzaba en repasar todas las pruebas analizadas, cada una le parecía más firme que las demás. Expectantes, todos le escuchábamos en silencio aguardando algún final. Un final que resultó inesperado, provocado por la fotografía de su hijo que sacó de la cartera, contempló y que le vino a derrumbar. En un instante, su disfrazada consistencia se transformó en fragilidad por una caída libre en barrena emocional que explicaba el porqué de tanta animadversión a los muchachos de esa edad. La edad de su hijo y del culpado. La edad de su ser más amado, con el que ya no podía conversar y la edad de quien por eso mismo tenía que pagar. No pudo aguantar, se desmoronó y al fin llegó la unanimidad, marchándonos todos sin hablar más (FINAL del Capitulo III – El relato de Davis, de “La duda razonable”… libro de próxima publicación).

Líder-tiones… 20

Capítulo III – El relato de Davis

(viene de Líder-tiones… 19)… Decantada por primera vez la balanza hacia la defensa de la duda razonable como criterio de prudencia y de responsabilidad, era el momento de volver a consultar, por lo que solicité otra votación. Nº12 y nº1 cambiaron su opinión y con ellos ya éramos nueve los que al muchacho le brindábamos otra oportunidad.

Tras esta votación, fue el carácter irascible de nº10 quien resquebrajó la paciencia de los demás cuando, contrariado por el resultado y llevado por sus aireados prejuicios condicionantes, vino a explotar con lacerantes improperios hacia la clase social del inculpado en un torrente de cruel e inaceptable descalificación, que finalizaría con su definitiva inhabilitación por parte de todos los que ya no queríamos escuchar más (hasta nº 4 tuvo que mandarle callar). Por mi parte no podía dejar que, aunque desacreditadas por los demás, las palabras de nº10 pudieran quedar libres de una enmienda que las hiciera del todo silenciar. Y así lo hice para recordar que, en este y en cualquier Jurado, solo el convencimiento total debía llevar a culpar. Convencimiento que todavía parecían albergar tres individuos y de ellos, a nº3 y nº4 invité a hablar, pues era claro que nº10 había quedado ya fuera de lugar.

A mi petición, nº4 respondió secundado por nº3, cuyo respeto subsidiario hacia él durante todo el juicio me incomodó hasta el punto de llegar a dudar de la independencia de su personalidad. El principal argumento en el que nº4 amparaba su decisión de no votar por la absolución se sustanciaba en el testimonio de la mujer que declaró ver el asesinato desde su ventana (al otro lado de las vías, mientras cruzaba un tren) y reconocer al acusado clavando una navaja en el pecho de su padre, tras lo cual la luz de la habitación se vino a apagar. No quise contestar por temor a errar, circunstancia de ventaja que aprovechó nº4 para presionar a nº12 preguntándole por su opinión. Opinión que cambió a culpable, lo que a muchos nos sorprendió y alarmó, pues suponía una involución que podía llegar a más de ser otros quienes transitasen también por ese indefinido camino de doble dirección al que les podía llevar su falta de seguridad. Ocho a cuatro y tocaba volver a remontar… (finalizará en Líder-tiones… 21).