PROSEGUR y mi dignidad…

Nunca un insulto me ha resultado tan difícil de perdonar, sobre todo porque al mismo se ha unido el ninguneo y la falsedad. Una disculpa hubiera bastado para restituir mi dignidad, pero PROSEGUR y su empeño por silenciarlo, dejándolo pasar, me ha llevado a este desafortunado presente, que no final.

El pasado 21 de octubre de 2022, un empleado de PROSEGUR en acto de servicio me llamó “Gilipollas” a voz en grito, en la vía pública y ante el estupor de los numerosos peatones que no daban crédito a esa falta de educación y lo que es aún peor, de ética profesional. La razón, que es evidente no puede ser tal, aquí no la voy a explicar, pues su extenso detalle llevaría un tiempo al lector que no le voy a demandar. Baste decir que siempre he sido un hombre de bien, prudente, observante de mis obligaciones y respetuoso con los derechos de los demás, pero con 61 años, hoy todavía lo soy más.

Lo que en un principio hubiera sido solucionado con una simple disculpa del causante, en los siguientes cinco meses PROSEGUR lo ha convertido en un rosario de engaños y dilaciones a mis reclamaciones por el improcedente comportamiento de uno de sus vigilantes de seguridad. Hasta el Defensor del Cliente de PROSEGUR ha participado de este comportamiento autocrático e irregular, obviando mis peticiones de intermediación, las dos ignoradas y sin una respuesta oficial.

Consciente de ser uno más de los innumerables ciudadanos agredidos por el poder de quienes, por tamaño, se creen por encima del bien y del mal, quiero elevar mi voz todo lo que pueda y aunque no sea mucha, sí es la de alguien que tiene dignidad y no está dispuesto a callar…