Viajar a capitales cada vez me aburre más…

Viajar a capitales cada vez me aburre más y no por haber perdido mi infatigable curiosidad por las cosas, pero resulta que ahora casi todo lo que veo me parece casi igual.

Allá por los años sesenta, me acuerdo de niño que cualquier desplazamiento con mis padres resultaba ser una fuente de sorpresa continua para mis ojos por las diferencias encontradas en el paisaje y el paisanaje, todo distinto a lo que yo tenía por habitual. No digamos ya los viajes anuales a Segovia para veranear, ciudad que me parecía de otro mundo por sus costumbres, sus casas, sus bares, sus comercios, sus trajes y hasta su hablar. A los 15 años fui con una excursión escolar a Andorra y aquello me pareció el colmo de la sofisticación y la modernidad. De aquel entonces, los recuerdos de mis viajes son muy de memoria, pues la fotografía tenía su coste y se reservaba para ocasiones más principales en las que gastar un par de carretes que, claro, luego había que llevar a revelar.

Al hacerme adulto y prosperar aprovechando la mejora del nivel de vida que en España fue general, me aficioné a viajar a las grandes capitales del mundo occidental para conocer cuál sería el futuro de una Valencia todavía provinciana y que no terminaba de despegar. Paris, Londres, Roma, Munich, Nueva York, Viena, Ginebra, Lisboa, Milán y tantas otras más que ayer me maravillaban y hoy todas me parecen bastante igual (solo algunos edificios y ciertos museos las vienen a apellidar). Las mismas tiendas, cafeterías, cines, vestimentas, ademanes y hasta el idioma inglés, que gobierna en su universalidad. Caminar por la calle Serrano de Madrid es hacerlo por la 5ª de Nueva York, la de los Campos Elíseos de Paris, Oxford Street de Londres, Vía del Corso de Roma o Vittorio Emanuele de Milán. Es evidente que ya no se viaja para ver, comprar y sorprender a los demás. Ahora, para la mayoría, lo original ya es lo usual (incluso para una minoría acaudalada esto también es más o menos igual) y el viajar se reduce más o menos a marcar nuestra presencia en las ciudades que protagonizan el cine o la televisión y así no ser menos que los demás.

El mundo desarrollado se está homogeneizando hasta un nivel total por esa globalidad comercial que muchos países desean para aspirar a más, pero otros condenan porque les resta los privilegios de exclusividad que hasta ahora han venido a disfrutar.

Ante esta realidad cabe la posibilidad de viajar al mundo no desarrollado para buscar exóticas culturas diferentes y contrastar. Yo ya lo hice y confieso que ya no me llega a compensar conocer formas de vida que, en mi lugar de residencia, nunca se darán. Porque yo no viajo para compararme con quien lo está pasando mal, sino para conocerme más y aprender a vivir en mi tiempo y en mi ciudad…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

EL APRENDIZAJE POR CURIOSIDAD

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Se aprende para saber, pero se sabe para usar. Una enciclopedia nada vale guardada en el desván.

Para las personas, aprender sin aplicar convierte lo sabido en una inutilidad, por lo que no tiene sentido aprender más si no somos capaces de llegarlo a utilizar. Esto, que fácilmente se sustenta de puro racional, difícilmente se entiende en el mundo empresarial y así las compañías gastan en formación lo que mejor invertirían en conseguir que lo ya sabido por sus empleados fuera objeto de actividad en lugar de dormir el sueño de la incapacidad. Pasar de la teoría del formar a la práctica del actuar es lo que convierte un gasto en inversión, algo tan obvio que parece un contrasentido que en la España de hoy esto todavía no tenga lugar.

Cuando algo se sabe y no se llega a aplicar con idoneidad no hay otra fórmula para intentarlo remediar que tenerlo que entrenar. El entrenamiento profesional (Coaching) es lo que comienza tras la formación para facilitar su implementación y finaliza con la medición exitosa de los resultados obtenidos tras un proceso de prueba y error en el que solo se busca mejorar.

Todo lo anterior, en su dificultad, es consecuencia de un concepto equivocado del aprendizaje que viene de lejos en el tiempo, cuando se cambió la noción del saber de la Ilustración basado en la curiosidad por ese otro utilitarista iniciado en la Revolución Industrial, que obliga a la necesidad de acreditar unos conocimientos diplomados para trabajar. En “El aprendizaje por curiosidad”, la Crónica 17 de “Marathon-15%: 115 CLAVES DE SUPERACIÓN PERSONAL”, explico este concepto que parece ya olvidado por la humanidad…

Aprender por necesidad siempre será mejor que no aprender, pero sin duda peor que hacerlo por curiosidad. Aprender por necesidad es aprender a remolque de lo que precisamos para resolver lo que queremos solucionar y esto nos condena a saber solo lo que es de obligación pero no lo demás, que precisamente es lo que puede generar un mayor desarrollo personal. Aprender por curiosidad distingue a quien renuncia a finalizar su formación tras pasar por el colegio o la universidad, a quien le devora la inquietud por conocer más, a quien entiende la vida como una oportunidad de descubrir lo que responde a todo aquello que se quiere preguntar.

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro