El valor de un guión magistral

Contar una historia y embelesar depende de muchos factores pero, de entre todos, aquello que se cuenta es lo principal. El qué se cuenta no tiene rival ante el cómo, dónde, cuándo y cuánto se viene a contar. Porque la esencia de la vida está en lo que nos ocurre, más que en todo el envoltorio que la pueda arropar.

Además de todo lo demás, aquello que encumbra a “12 hombres sin piedad” (Sidney Lumet-1957) como una obra maestra del cine universal es el inspiradísimo guión de Reginald Rose (al que presta mucha atención Sidney Lumet en la fotografía superior), cuya pluma de orfebre trenza un relato tan subyugante y veraz que es capaz de superar el angustioso condicionante de su escenario único, algo habitual en la escena teatral pero que en cine es pecado mortal. Y aun hay más: en el comportamiento de sus doce personajes podemos encontrar las claves que llevan a caminar por una vida que para todos no es otra cosa que un eterno negociar.   

Es posible que esta película, al programarla La 2, fuera descubierta ayer por muchos espectadores y que algunos se puedan hoy preguntar si Davis (nº8) acertó o no al convencer a los demás. En “La duda razonable” se encuentra mi respuesta novelada a ese enigmático final…

Antonio J. Alonso Sampedro

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.