No hay peor Despido que el Interior

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Desde que ya casi ni me acuerdo, España batalla con denuedo y sin solución por el abaratamiento del coste del despido laboral defendido por empresarios, los unos o por su encarecimiento reivindicado por empleados, los otros. Todos, en el dudoso convencimiento de que su aportación es la que sanará la endémica enfermedad del desempleo español y por qué negarlo, también beneficiará su cuestión particular. ¡Qué engaño colectivo y que insulto a la ética y a la razón!

En 2007, Lotfi EL-Ghandouri publicó en castellano El Despido Interior con objeto de ordenar las ideas de una corriente de pensamiento un tanto deslavazada hasta la fecha que, más allá de responsabilizar a patronos y obreros del eterno conflicto sociolaboral, apuntaba particularmente a cada cual como clave primera y final del éxito empresarial.

El libro de EL-Ghandouri nos presenta el concepto de Despido Interior como aquel que se genera unilateralmente por parte de un trabajador (lo somos todos, ya sea por cuenta ajena o propia y con independencia de la categoría profesional) al desvincularse de hecho (aunque no de derecho) de su ocupación laboral, continuando en la aparente prestación de sus servicios pero abdicando de su comprometido aprovechamiento. Este tránsito hacia el metafórico y desesperanzador lanzamiento de toalla que hoy parece muy habitual, normalmente suele discurrir de forma gradual y el autor lo dimensiona en cinco etapas que desbocadamente descienden desde la Entrega a la Resignación, pasando por el Compromiso, la Participación y la Retirada. Y todo ello, como suele acontecer siempre, motivado tanto por disparadores externos (la relación con el entorno) como internos (la relación con uno mismo) que, en mi opinión, serán ambos siempre deudores de la voluntad personal por sobreponerse a la dificultad.

En mi ejercicio profesional como Business Coach he llegado a una delicada conclusión cuyo grado de validez reconozco puede estar condicionado por la limitada muestra que manejo (algunos cientos de profesionales, pero no miles): Pues bien, excepto en aquellos casos de cierre empresarial, concurso de acreedores u otra específica singularidad… ¡los despidos en las empresas vienen determinados por múltiples factores siendo uno de los más significativos el grado de Despido Interior en que se encuentra instalado el propio empleado!. A partir de aquí es necesaria una rápida explicación para no arder instantáneamente en la flamígera hoguera que ya me estarán preparando quienes desgraciadamente se encuentren en situación de desempleo y a los que muy amigablemente les traslado que, por sus trágicas consecuencias, no hay peor Despido que el que anticipa el Interior.

¿Alguien participaría en una carrera automovilística con un vehículo cuyo motor de cuatro cilindros solo funcionase con dos…?

Hoy, la viabilidad de una empresa no es responsabilidad única de su Gerente o de su Equipo Directivo (siempre considerando a profesionales honestos y medianamente competentes), sin duda una pequeña parte del capital humano de la misma sin la totalidad del cual nunca habrá futuro. En la exigente carrera por la competitividad empresarial, ninguna podrá aspirar al éxito participando a medio gas. Gas suficiente que solo le puede aportar la totalidad de sus recursos humanos, quienes contribuirán a la mayor o menor generación de valor en función de su grado (o etapa en la que se encuentren) de Despido Interior.

Y a partir de aquí es muy probable que cada lector entienda su situación profesional como muy especial y mayoritariamente ajena a su responsabilidad personal, síntoma inequívoco de ser portador ya del desmotivante, pertinaz y gradual virus del Despido Interior, que últimamente viene siendo tan fatal…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

Re-flexiones… 829

“El mayor castigo para quienes no se interesan por la política es que serán gobernados por personas que sí se interesan”

Arnold J. Toynbee

Arnold J. Toynbee

¿Tener o no tener?… un Plan

Tener o no tener un Plan-1

Si la disquisición histórica se encuentra merodeando incansablemente sobre quien fue primero, el huevo o la gallina, en el caso que ahora nos ocupa yo no voy a dudar: ¡No tienes nada si no tienes un Plan! Y si no tienes nada, no conseguirás nada… y si no consigues nada, nada serás. Pues intentar ser lo que quieras ser (lo que tú quieras y no los demás o lo demás) es el único y existencial fin por el que vale la pena (es decir, el esfuerzo) en la vida estar.

Claro, no me refiero a un Plan de esos más… frívolos, sino a un Plan de vida o de negocio para hacerlos progresar.

Por tanto, ¿es primero el fin o lo es el medio?, ¿es primero el destino o lo es el camino?… me da igual. Comienza por querer tener un Plan para ti o tu empresa e irremediablemente comprobarás que para que no esté falto de coherencia será necesario definir qué Objetivos alcanzar. Por el contrario, define primero los Objetivos y correrás el habitual riesgo de quedarte detenido ahí, sin llegar a elaborar ese Plan que te pueda ayudar.

Indudablemente, lo óptimo es comenzar por fijar destinos para luego trazar caminos, pero la experiencia con cientos de personas en mi trabajo como Business Coach me dice que los mejores propósitos se escriben en el aire con buena letra y tinta invisible, lo que les condena a fracasar: quiero ser esto o aquello o lo de más allá, pero en definitiva, ¿qué vas a hacer para intentarlo lograr…? Haz tu Plan.

¿Qué Plan…? Pues evidentemente un Plan de Acción, puesto que si admitimos la importancia de determinar el camino no hay que olvidar que por este se debe transitar avanzando y esto implica movimiento o lo que es lo mismo, actuar. Un Plan no lo es si no recoge acciones que se muevan dinámicamente en pos del Objetivo fijado, por lo que un Plan deberá ser de Acción y se compondrá de unidades de actuación que en su descomposición final hacia lo simple se traduzcan en sencillas tareas, siempre fechadas en el tiempo y aconsejablemente medibles en magnitudes tangibles para que se puedan seguir y validar.

A menudo me cruzo con personas que insisten en proclamar, en una idealizada defensa del sesentero flower power hippie, la improvisación en la vida como forma de disfrutarla libre y sorpresivamente, huyendo de los condicionantes disciplinarios que define el planificar y que supuestamente engrisecen el arco iris multicolor del camino vital. Y yo me pregunto, ¿qué será ahora de los 500.000 que en Woodstock imaginaron que la vida les sonreiría sin hacer más…?

Es indudable que vivir sin restricciones es el sueño de una noche de verano que todos solemos callar. Vivir sin regla se encuentra en el imaginario colectivo de una idílica existencia domiciliada en un playero paraíso tropical, pero… ¡hasta Robinson Crusoe allí tuvo que tener un Plan! Y no solo él, sino que ha quedado suficientemente demostrado que toda persona que se reconoce con éxito en su vida (haber conseguido muchos de sus deseos) afirma que una parte del mismo se lo debe a la planificación, esa herramienta tan simple en sus reglas, pero tan compleja a la hora de llegar a contar con nuestra convencida e inquebrantable fidelidad…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro