ESCRIBIR…

Antonio J. Alonso en los Desayunos Profesionales Ramon Esteve Estudio (2.1)-2016Dibujo

Escribir (al igual que leer) es lo primero que aprende en la escuela cualquier niño del mundo y esta coincidencia no tiene lugar por mera casualidad. Lo primero siempre establece prioridad y esta queda justificada porque escribir se constituye como la herramienta principal para llegarse a desarrollar como persona y en la vida poder progresar.

En el Capítulo 2 de mi recientemente publicado libro “Marathon-15%: 115 CLAVES DE SUPERACIÓN PERSONAL” escribo…

“…podríamos decir que el mundo de los deseos se asemeja a una exposición de pintura abstracta cuyos cuadros representan unos motivos que describen la realidad de una manera conceptual, sin duda muy alejada de lo que a la vista normalmente son, por lo que deben ser interpretados en la mente del espectador. Y como esa interpretación no siempre responde a una misma visión, de ahí quizás su éxito para unos o para otros su decepción. En cambio, los deseos que nacen con vocación de realización precisan convertir lo difuso en concreto o lo que es lo mismo, transformar lo abstracto en figurativo o si es en fotográfico aun mejor. Los deseos ambiguos y evanescentes incorporan la mejor garantía de olvido y paralización, mientras que aquellos que concretamos y definimos los convertimos en objetivos dando así el primer gran paso para su ejecución.

¿Y cómo convertir un deseo en objetivo? Pues para ello, escribirlo es la mejor solución. Pero escribirlo con todo grado de especificación, de tal manera que si fuese leído por otros, estos fueran capaces de entenderlo exactamente, en su totalidad y sin mayores esfuerzos de comprensión. La escritura es sin duda, de todas, la invención más determinante de la humanidad pues permite expresar y perpetuar los pensamientos mediante un código de común interpretación, que inevitablemente obliga al escritor a repensar lo ideado para que lo finalmente redactado tenga sentido para todos y no solo para el autor. Nadie escribe como piensa y esta es la mejor prueba de que la generación de ideas requiere de código, orden y adecuada expresión para su aprovechamiento y su interlocución.

Pero la escritura también tiene otra dimensión y es la de incorporar un compromiso mayor sobre aquello escrito respecto de lo pensado o incluso dicho y si no, solo hay que referirse a los contratos al uso como documentos universales de obligación. Por ello, formular un deseo por escrito en forma de objetivo e incumplirlo no está exento de un molesto dolor. Dolor que es inexistente o en cualquier caso mucho menor cuando son los pensamientos los únicos testigos de nuestra intención.

Sin embargo, no todo deseo escrito tiene la virtud de convertirse en objetivo si lo redactado no atiende a aspectos como la factibilidad, la especificidad y la posibilidad de medición, sin los cuales no pasaríamos de una mera elucubración, escrita sí, pero sin posibilidad de realización, comprensión, ni comprobación. Lo imposible no genera adeptos, lo inespecífico confunde y lo difícil de cuantificar aleja cualquier posible verificación…”

Saludos de Antonio J. Alonso

RECORDAR PARA CONOCERNOS MÁS

Recordar para conocernos mas

Debo confesar que no he podido reaccionar y así he quedado absorto y suspenso ante el televisor, circunstancia inhabitual en mi beligerante obstinación crítica hacia todo aquello que no mueve a la reflexión y al aprovechamiento de un tiempo cuyo indudable valor nos obliga a usarlo con probidad.

Por una carambola inverosímil del destino, TVE nos ofrecía recientemente y en horario de máxima audiencia dos visiones simultáneas de la España de los años ochenta protagonizadas por el mismo actor, Inmanol Arias, que en la 1 interpretaba cincuentón al Antonio Alcántara de la seria “Cuéntame cómo pasó” y en la 2 a Riza Niro (el hijo veinteañero del emperador de Tirán) en la película de P. Almodóvar, “Laberinto de pasiones”. Además, lo casual no acaba aquí pues Antonio Alcántara tiene en la veterana serie televisiva la edad que en aquellos años tenía mi padre y Carlitos (Ricardo Gómez), su hijo, la misma mía, que también aparenta el personaje protagonista de la película del peculiar director manchego. Para colmo de coincidencias, tanto serie como filme tienen como fecha de ubicación la misma, 1982/83. Ni adrede podría haberse planificado mejor.

Con todo este festival televisivo de encuentros y concurrencias que en un desasosegado zapping trataba de captar, no me pude resistir a contarme a mí mismo lo que me pasó, a recordar en paralelo lo que fue mi vida en aquellos años locos de una España que estrenaba democracia y enterraba uniformidad. Fueron los tiempos de mi juventud, esos que marcan lo que luego seremos y configuran nuestra personalidad.

No es nada nuevo esto de volver la vista atrás, de recordar y reflexionar sobre lo que uno ahora haría de poder volver a vivir una vida que, en realidad, nunca se detiene impidiendo así poder rectificar. Pero recordar no solo sirve para lamentarse de lo que pudo hacerse mal y así en la Crónica 75 de mi libro “Marathon-15%: 115 CLAVES DE SUPERACIÓN PERSONAL” intento argumentar mi defensa de “El recordar para conocernos más”…

Rememorar, muy al contrario de lo que condenan quienes en ello solo ven un reactivo mirar atrás, es mucho más que añorar pues en el recapitular se encuentra la esencia del conocimiento personal. Solo lo vivido nos puede enseñar, pues de lo que ahora se vive o luego se vivirá no cabe análisis con anterioridad. Lo pasado, aunque inmutable, es fuente de percepción real sobre lo que ha sido nuestro actuar y de él, con rigor y humildad, podremos extraer aquello que hicimos bien o mal. Aprendemos del conocimiento personal y conocemos, además, por lo que somos capaces de recordar.

Quienes recuerdan no necesariamente lo hacen por pretender huir de su realidad, sino tal vez por vivir su vida a partir de lo que saben que son y lo que con posibilidad serán…

Saludos de Antonio J. Alonso