Desde la “Econo-mía” hacia la “Econo-nuestra”

Econo-mía

Dicen que los economistas somos expertos en predecir el pasado y yo añadiría que, aún incluso así, con demasiada frecuencia nos equivocamos. La razón es bien sencilla pues la Economía no es la ciencia que trata sobre el dinero (que es contable) sino sobre lo que las personas hacen con él (que no es ya tan contable). Cualquier especialidad que estudie los comportamientos de las personas lo tendrá siempre más difícil pues no olvidemos que todo tiende a complicarse mucho al intervenir las emociones en nuestros procesos de decisión basados en las económica y discutiblemente llamadas expectativas racionales.

Aun con todas sus limitaciones, lo que parece no tener discusión es que a todos nos interesa mucho esto de la Economía, pero sobretodo lo que de mía tiene la materia, quedando aparentemente en un plano subsidiario lo referido a los demás (es decir, la parte de nuestra). No olvidemos que en la Universidad, las propias facultades de Economía en sus programas formativos distinguen como diciplinas específicas la Microeconomía (que estudia el comportamiento individual) de la Macroeconomía (que se centra en el de la colectividad), afianzando propiamente esta separación al establecer escasos lazos de unión entre ambas.

Pero este interés mayor por lo particular frente a lo general que parece definirnos posiblemente no sea tal pues incorpora una singularidad y es que no presenta siempre la misma intensidad al variar significativamente según el signo del ciclo económico en que nos encontremos: prosperidad o recesión.

Cuando escribo estas palabras todavía nos encontramos inmersos en una situación de penuria económica (posiblemente en su tramo final) que pronto cumplirá su sexto aniversario de imbatible reinado en las portadas de todos los medios de comunicación. La consecuencia más evidente de esta preocupante realidad es el empobrecimiento notorio de la mayoría de la población, lo que quizás se encuentra mejor representado por la pérdida masiva de puestos de trabajo y por un estado patente de malestar y desconsuelo de los ciudadanos.

En esta difícil situación, los afectados, cansados y desmotivados por la ausencia de éxito en la defensa personal de lo propio, suelen reorientar sus miradas hacia lo colectivo como única y última salida a sus problemas. Es decir, se produce un tránsito desde el interés por la Econo-mía hacia el interés por la Econo-nuestra, en la confianza y espera de que sea lo Macro quien pueda resolver los problemas de lo Micro.

Desde luego, no podremos cometer mayor error que el de pretender hacer descansar la mayor parte de la resolución de nuestra Econo-mía en los demás, por más que estos (gobiernos, sindicatos, jueces, bancos, organizaciones empresariales, etc.) puedan injerir en ella definiendo marcos de actuación condicionantes. Nunca, pero nunca, se ha podido demostrar que las políticas económicas y los ámbitos regulatorios solucionan por sí mismos los problemas de los individuos y aunque puedan contribuir facilitando, la verdadera llave del progreso económico personal y responsable siempre estará en cada cual.

Transitar por el camino que discurre desde la Econo-mía primero hacia la Econo-nuestra después y no al revés es la mejor alternativa para contar con algunas opciones de poder llegar a un destino económico deseado y no por las circunstancias impuesto…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

El austericidio personal

Austericidio

Que no hay que gastar más allá de lo razonablemente disponible, nunca lo cuestionaré. Pero convertir todo el gasto en ahorro y no parte de él en inversión, siempre lo condenaré y precisamente ahora no me faltarán argumentos para ello.

No es mi propósito opinar sobre las políticas macroeconómicas que rigen la actualidad al no tener por costumbre tratar sobre lo que no puedo cambiar (incluso cuando ello me afecta). La vida es tan corta que merece la pena actuarla en lugar de contemplarla.

No obstante, no puedo esconder que lo que en grande ocurre acaba por acontecer también en pequeño y así las políticas de austeridad gubernamental que hoy presiden muchos consejos de ministros del mundo desarrollado (aunque arruinado) se cuelan aun sin quererlo en nuestras empresas y familias. Y todo por lo que en ciencia económica se llama Expectativas Racionales o esa tendencia a proyectar hacia el futuro lo actual, sobredimensionándolo y entendiéndolo como invariante. Sin duda, la epidemia más viral que exista y cuyo caldo de cultivo ideal se llama miedo colectivo.

Creo en la prudencia como consejera ante el disparate gastador compulsivo, pero nunca como un paralizante de la inversión razonada y rentable. Aun hoy, todavía existen empresas y familias con capacidad de inversión que duerme el sueño de los justos en cómodos depósitos bancarios a la espera de un tiempo mejor. No hay mayor equivocación, pues sin duda es este el mejor tiempo para el encuentro de oportunidades a precios de conveniencia. Cuando todo cambie, todo se encarecerá y el retorno de cada inversión caerá.

¿Por qué negarlo?. Somos conservadores por naturaleza. Sobre todo si tenemos algo que conservar, lo que explicaría el transito vital de la mayoría desde el progresismo juvenil al conservadurismo maduro. Cuando no tengo nada lo comparto y cuando lo tengo, lo defiendo y guardo.

El futuro es incierto, eso es cierto. Por tanto, no debiéramos pensar ciertamente que la crisis económica actual permanecerá sino más bien que transitará hacia otro arco del ciclo pendular que por necesidad deberá ser paulatinamente mejor. Quien esto sea capaz de entenderlo, ganará.

Dicen que la austeridad es práctica de sabios que, por serlo, siempre saben hasta donde llegar en su contenido gastar para así evitar desembocar en un absurdo y trágico austericidio personal…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro