¡Por fin… Viernes!, dijo Robinson

Robinson Crusoe

Buscando la soledad siempre me he encontrado con gente pues vivir es inevitablemente una cuestión social, aun incluso en la más lejana isla tropical. Qué bien comprendo a Mr. Crusoe, todo un Robinson que también deseó la llegada del… Viernes. Desde 1.719 a hoy, parece que nada cambió.

Cuando me propuse buscar un reto personal (Marathon-15%) para ilustrar mi proyecto editorial sobre las claves que concurren en la consecución de objetivos en la vida, por razones de simple operatividad no dudé entonces en elegir uno que de forma autónoma yo pudiera desarrollar sin requerir supuestamente la participación indispensable de los demás. Entonces me olvidé de que todas las semanas tienen su Viernes, sin él que el sábado y el domingo nunca llegarán.

Tras tres meses habitando mi particular isla perdida de esfuerzo y dedicación, ahora busco con fruición a mis Viernes para proseguir con mi misión. Es posible que solitariamente pudiera alcanzarla, pero acompañado me garantizo una más probable obtención. Ningún gran proyecto en la actualidad se puede cocinar en la intimidad. Es imposible ignorar la cerrada urdimbre que la red de nuestra sociedad nos instala bajo nuestros pies como alfombra mágica para navegar. Ignorar esto nos llevará sin ninguna remisión a naufragar y como cualquier Robinson, a tener que desde cero volver a empezar.

Lo que siempre se ha denominado circunstancias como marco condicionante del éxito o fracaso profesional o personal hoy se concreta, en casi toda su especificidad, en la llamada red social presencial y virtual. El incontenible ascenso del protagonismo del entorno relacional en el desarrollo de nuestros propósitos nos debe llevar a mirar la vida con un ojo puesto en nuestras actuaciones y con el otro en las que dependen de los demás.

Confieso que tras cada exigente entrenamiento ardo en deseos de comentar con mi entrenador lo acontecido en forma de respiraciones entrecortadas, dolores soportados, pulsaciones registradas o expectativas futuras de logro y consecución. Todo buscando un parecer que, aunque posiblemente sea coincidente con el mío, me sirva para contrastar mi opinión con algo más que el eco de mi voz.

También así creo que lo pensó Robinson cuando, movido por la imperiosa necesidad de comunicación, arriesgó su vida acercándose a una tribu de caníbales y a Viernes rescató.

No albergo la menor duda respecto de cuál es una de las principales cualidades que explica el éxito de quien lo tiene: su extraordinaria capacidad de relación, buscando preferentemente a quienes le mejoran para colocar cada vez más alto el listón de la exigencia, el talento y la superación.

Por fin, con la llegada del nativo Viernes, Robinson mejoró sus escasas posibilidades de salvación. Aunque él quizás no lo sepa, su apasionante aventura no fue suya sino de los dos…

Saludos de Antonio J. Alonso