“Deportear”… un verbo todavía sin conjugar

Deportear

Hace muchos años que en silencio abandoné el proselitismo deportivo, cabizbajo y desilusionado ante lo que yo siempre he creído una causa justa, pero que los demás parecen ignorar. Ejercitarse físicamente a nadie le parece mal, aunque luego su práctica deje bastante que desear. Me dicen que la vida está para gozar y yo me pregunto si todos coincidimos en lo que realmente significa disfrutar.

No, no nos engañemos con estadísticas basadas en respuestas repletas de propósitos encubiertos de buena voluntad y poca sinceridad por vergüenza a decir la verdad: mayoritariamente, la práctica deportiva regular ha sido y sigue siendo cosa de pocos y marcada por la edad, por la poca edad. Cuando en la vida sobran las energías, gastar no cuesta igual que más tarde, donde el esfuerzo supone un inconveniente tal que cualquier razón peregrina nos basta para tratarlo de obviar. Practicamos deporte al son de nuestra curva hormonal, alentados por la juventud y su facilidad. Somos capaces de administrar el ejercicio físico, la más natural medicina de la salud corporal, cuando mejor nos encontramos y esconderla después, en el momento que es necesaria de verdad.

Es una evidencia que el cuidado de la salud no conjuga con la comodidad actual y así los tiempos que vivimos parece que ejercen de sordina para todo aquello que suponga esfuerzo basado en la voluntad. Nunca se han inventado tantos aparatos milagrosos de teletienda, ni se han diseñado tantas nuevas disciplinas seudogimnásticas que prometan resultados instantáneos, por supuesto, sin sudar. El engaño es aceptado sin cuestionar y en caso de duda siempre quedará el sofá. Qué mundo de celofán este que simplemente relaciona salud con estética corporal, convirtiendo en famosos a imitar a quienes más han falseado su cuerpo en el quirófano de un hospital.

Pero además, mientras nuestra mente siga fisiológicamente vinculada a un cuerpo, el mal funcionamiento de este a aquella la hará fallar. Las emociones y las razones no son una cuestión esotérica e inmaterial, pues se forjan en nuestro cerebro que es parte somática de nuestra entidad corporal, siendo esta, por tanto, de quien dependerán. Nuestras capacidades de sentir y pensar plenamente no son ajenas a nuestro estado de salud general. Quien defienda con orgullo la superioridad de la mente frente al cuerpo como signo distintivo de evolución de nuestra especie y por ello recomiende cultivar aquella sin necesidad de más, no debe olvidar que la vida es equilibrio y sin él no hay intelecto que pueda funcionar.

En Marathon-15% y con honesta sinceridad, no pretendo trasladar a nadie nada que no esté dispuesto a libremente aceptar, pues cada cual tiene el derecho a obrar en su vida como prefiera, siempre sin molestar a los demás. En Marathon-15% de nuevo quiero volver a usar mi voz para manifestar que el deporte es fuente de salud física, pero también mental, pues se configura como la mejor escuela de superación personal. Yo no albergo duda alguna de que sus enseñanzas nos preparan constantemente para afrontar la vida con mayores garantías de éxito y por consiguiente de felicidad. Créanme, “deportear” lleva a “felicidar”, dos verbos inexistentes, pero que habría que inventar para poderlos conjugar….

Saludos de Antonio J. Alonso