“Estos son mis principio. Sino le gustan, tengo otros”

En la historia de la humanidad, la capital discusión filosófica sobre qué principios deben regir la conducta de las personas parece multiplicada en su importancia y trascendencia ahora que se nos plantea la oportunidad de trasladarlos a las máquinas, en su imparable evolución hacia la inteligencia artificial.

La Real Academia de la Lengua Española, en una de sus acepciones, define principio como… norma o idea fundamental que rige el pensamiento o la conducta. Desde luego, lo de pensamiento es algo muy privado que no afecta a nadie más que al propio pensador, pero la conducta ya es otra cosa, al interferir en su aplicación con los demás. Es por ello que nuestros principios son tan importantes pues, al determinar nuestra conducta, definen nuestra relación social. Hasta tal punto puede ser esto condicionador que, en función de sus principios, alguien pueda regalar o robar, salvar vidas o asesinar.

Ahora que la evolución de las máquinas llama a la puerta de su autonomía decisional, el dilema de establecer cuáles son los principios que deberán regir su comportamiento lleva a trascender nuestra responsabilidad desde el ámbito personal de cada cual al general de la sociedad. Establecer que elección tendrá que seleccionar un vehículo autónomo en caso de posible accidente con riesgo vital, es uno de los muchos ejemplos que podemos encontrar en este momento crucial de la filosofía como investigadora de lo que define a la persona como ser racional y espiritual.

Así las cosas, es indudable que el desarrollo tecnológico se ha adelantado desgraciadamente al moral, por cuanto no hay un modelo de comportamiento ético aceptado y seguido como general (ver cada día las noticias de actualidad) que podamos trasladar a las máquinas con garantías éticas de ecuanimidad. Si las máquinas tienen que adoptar los principios que caracterizan nuestra realidad, mucho me temo que pronto peligrará la humanidad como ya anticipó Groucho Marx al esperpentizar la facilidad de muchos para cambiar su moral en favor del gusto de cada cual…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

En defensa de… “las rutinas”

No podemos negar que la rutina vital nunca será el tema preferido para las novelas, las canciones y las películas (excepto, claro está, en Atrapado en el tiempo/Harold Ramis-1993), pues son los personajes que navegan en la variedad existencial los que suelen ser más atractivos para los demás, aunque luego estos en su propia vida prefieran la seguridad que ofrece la repetición de ciertos actos y comportamientos, lo cual… es claro que por algo será.

Para explicarlo voy a seguir por el camino del ejemplo cinematográfico. No puede haber mayor variedad vital que la representada por Robert Redford en la maravillosa y adelantadamente ecológica película Las aventuras de Jeremiah Johnson (Sydney Pollack-1972), en donde su indomable protagonista vive en las Montañas Rocosas una vida libre y sin reglas que le lleguen a condicionar, sin más predictibilidad que la que el destino le quiera deparar. A todos nos encanta verlo deambular, barbado y vestido de pieles, en su atractivo periplo de aventuras guiadas solo por sus ansias de independencia y novedad. Pero nadie estaría dispuesto a tenerlo que imitar. He aquí la gran paradoja que divorcia los sueños de la realidad.

¿Qué hace que optemos por la rutina (o mejor… las rutinas) en lugar de la variedad cuando esta última parece ser la forma de vida que admiramos más? Pues nada más sencillo que un asunto de eficiencia y practicidad. Las rutinas (ya he dicho antes… en ciertos actos y comportamientos) nos aseguran el poder realizar aprovechadamente y sin tanto esfuerzo muchos de los quehaceres que conforman el modo de vida propio de nuestra sociedad, tan exigente como luego generosa por el nivel de vida que nos permite disfrutar. Nadie quiere renunciar a esto y por ello nadie se arriesga a vivir el capricho de una vida azarosa al margen de las reglas de la colectividad.

¡Ah! y que a nadie le confundan esas frases libertarias y pseudopoéticas que asocian rutina con inmovilidad, pues aquella en lo micro se refiere a las tareas a realizar mientras que esta en lo macro a la elección del horizonte al que aspirar. Ambas compatibles por necesidad…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro