El mejor beso, la mejor película, la mejor música y el mejor director

En dos martes consecutivos La 2, en su programa “Días de cine clásico”, nos regala el mejor beso que jamás se filmó y la mejor película de cuantas este arte concibió. Ambos “número uno” debidos al mismo autor: Alfred Hitchcock, a su vez el mejor director de todos los que han llevado a imágenes en movimiento la naturaleza del ser humano en su constante búsqueda de la felicidad y en su incesante estado de contradicción. Pero también, ahí está Bernard Herrmann, el mejor compositor de bandas sonoras y confeso deudor de toda la música clásica en su influyente tradición.

¿Alguien podría esperar que la jovencita Frances Stevens (Grace Kelly) supiera besar al maduro John Robie (Cary Grant) con esa inapelable seguridad y además, dejarle plantado en el umbral de su habitación…? Solo ella en “Atrapa a un ladrón” (A. Hitchcock-1955). El premio no lo consigue por cómo besar sino por cómo mirar, diciéndolo todo pero ocultando lo mejor.

Cuando, tras más de dos décadas sin derechos de exhibición, en 1984 vi por primera vez “Vértigo” (A. Hitchcock-1958), mi corazón se paró. Nunca antes había sentido tal arrebatadora emoción al contemplar una película y ahora, desmedidamente, sigo sintiéndola en cada visualización. “Sigth and Sound”, la revista del British Film Institute que cada 10 años reúne a cientos de críticos de todo el mundo para nominar a las 10 mejores películas de la historia del cine, por aquellas fechas la ignoró. En 1992 ya apareció en el cuarto lugar, para ascender al segundo en 2002 y llegar a desbancar en 2012 a “Ciudadano Kane” (O. Welles-1941), hasta entonces siempre ganador. ¿Por qué?. Porque “Vértigo” define y explica con quirúrgica precisión lo que más ocupa y preocupa al Hombre: el enamoramiento como quintaesencia del amor. Y es tal la claridad y profundidad de su exposición que se erige por derecho propio en una de esas obras de arte que reinan en el Olimpo de la creación a la altura de la Novena de Beethoven, las Meninas de Velázquez, el David de Miguel Ángel, el Quijote de Cervantes o el viejo Partenón.

Además, la banda sonora original para “Vértigo” compuesta por Bernard Herrmann no tiene parangón. Entretejida con los profundos hilos wagnerianos de “Tristán e Isolda”, define y configura la película dándole su verdadera dimensión. Una obra creada en estado de gracia por el también mejor compositor. Nunca una música cinematográfica tuvo tanto significado y valor.

Solo por filmar este beso, crear aquella película y elegir a su compositor, Hitchcock ya sería merecedor de un lugar en esa indeleble Posteridad que registra a quienes contribuyeron a comprender y embellecer la civilización. Pero si a ello le añadimos todas las obras maestras que gestó desde 1920 hasta 1976, esa posición se encuentra a la cabeza, junto a la contada docena de genios que han deslumbrado en el arte universal y dan a la especie humana un sentido arrebatador…