“No pretendas que las cosas ocurran como tu quieres. Desea, más bien, que se produzcan tal como se producen, y serás feliz”
Epicteto de Frigia
El Blog Personal de Alonso-BUSINESS COACHING
por Antonio J. Alonso Sampedro
“No pretendas que las cosas ocurran como tu quieres. Desea, más bien, que se produzcan tal como se producen, y serás feliz”
Epicteto de Frigia
“Sólo es inmensamente rico aquel que sabe limitar sus deseos”
Voltaire
Ayer nos visitó, una vez más, la maquinaria infalible de la Orquesta del Teatro Mariinsky de San Petersburgo (en versión reducida, aunque en la potencia del sonido no se notó) con Valery Gergiev al todopoderoso mando. El concierto lo programó el Palau de la Música de Valencia y fue ubicado en el de Les Arts, como la mayoría en los últimos meses por la falta de arreglo de su sala principal. Pero en esta ocasión algo falló y solo se me ocurren tres posibilidades para su explicación: Gergiev, Calatrava o yo.
El concierto se componía de dos famosísimas piezas del repertorio más habitual: el “Concierto para piano y orquesta nº2” (S. Rajmáninov-1901) y la “Sinfonía fantástica” (H. Berlioz-1830).
En 2016 asistí, en el Palau de la Música Catalana, a la final de su prestigioso “Concurso Internacional de Música María Canals” (ver aquí), en el que los tres pianistas que habían llegado coincidieron en la elección del mencionado concierto de Rajmáninov. Aquella casualidad me permitió comprobar que, interpretado por una misma orquesta, sonaba totalmente distinto en función del solista que se sentaba al teclado. No quisiera culpar a Alexei Volodin (al piano ayer) de que, el que a mí me parece más deslumbrante concierto para piano jamás escrito, sonase ramplón. Entonces… ¿fue Gergiev? Pues creo que no, dado que lo mismo ocurrió con la sinfonía de Berlioz.
En mi opinión el responsable es Santiago Calatrava, que diseñó un Auditorio del Palau de Les Arts que no hay manera de que algo se pueda escuchar con claridad, convirtiéndose la música en un embarullado ruido que no permite distinguir lo que está bien de lo que está mal. Y es que todo sonido viaja a igual velocidad (unos 1.200 km./h.) hasta que choca con algo y en función de su forma y material, vuelve antes o después produciendo extrañas reverberaciones que pueden despistar. Aunque no se trata del mismo fenómeno, el resultado es similar al percibido cuando conectamos unos altavoces Bluetooth con la TV y no ajustamos el retardo para sincronizarlos con el del televisor. La estructura del Auditorio de Les Arts se conforma por numerosos arcos paralelos y sobresalientes de hormigón, que son muy decorativos pero obstaculizan el libre paso de un sonido cuya percepción empeora conforme este avanza hacia las filas que se encuentran al final, precisamente donde yo ocupaba mi localidad (la sala Iturbi del Palau de la Música de Valencia también nació con un problema de sonido que fue solucionado con una intervención posterior).
¡En fin!, que fue una pena para mí pero no para el resto del público a tenor de su gran ovación, lo cual pueda indicar que quien pinchó fui yo…
“A cierta edad, un poco por amor propio, otro poco por picardía, las cosas que más deseamos son las que fingimos no desear”
Marcel Proust
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“Cuando ves lo que somos y lo que representa la vida, sólo el silencio es grande, todo lo demás es debilidad”
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“Nunca rompas el silencio si no es para mejorarlo”
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