Un “Canto de la Sibila” valenciano en la Catedral

Llevado por esa inconfesable obligación de conocer lo que musicalmente no suele ser habitual, ayer decidí hacer la cola para presenciar en la Catedral de Valencia la versión autóctona de “El Canto de la Sibila”, un drama litúrgico que desde el siglo XVI se representa en diversas poblaciones españolas por Navidad y es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

Digo cola porque, al ser el espectáculo gratuito y programarse en estas fechas de tradicional disponibilidad, cuando llegué (45 minutos antes de comenzar) tuve que incorporarme a la misma cuyo final (en ese momento) se encontraba unos 400 metros lejos de la entrada, muy avanzada la Calle del Mar. Al entrar, en el tique recibido constaba que era el espectador 557, no quedando muchos pacientes interesados por detrás con real posibilidad de entrar.

Lo visto y escuchado es un compendio de varias obras medievales y renacentistas (en las que está incluido “El canto de la Sibila”) cosidas con intención de auto sacramental y por ello el resultado final es muy irregular. A las excepcionales corales se oponen pasajes declamados cuya carga de repetición sin solución de continuidad llegan a cansar. No estuvieron mal las solemnes procesiones a lo largo de los pasillos del templo y el vestuario por su calidad.

La interpretación musical a cargo del prestigioso conjunto valenciano “Capella de Ministrers” que desde hace treinta y cinco años dirige Carlos Magraner, al menos es un seguro de fidelidad a una música tan antigua que, de no ser por estas formaciones, se perdería en un olvido total (parece ser que los instrumentos empleados son réplicas de los que muestran los ángeles músicos de los frescos del altar mayor de la Catedral). Si tocaron bien o mal lo desconozco, pues tras quinientos años… quién sabe como esta música se debe interpretar.

En los pasajes vocales destacó la Coral Catedralicia dirigida por Luis Garrido, en especial sus números gregorianos que, sin la profundidad de los monjes de Silos, defendieron un estilo muy difícil de replicar. A las intervenciones del tenor solista Jorge Morata y del niño tiple Noel López como la Sibila nos les faltó voluntad, pero tan poca variación musical en sus letanías no permitió que los pudiéramos valorar.

Por su componente de arqueología musical y el suntuoso marco de la Catedral es recomendable asistir, al menos una vez en la vida para no dejar sin sitio a tantos valencianos que también hacen cola cada año por Navidad…

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