La predisposición en el amor

Si hace una semana publicaba El mapa del amor significando la gran dificultad de acertar en la elección de pareja sentimental, hace casi un año con La admiración defendía esta como condición necesaria para la continuidad de cualquier relación. Ahora queda reflexionar sobre como comenzar en el amor.

Precisamente en La admiración hacía mención a First Dates, el didáctico programa de televisión que ejerce de mejor escaparate de lo que en un primer encuentro romántico lleva casi siempre al error. Si, al error… ¿o no lo es que tras casi 4.000 participantes desde Abril-16 el balance a fecha de hoy sea solo de una boda y un embarazo? Pobre resultado si consideramos que las parejas no se establecen aleatoriamente sino buscando afinidades a partir de lo que podría ser su mapa del amor, obtenido de un completo cuestionario que les pregunta sobre características propias destacadas y ajenas deseadas que todos deben cumplimentar, claro, mejor o peor.

Entonces, ¿dónde está la explicación…? Pues sin duda en la predisposición (según el diccionario, la disposición previa al conocimiento de algo o alguien). Es evidente que, si cierto grado de predisposición positiva es necesario para el avance de cualquier comienzo de relación, lo que demuestran los comensales de First Dates es todo un alarde de salto mortal con tirabuzón en piscina vacía llevados por unos deseos irrefrenables y ciegos de encontrar el amor, de un solo disparo y apuntando adolescentemente al primero que le sienten frente a su sillón. Quizás, más que predisposición, es posible que en sus casos se trate de precipitada ansiedad desnuda de cualquier mínima valoración.

La predisposición en el amor tiene grados como la temperatura de cada estación. El invierno parece que invita a la ensimismada retracción mientras que el verano empuja a la desinhibida interacción. En esta metáfora climatológica de la vida sentimental, es posible que con el frío no encontremos el amor pero el adecuado tampoco lo hallaremos encendidos y abrasados por el calor…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

El mapa del amor

Para tres de cada cuatro individuos, que según las estadísticas son los que están por la labor de encontrar el amor, este tiene su mapa (distinto y personal) que explica muchos de los emparejamientos al igual que casi todos los desencuentros. Encajar o chocar con alguien es algo que podría anticiparse, aun a riesgo de perder así la magia de lo sentimental.

Los últimos avances científicos demuestran que el cerebro de la especie humana ha desarrollado desde tiempo inmemorial tres comportamientos relacionados con el encuentro intersexual: el impulso sexual (que nos orienta a procrear sin más), la atracción sexual (que nos anima a seleccionar con quien procrear para mejorar la especie) y el apego (que, tras la convivencia, nos vincula con alguien para dar estabilidad a la crianza de la prole). En la actualidad, el orden de estos comportamientos no necesariamente se da con la anterior secuencialidad, lo cual introduce un factor de variabilidad emocional en las relaciones humanas que las hace tan arduas de gestionar.

Pero para complicar todo aun más, han sido determinadas también cuatro tipos de personalidades sentimentales vinculadas cada una con una sustancia del organismo: La dopamina que caracteriza a los impulsivos y arriesgados, la testosterona a los pragmáticos y racionales, el estrógeno a los empáticos y protectores y la serotonina a los conservadores y rutinarios. La combinación de ellas en cada cual da lugar a 12 perfiles individuales que vienen a determinar sinergias y controversias al emparejarse, lo cual tiende a enmarañar eso que ya era tan difícil como particular.

Sin embargo, aun hay más: en esto de acertar también influyen los factores no biológicos (educación, cultura, riqueza, etc.) que añaden múltiples variantes a nuestro mapa sentimental, el que nos define como amados y amantes, el que determina nuestras compatibilidades y las de los demás.

Por consiguiente, parece claro que encontrar la media naranja se torna una misión imposible cuando todo lo confiamos a la pura intuición y casualidad, desnortando nuestra búsqueda por no utilizar nuestro mapa del amor, nuestro mapa sentimental (imaginemos que prohibimos a los turistas utilizar un mapa para guiarse en sus visitas por una gran ciudad).

No obstante todo lo anterior y pese a que yo defiendo eso del conocerse bien para mejor interactuar, también es verdad que en esto del mapa del amor estoy con Jorge Luis Borges cuando, en uno de sus cuentos, ironizó sobre la inoperatividad de los mapas de alta definición pues podían llegar a la absurda paradoja de tener que ser a escala natural…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro