El mapa del amor

Para tres de cada cuatro individuos, que según las estadísticas son los que están por la labor de encontrar el amor, este tiene su mapa (distinto y personal) que explica muchos de los emparejamientos al igual que casi todos los desencuentros. Encajar o chocar con alguien es algo que podría anticiparse, aun a riesgo de perder así la magia de lo sentimental.

Los últimos avances científicos demuestran que el cerebro de la especie humana ha desarrollado desde tiempo inmemorial tres comportamientos relacionados con el encuentro intersexual: el impulso sexual (que nos orienta a procrear sin más), la atracción sexual (que nos anima a seleccionar con quien procrear para mejorar la especie) y el apego (que, tras la convivencia, nos vincula con alguien para dar estabilidad a la crianza de la prole). En la actualidad, el orden de estos comportamientos no necesariamente se da con la anterior secuencialidad, lo cual introduce un factor de variabilidad emocional en las relaciones humanas que las hace tan arduas de gestionar.

Pero para complicar todo aun más, han sido determinadas también cuatro tipos de personalidades sentimentales vinculadas cada una con una sustancia del organismo: La dopamina que caracteriza a los impulsivos y arriesgados, la testosterona a los pragmáticos y racionales, el estrógeno a los empáticos y protectores y la serotonina a los conservadores y rutinarios. La combinación de ellas en cada cual da lugar a 12 perfiles individuales que vienen a determinar sinergias y controversias al emparejarse, lo cual tiende a enmarañar eso que ya era tan difícil como particular.

Sin embargo, aun hay más: en esto de acertar también influyen los factores no biológicos (educación, cultura, riqueza, etc.) que añaden múltiples variantes a nuestro mapa sentimental, el que nos define como amados y amantes, el que determina nuestras compatibilidades y las de los demás.

Por consiguiente, parece claro que encontrar la media naranja se torna una misión imposible cuando todo lo confiamos a la pura intuición y casualidad, desnortando nuestra búsqueda por no utilizar nuestro mapa del amor, nuestro mapa sentimental (imaginemos que prohibimos a los turistas utilizar un mapa para guiarse en sus visitas por una gran ciudad).

No obstante todo lo anterior y pese a que yo defiendo eso del conocerse bien para mejor interactuar, también es verdad que en esto del mapa del amor estoy con Jorge Luis Borges cuando, en uno de sus cuentos, ironizó sobre la inoperatividad de los mapas de alta definición pues podían llegar a la absurda paradoja de tener que ser a escala natural…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

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