La lotería nunca me tocará…

El pasado 22 de Diciembre, viajando en AVE a Madrid, me enteré de que el premio gordo del Sorteo de Navidad había tocado allí y además en el mismo barrio donde vive mi madre, que llevaba un décimo pero no del número agraciado. Vuelvo a Valencia y el primer premio del Sorteo del Niño cae en Torrente y el tercero en Benetuser, ambos en el área metropolitana de mi ciudad.

¿Cuál será mi próximo viaje…? Quien me conozca sabrá que me da completamente igual, pues nunca juego a la lotería ni a ningún juego de azar en la convicción del alto coste de oportunidad de cualquier gasto realizado en asuntos de azar.

¿Y cuál es ese coste de oportunidad…? Parece evidente que la parte más fácil de determinar es la monetaria, la del importe en dinero gastado, cuyo aprovechamiento nadie dudará que es más probable en casi cualquier otra posibilidad.

Pero hay otra consecuencia que en mi opinión tiene mayor repercusión en el monto total y es la referida a la actitud vital que viene prescrita por la confianza en la casualidad. Una actitud que mira hacia alrededor en lugar de fijarse en la propia personalidad, en donde lo exógeno se toma como determinante de los resultados y lo endógeno como un resignado espectador a la espera de una aleatoria bondad.

Claro está que en todo esto hay grados de intensidad, pero hasta el más leve ejerce de freno a la proactividad personal en un tiempo actual que pide de todo nuestro potencial para no quedarnos atrás.

La lotería nunca me tocará… estadísticamente, ni aun jugando de verdad…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

La Casualidad no existe… ¡ni aun hoy!

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Hoy es 22 de Diciembre de 2012, fecha en que cada año comienzan oficiosamente las fiestas navideñas en España y que viene popularmente identificada por el evento que mejor representa el reactivo concepto de “esperanza” como deseo gratuito de algo mejor : La lotería de Navidad.

Hace muchos años que vengo repitiendo en mis clases y conferencias una aseveración que no suele dejar indiferente a quienes con estupor me escuchan:

“Vivo mi vida sin esperanza”

Efectivamente es así por triste que pueda parecer porque, no pudiendo renunciar a mis convicciones, deberé contemplar mi futuro ajeno a toda esperanza que me lleve a “esperar…” algo mejor sin propiciarlo yo.

Renuncio a ser como Penélope, la desdichada protagonista de la nostálgica canción de Juan Manuel Serrat , quien esperó cada día de su vida en el banco de un andén a que llegase su amor y cuando este apareció, ya no lo reconoció.

Vivo sin esperanza porque quiero vivir con decisión y para ello deberé hacer para obtener, porque todo lo que tengo ahora en mi vida y le doy valor no me ha sido regalado y menos todavía me ha llegado por esa casualidad a la que siempre aspiramos sin el más mínimo rigor.

Creo firmemente que la casualidad no existe, ni aun hoy, pues quien haya comprado un decimo de lotería tendrá 1/100.000 probabilidades de que le toque una parte del premio gordo y quien sea capaz de comprar los 100.000 números, seguro le tocará…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro