La lotería nunca me tocará…

El pasado 22 de Diciembre, viajando en AVE a Madrid, me enteré de que el premio gordo del Sorteo de Navidad había tocado allí y además en el mismo barrio donde vive mi madre, que llevaba un décimo pero no del número agraciado. Vuelvo a Valencia y el primer premio del Sorteo del Niño cae en Torrente y el tercero en Benetuser, ambos en el área metropolitana de mi ciudad.

¿Cuál será mi próximo viaje…? Quien me conozca sabrá que me da completamente igual, pues nunca juego a la lotería ni a ningún juego de azar en la convicción del alto coste de oportunidad de cualquier gasto realizado en asuntos de azar.

¿Y cuál es ese coste de oportunidad…? Parece evidente que la parte más fácil de determinar es la monetaria, la del importe en dinero gastado, cuyo aprovechamiento nadie dudará que es más probable en casi cualquier otra posibilidad.

Pero hay otra consecuencia que en mi opinión tiene mayor repercusión en el monto total y es la referida a la actitud vital que viene prescrita por la confianza en la casualidad. Una actitud que mira hacia alrededor en lugar de fijarse en la propia personalidad, en donde lo exógeno se toma como determinante de los resultados y lo endógeno como un resignado espectador a la espera de una aleatoria bondad.

Claro está que en todo esto hay grados de intensidad, pero hasta el más leve ejerce de freno a la proactividad personal en un tiempo actual que pide de todo nuestro potencial para no quedarnos atrás.

La lotería nunca me tocará… estadísticamente, ni aun jugando de verdad…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

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