“Enemigo del pueblo”: Reflexiones desde la butaca vacía que suelo ocupar

No me creo equivocar si afirmo que cualquier aficionado a la música elige asistir a una ópera en función de y por orden de prioridad: su MÚSICA/AUTOR, los CANTANTES, el TEATRO (orquesta/coro) y a muy lejana distancia, el LIBRETO y todo lo que comportan los elementos de la ESCENOGRAFÍA en general.

En mi caso, al tratarse “Enemigo del pueblo” (F. Coll-2025) de una obra sin estrenar, no he podido encontrar muestra alguna de su MÚSICA a fin de poderme guiar. Sin embargo, en 2016, Les Arts programó en el Teatro Martín y Soler “Café Kafka” (F. Coll-2014), una ópera de cámara a la que no asistí, pues ese tipo de composición (que yo encuentro estéticamente cacofónica, dolientemente discordante y forzadamente antinatural), se encuentra en las antípodas de mi sensibilidad musical (hay fragmentos en la propia Web de Les Arts). Pero tratándose de un autor de esta misma ciudad, quise darme otra oportunidad y busqué orientación en las presentaciones institucionales de Anna Castro Grinstein y Ramón Gener, encontrándome en ambos casos con la misma y sospechosa situación formal: a diferencia de lo que en ellos suele ser normal, sus intervenciones se han centrado en el LIBRETO, dejando la MÚSICA en un lugar del todo marginal. ¿Por qué…? La razón nos la da (de nuevo sin querer) el propio Gener cuando, ante su manifestada intención de anticipar unos cuantos pasajes de la obra, confiesa que (59:50) “…Francisco me ha dejado poner dos músicas… porque está siempre muy preocupado… esto no suena del todo bien, no lo pongas…”. En este sentido y respecto al secular divorcio entre la música contemporánea y el aficionado en general, el propio Coll ha manifestado…

“Si la situación es así, probablemente haya razones. A lo mejor nos lo hemos ganado con ciertas obras que alejan al público de los teatros. Porque, por ejemplo, John Williams también es contemporáneo y con Star Wars no tiene ningún problema de público. Algo habremos hecho mal”.

Estas son otras opiniones de Coll publicadas con motivo de su estreno mañana en Les Arts…

“La música que he escrito para Enemigo del pueblo no difiere de mi música sinfónica o de cámara. Una música de extremos que aplica los principios de polaridad, gravitación, tensión y relajación. Todo al servicio de la acción dramática”

“La complejidad no es algo que busque, es algo que no puedo evitar. Evitarla sería no ser honesto conmigo mismo, porque el universo es complejo, no mi música. Si evitara esa complejidad natural, estaría traicionando mi forma de entender la creación”

¿Qué lleva a un compositor actual a concebir obras musicales con el previo convencimiento de que, mayoritariamente, no van a gustar…? ¿Se compone para sí o para los demás…? ¿Es una cuestión de capacidad…? ¿Debe ser Joyce y su “Ulises” el modelo creativo a imitar? Yo tengo mis respuestas, como también las tendrá cada cual.

Pero no hay mal que por bien no venga, pues en la mencionada presentación de Gener he tenido la oportunidad de escuchar por primera vez a un afamado escenógrafo explicando, largo y tendido, la adecuación al LIBRETO (que él mismo ha escrito) de su propuesta visual. Es curioso que, tratándose esta de una obra nunca representada y por tanto libre de cualquier necesidad escénica de aportar novedad, Rigola la vuelve del revés (el despacho del protagonista, el médico Thomas Stockmann, lo convierte en una playa meridional) en virtud de esa actual esquizofrenia teatral de no ubicar nada en su estado original. Al término de sus comentarios y como me temía por tratarse de algo habitual en los escenógrafos con ínfulas de modernidad, no ha sido capaz de aclarar de manera inteligible lo que él mismo ha pretendido mostrar.

En nuestro contexto europeo, donde la ópera subvencionada cuenta con cierto margen para el riesgo comercial, el proyecto de “Enemigo del pueblo” nació con el patrocinio de cuatro prestigiosos teatros, retirándose del mismo la Royal Opera House de Londres y el Liceo de Barcelona, para quedar al final el Teatro Real de Madrid con solo cuatro funciones (de las hasta casi veinte que llega a programar) y Valencia con las tres actuales de Les Arts. Es evidente que esta dificultad todavía hubiera sido mayor en USA, cuyo compromiso con la rentabilidad es total, reduciendo a la mínima expresión los experimentos sin gaseosa que vacían las plateas y llenan de estupor al melómano desde hace un siglo de utopía musical. Cierto es que no resulta sencillo gestionar con dinero público los gustos de todos y en especial los de unos pocos (que son muchos menos si les rogamos honesta sinceridad) porque, por ejemplo, de este tipo de caótica música yo pido menos y ellos más.

Tras 20 años sin faltar a ningún título operístico en la Sala Principal de Les Arts, el presente día tenía que llegar (prefiero que por decisión propia a por enfermedad) y con cierto desencanto quebraré esta continuidad por salvaguardar mi coherencia personal. Así las cosas, me conformaré con visualizar la homónima y magnífica película protagonizada en 1978 por Steve McQueen y Charles Durning (ninguneada por todos los comentarios en favor de la avejentada “Tiburón”), lo que me impedirá opinar sobre el estreno mundial de este “Enemigo del pueblo”… al quedar vacía la butaca que suelo ocupar.

Yo voy a la ópera a disfrutar…


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