Triunfar después de la Crisis

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Vaya por delante que si supiera el camino que nos conduce a la Plaza del Triunfo en esta o cualquier otra crisis, el presente artículo quizás se estuviera publicando ahora en “The Economist” pero, desafortunadamente, yo no soy un genio y este no es el caso.

Por tanto, me toca humildemente realizar un sincero ejercicio de modestia profesional y dedicarme a reflexionar sobre algo aparentemente menos complicado y es el cómo triunfar después de la crisis, pues estoy convencido de que esta deseada situación, aun no sabiendo cuándo y por cuanto, algún día nos llegará.

¿He escrito, “menos complicado”…?

Si aceptamos que la vida transcurre como el cimbreante y sorpresivo perfil de una montaña rusa, identificar un camino válido para triunfar después de la crisis no nos serviría de mucho de no ser transitable también para cuando nuevamente nos vuelva esta. Mantener sólidas propuestas personales de largo recorrido normalmente asegura mucho más el éxito que instalarse en un frenesí aventurero y “anti-identitario” por pretender desorientadamente explorarlo todo para finalmente no llegar a nada.

Si partimos de la evidencia comúnmente aceptada de que toda tensión económica viene alimentada fundamentalmente por la desestabilización que provoca la naturaleza ambiciosa de las personas y de las organizaciones, podríamos minimizar aquella si somos capaces de saber definir y regularnos esta.

Siempre he defendido que el espíritu de superación total en el hombre es el motor de avance de sí mismo y de los pueblos. Pero superación no entendida como la cada vez más universal y ya “A-De-eNe-ada” en el ser humano apropiación de bienes materiales que, por su necesaria escasez, obligará por muchos años aun a una dura y en muchas ocasiones deshonesta pugna social.

Basar las propuestas de una vida en el insaciable y muy practicado coleccionismo material obliga a un servilismo tal que condiciona seriamente la capacidad de elección vital en todo y para todo momento, limitando tanto nuestras posibilidades de opción futura que en muchas ocasiones prácticamente quedan ya condicionadas para siempre desde el primer tercio de nuestra vida, precisamente cuando asumimos los principales compromisos hipotecarios de pago.

En este contexto y de forma cíclica, la olla de la economía mundial estalla al no ser capaz de regular los desajustes provocados por la inmensa presión conjunta que ejerce la ambición material de las personas y las organizaciones (normalmente en tiempos de bonanza), en su afán de aprovechar las coyunturas favorables para acaparar al máximo patrimonio y fortuna.

Entonces… ¿cuál es el camino para triunfar después de la crisis?

Instalados desde hace décadas en la cultura del consumo compulsivo y contumaz, vivimos para gastar y no gastamos para vivir, profesando casi todos la religión de la “Adición” cuyo principal mandamiento predica que cuanto más tienes más eres, siendo solo de los ricos el reino de los cielos. Ello supone que muchos (obviamente no me refiero a quienes no llegan a los mínimos vitales) nos creamos desgraciados en tiempos de crisis solo por no poder consumir tanto como lo hacíamos antes, lo que constituye la gran paradoja existencial de los tiempos contemporáneos.

Por tanto, en esta esquizofrénica situación deberíamos considerar todos si no es más apropiado…

¡¡¡CULTIVAR EL PODER DE LA SUSTRACCIÓN!!!

No siempre “menos es más” pero si es cierto que “más no siempre es mejor”, pues la cantidad en exceso abruma la percepción de los sentidos y desvirtúa lo conseguido en una espiral de valoración decreciente sin fin. Sumar incrementará siempre el peso, mientras que restar puede aliviar la carga para caminar mejor y más lejos.

Dentro de algún tiempo, de nuevo sanarán los índices económicos y todos nos olvidaremos del estricto régimen consumista al que nos obligó la crisis pasada, volviendo a la frívola desmesura acaparadora de productos y servicios que confundiremos equivocadamente con nuestro triunfo profesional y personal, cuando no será otra cosa más que el renovado fracaso que precederá a una nueva y telegrafiada crisis mundial… 

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro