San Fermín y los gurús de la motivación exprés

San Fermín

Si San Fermín levantase la cabeza y se le ocurriese patentar sus pamplonicos encierros de toros a la manera que por ejemplo los más famosos gurús anglosajones de la motivación exprés utilizan el caminar sobre brasas, se vería obligado a prescindir de su voto de pobreza y a cambiar el San por el Sir, engalanado por un éxito total.

Debo reconocer que, de todas las manifestaciones festivas en las que participan toros, solo los encierros (no lo que les viene después) caben en mi intención permanente de defender los derechos de los seres vivos como habitantes de un planeta que en ningún registro de la propiedad interestelar consta sea privativo de la especie humana. Correr astados y personas en relativa igualdad de condiciones y sin más objetivo que el de llegar a un destino se me antoja como una acertada alegoría de las dificultades y alegrías que nos ofrece la vida en la actualidad.

Desde hace muchos años no me pierdo ninguna retransmisión televisiva de los nueve encierros julianos que cada temporada inauguran el calendario internacional de las festividades veraniegas en España. De todo lo que veo, lo que más me interesa es lo que no se puede apreciar y está pasando por el interior de esos mozos y mozas que llenan la calle Estafeta de un inmaculado blanco y rojo de tradición, nervios, ilusión y complicidad.

Sin duda, correr un encierro en San Fermín es toda una prueba de valor y superación personal cuyo mérito verdadero solo aciertan a medir los propios corredores quienes, presa de sus más íntimos condicionantes, son capaces de vencerlos con esfuerzo y determinación. Por tanto, que se me entienda bien: ¡les rindo mi admiración sin nada que restar!

No obstante, correr uno o todos los encierros en Pamplona no capacita necesariamente para otros menesteres en la vida, pues no todos los objetivos y retos que debemos afrontar requieren el mismo tratamiento para poderlos alcanzar. Si ello fuera así, que nadie dude que cada 7 de Julio yo tomaría la medicina navarra del éxito y ya está.

De igual manera, lograr caminar sobre brasas (que conste que esta práctica no tiene nada que ver con el Coaching) conlleva el mérito del atrevimiento, aunque no del peligro pues está físicamente demostrado que la sobrevalorada prueba es posible realizarla sin riesgo alguno para la integridad del caminante, siempre que se sigan unas sencillas recomendaciones en la forma de pisar. Hacer de esto toda una demostración de las infinitas posibilidades del hombre en la consecución de sus deseos es uno de los mayores engaños que los mentores de la felicidad puedan colar en las anhelantes conciencias de quienes buscan una milagrosa fórmula reparadora, que evidentemente nunca encontrarán.

Es cierto que carezco de una demostración estadística pero estoy convencido de que tanto quien corrió un encierro sanferminero como el que atravesó tres metros de rescoldos ardiendo, no necesariamente lograron solucionar sus problemas personales tras ello, pues todo remedio cuya fórmula magistral se ampare en un chute de motivación puntual (y por tanto necesariamente caduca) solo se mantendrá lo que la actividad que lo genera venga a durar, quedando siempre por delante la dificultad de la vida desafiante y real a la que habrá que buscar en cada caso y momento su motivación particular.

¡Ah! y por supuesto, el próximo año volveré a disfrutar con los encierros de San Fermín y de las chuletas que, asadas a la brasa, no tienen igual…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

Los Informívoros II

Los Informivoros II

Recientemente escribía Los Informívoros, título apelativo que propone nuestra definición como consumidores contumaces de un exceso de información que a muchos puede llevar hacia una obesidad mediática no deseada… a menos que la disciplina de una dieta comunicacional nos preserve del atracón. Dieta que para ser efectiva no deberá producir apetito por desinformación, para lo que será imprescindible elegir adecuadamente lo consumido en un ejercicio personal de priorización.

En este mismo sentido yo finalizaba el artículo aludido con una llamada al consumo consciente de información proponiendo… primero elegir y luego consumir. Pero elegir priorizando la información que más conviene no es tarea sencilla y no tanto por la inabarcable cantidad de inputs a la que nos enfrentamos cada día como por la forma estratégica en que estos se nos aparecen, es decir, sin nuestra intermediación.

Como consumidores integrales que somos, todos tenemos nuestras preferencias y esto también ocurre en asuntos de información. Desde hace varias décadas está bien demostrada nuestra tendencia mayor a fijarnos en aquello que se acerca a nuestros gustos por lo que, de ser conocidos por quienes nos proveen de contenidos, el riesgo de conspiración mediática puede condicionar nuestra libertad de elección.

No es un secreto que, por ejemplo, el rastro que deja nuestra navegación por Internet es sabido por quienes gestionan la información (y no necesariamente la publicitaria), por lo que muchos de los contenidos que electrónicamente manejamos se encuentran previamente sesgados hacia nuestras preferencias, lo que nos propicia un consumo condicionado que no siempre responde a nuestra libertad de elección.

Pero esto no solo ocurre en la Red ni es una novedad que antes fuera desconocida. Clay A. Johnson, en su libro La dieta informativa, recoge que en 1996 Roger Ailes fundó Fox News (el canal conservador de noticias más importante de USA) con una premisa muy clara: dar a la audiencia información que le confirme lo que opina. El éxito fue total pues nada hay de consumo mediático más tentador que aquello que, en lugar de cuestionarla, reafirme nuestra opinión.

Si hoy ser Informívoro ya no es una posible elección, al menos debemos cuidar que si lo sea nuestra dieta de comunicación, como mejor medida para preservar una salud mental sin la cual siempre quedará perjudicada nuestra capacidad de decisión…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro