¿Pueden las Ideas cambiar el mundo…?

TED

SI o NO son dos respuestas que no contiene este artículo, que pretende ser respetuoso con la complejidad histórica que traslada la pregunta titular y por supuesto, con la inteligencia de sus lectores. No obstante, reconozco no encontrarme equidistante de ambos extremos pues en la vida siempre hay que tomar partido y este jugarlo en público. ¿Dónde estoy yo…?

Siendo mi especialidad profesional más la persona que la sociedad, es decir lo micro que lo macro, he llegado a comprobar que ambos sujetos de análisis en muchas ocasiones se comportan análogamente. En el caso que nos ocupa así es pues, en cuestión de Ideas, tanto lo individual como lo colectivo se encuentran con la misma dificultad: pasar de la teoría a la práctica o lo que es lo mismo, pasar de la gratuidad de los deseos al coste de las actuaciones.

La historia de la humanidad se escribe en su mayoría a partir de lo finalmente acontecido y esto es fruto de una cadena procedimental que indudablemente se inicia en las Ideas. Pero no todas las Ideas llegan a cristalizarse en hechos, pues aun siendo muchas las que atesoran valor es determinante el cómo se instrumenten para que tengan oportunidad de finalizar en concretas realidades.

Recientemente he asistido al TEDx Valencia 2013 que, aunque el sufijo “x” denote su independencia organizativa respecto del neoyorkino evento anfitrión de Chris Anderson, es evidente que comparte el espíritu que a todos ellos caracteriza y que recoge su lema oficial… Ideas dignas de difundir o el más oficioso… Ideas para cambiar el mundo. Por tanto, es indudable que son las Ideas las protagonistas absolutas de estos afamados congresos de conferencias exprés de no más de 18 minutos de duración cada una, cuya posterior difusión en Internet constituye ya todo un reconocido éxito de masas.

Podríamos decir sin temor al equívoco que, hoy por hoy, la plataforma TED se configura como el representante que a nivel mundial mejor dinamiza organizada y sensatamente la generación popular de nuevas Ideas de desarrollo humano progresista, igualitario y sostenible. Sin duda hay otras iniciativas con similares propósitos, pero el liderazgo de esta le hace merecedora de una atención singular.

Mientras asistía, una tras otra, a las charlas del TEDx valenciano un sentimiento de contradicción me inquietaba. Si por un lado recibía como muy interesantes la mayoría de las Ideas allí propuestas, simultáneamente y por otro me preguntaba cuanto tiempo de vida les restaría una vez los asistentes abandonásemos el magnífico auditorio en donde nos encontrábamos. Porque, ¡no nos engañemos!, toda conferencia de Ideas tiene siempre por misión el convertirse en una suerte de altavoz que propicie que lo dicho por uno y escuchado por muchos sea difundido pero también impulsado por estos y no solo por aquel, multiplicando así las posibilidades de recorrido hacia el éxito.

En este punto, debo confesar mi desconsolado pesimismo actual respecto de la continuidad de la cadena… Idea de uno-Idea de muchos-Actuación de muchos, que siempre se rompe por el eslabón final: la Actuación de muchos. Llevo más de una década consagrado profesionalmente al Coaching con objeto de facilitar lo que a todos más nos cuesta y es convertir nuestros deseos en logros (nuestras Ideas en realidades) y soy consciente de la dificultad que ello comporta por la particular e irresistible indolencia que todos presentamos al compromiso que representa la actuación que nos lleve al cambio.

Es posible que algunas Ideas puedan cambiar el mundo pero… ¿cuántas más se quedarán definitivamente huérfanas de promotores verdaderamente comprometidos en su desarrollo activo al ser únicamente apadrinadas por escuchantes impermeables que solo las oirán y con mucho, luego algo contarán…?

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

Los Informívoros

Informívoros

Leonardo da Vinci eligió acertadamente el siglo XV para nacer y ser el genio renacentista que a todos deslumbró pues, de haberse demorado algo más, cada centuria de retraso le habría condicionado privándole del ejercicio de varias de sus celebradas dedicaciones (anatomista, arquitecto, botánico, científico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, inventor, músico, poeta y urbanista), llegando a nuestros días sin más que poder aspirar y como mucho a especialista de una sola disciplina, habida cuenta en todas de su creciente complejidad.

Sin propósito de restar ningún mérito al maestro italiano, saber y ser experto era mucho más fácil hace quinientos años que en la actualidad y la razón que lo explica es tan sencilla como la que define el volumen de información necesario para prosperar en cada actividad. Antaño un hombre culto podía saberlo casi todo de todo, pero hogaño ni todos los hombres más sabios juntos serían capaces de conocer solo un poco de lo que atesora la humanidad.

Sin duda vivimos en plena revolución de la información que, canalizada por unos soportes geométricamente cada vez más potentes, nos ofrece posibilidades de conocimiento que nadie antes pudo sospechar. A vueltas de un click tenemos acceso a todo un mundo de sabiduría en cuya adecuada gestión se encuentra la solución al aprovechamiento de una riqueza cuyo descubrimiento colocaría al borde del colapso hasta el mismísimo autor de la Mona Lisa, acostumbrado a que ninguna ciencia quedase fuera de su capacidad.

Y es por esto que quienes vivimos esta realidad nos hemos convertido en Informavores (devoradores de información). Término prematuramente definido (en 1983) por George A. Miller (uno de los precursores de la psicología cognitiva) que, llevándolo a su extremo, nos invita a pensar que el ser humano de hoy ha pasado de ser un plácido omnívoro a convertirse en un voraz Informívoro de la información universal.

En esta nueva categoría hay personas que corren el riesgo de indigestión crónica por exceso de alimento informativo mientras que otras optan por practicar dieta de conocimiento e incluso, las más radicales, hasta huelga de hambre negándose a informarse, como signo de protesta ante todo aquello que no pueden asimilar. En muchas ocasiones, la abundancia de algo genera mayores problemas que su escasez, aunque ello no parezca cabal.

Por tanto parece evidente que, tanto por exceso como por defecto, ninguna postura que no entienda el consumo de información como la mayor fortuna de nuestro tiempo y que además definirá una era histórica de revolución en la humanidad por la que nos recordarán nuestras  generaciones herederas, estará abocada a fracasar.

Como he mencionado antes, la solución no está en condenar la realidad por más complicada que se nos presente, sino en manejar una adecuada gestión de la información que necesariamente se deberá instrumentar a partir de un sencillo precepto, cuya secuencia nunca convendrá alterar…

primero elegir y luego consumir

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro