Cuidado con el Optimismo… hasta en la Constitución

Optimismo

Una vez más me propongo hablar de lo que no gusta escuchar por ser incómodo y desasosegador. De aquello que falsea la realidad lluviosa pintándola siempre de un azul cielo arrebatador. De lo que no vende por ser poco amable con los deseos que parece todos tenemos de un remedio o una solución que no implique mucha dedicación. Eso es optimismo pues lo contrario, que llamamos pesimismo, nos lleva al esfuerzo y esto parece que no, que no.

El vocablo Optimismo viene del latín “optimun” que significa “lo mejor” y fue utilizado por primera vez para definir la teoría del filósofo alemán G. W. Leibniz que, en 1.710, consideraba que el mundo en que vivimos siempre es el mejor (evidente ingenuidad que fue inmediatamente caricaturizada por Voltaire en su obra “Candide”). Desde entonces hasta hoy el término reúne a muchos adeptos de la confianza ciega en el futuro, sin más razón que su esperanza e ilusión.

El gran problema del optimismo es que se suele definir por oposición al pesimismo y viceversa, lo que genera una trampa de interpretación. Cuando la única posible elección está en identificar el vaso como medio lleno o medio vacío, cualquiera de las dos alternativas estará lejos de la realidad dado que incluye un juicio de valor y ello nos podrá llevar a error pues lo cierto es que el vaso objetivamente contiene hasta su mitad, lo que difícilmente admite discusión. Si nadie hace nada el recipiente no se llenará (lo que esperan quienes lo ven como medio lleno) ni se vaciará (lo que aguardan los que lo ven como medio vacío). El optimismo y el pesimismo analizan la realidad, no como es sino como será, lo cual incorpora el concepto dinámico de predicción, todo un reto para la razón. Pero además, la predicción implica un cierto grado de compromiso con el futuro, lo cual ya es peor.

En este día de aniversario y celebración cabría decir que optimistas fueron aquellos padres de la patria española quienes en 1.978 idearon nuestra Constitución pues, sin asumir más compromiso que el de su redacción, en ella escribieron que todos tendríamos derecho a la vivienda, al trabajo, a la salud, a la cultura y a la educación. Y por si esto no fuera suficiente y sonase a poco también apostaron por que la riqueza debería tender a su redistribución, en un colmo de positiva alucinación que hoy a tantos desheredados suena a traición. Su intención fue buena, como no, pero llevada por un optimismo que fue más cercano a lo utópico que a lo posibilitador y esto ahora para muchos caídos en desgracia no les merece ningún perdón.

Seamos sensatos, el optimismo no incorpora garantía alguna de consecución. Es más bien una actitud simpática y con buena prensa que en su moderación no perjudica, pero extremada puede llevarnos a la desorientación que luego normalmente se convierte en frustración. Pero… ¿dónde está la moderación?. Lamentablemente no contamos con ningún sistema de medición que nos indique cuando el optimismo se convierte en fantasía o alucinación, por lo que la prudencia manejada por el sentido común deberá ser para cada cual la mejor opción.

Antes de comprometerme personal y públicamente con mi reto Marathon-15% dejé a un lado cualquier tentación optimista de valoración de mis posibilidades de éxito a fin de ahorrarme todo el tiempo y el dinero que el proyecto requiere y cuya inversión mal se justifica por un golpe de corazón. Desde el comienzo hasta aun hoy desconozco si seré capaz de conseguirlo, pero lo que me anima a seguir es el progreso semanal de mis resultados amparados en mi esfuerzo y dedicación y no la esperanza de un milagro salvador. Afortunadamente para mí, la Constitución no dice nada de cómo escalar en un Maratón…

Saludos de Antonio J. Alonso

19 respuestas a «Cuidado con el Optimismo… hasta en la Constitución»

  1. Interesante reflexión, Antonio, que me ha regresado a mi infancia en la que aprendí aquello de que: Un pesimista es un optimista bien informado.
    Por desgracias, las informaciones que recibimos día a día no nos permiten permanecer mucho rato en el optimismo.
    Más que reformar la Constitución, los políticos tendrían que pensar en diseñar un presupuesto “base cero”.

  2. Considero que tanto el optimismo como el pesimismo son los puntos extremos de una regla…..y que en el centro está lo que debemos subrayar: “el pragmatismo” que es el equilibrio que se conforma de la praxis y realidad objetiva……Los hispanos tenemos la tendencia a movernos de punto extremo en punto extremo y por eso a través de la historia no hemos tenido los mejores resultados…..Al contrario que los anglo-sajones que son realmente “muy pragmáticos y no conocen “el vaso medio vacio ni medio lleno” sino objetivamente lo que tienen frente así. Discreto totalmente de los “padres” porque lo que no fueron capaces de crear fue el “Imperio de la Ley”; si lo hubiesen hecho, la corrupción sería de casos raros y los juicios rápidos y severos acorde al delito……Los mas de 17,000 aforados son la prueba mas fehaciente que hicieron con esa Constitución los mal llamados “padres de la patria”,,,Y “padres de la patria” siempre se les debe de llamar a verdaderos héroes ó mártires y no a personas vivas….”Hasta los mas ilustres pueden corromperse”….principio básico del Imperio de la Ley en USA e Inglaterra.

  3. Leyendo el Quijote me parece que alli estan representados por un lado el optimismo desenfrenado que linda con la locura y el pesimismo mas bien realista de don Sancho, ahora no se pero yo siempre me identifique con Sancho en contra de la opinion de mi profesora que decia que debemos ser optimistas como el Caballero de la triste figura.

    1. Luis, te agradezco la cita del Quijote aunque me reafirmo en lo mencionado en mi artículo… “El gran problema del optimismo es que se suele definir por oposición al pesimismo y viceversa, lo que genera una trampa de interpretación”.

  4. Hola Antonio:
    Me parece una aportación importante, pero yo la analizo conjuntamente con la escala de locus de control de Vicente Pelechano y creo que tu explicación resulta válida para sujetos que puntúan alto en locus de control externo (los que atribuyen al exterior sus éxitos o fracasos y por tanto se responsabilizan poco de conseguir nada. En cambio, los que tenemos locus de control interno y buscamos la razón de lo favorable o lo desfavorable en nosotros mismos, si somos optimistas es porque entendemos que el vaso medio lleno puede seguir llenándose si nos esforzamos en ello; y preferimos verlo así que medio vacío, en lo que el objetivo inmediato consistiría en impedir que siga vaciándose.

    1. Gracias, Joaquín, por clarificar esta cuestión de un nodo tan amable y respetuoso con todas las critcas al optimismo, como técnico y riguroso. Una cosa, cono demuestras, ni quita la otra. Creo que la confusión entre la psicología positiva y la corriente del pensamiento positivo es causante de mucha polémica y perdida de energía y oportunidades de muchas personas que, aunque parezca lo contrario, no estamos tan alejados en algunas de nuestras actitudes y mirada de la vida. Un saludo cordial.

  5. Me permito felicitarte por tu estupendo análisis, me has agregado mucho valor, me quedo con que el optimismo y pesimismos son ambos juicios de valor y si nadie hace nada ni se llenará ni se vaciará. saludos desde Guatemala, tu amigo Juan Carlos Sasbin, optimista por elección, practico por decisión

  6. “El optimismo y el pesimismo analizan la realidad, no como es sino como será, lo cual incorpora el concepto dinámico de predicción,”

    Fundamental observación (aunque cambiaría “analizan” por “interpretan”.

    Al final, no deja de ser una apuesta sobre el futuro a partir de una lectura personal de los acontecimientos, de aquello que llamamos “hechos” cuando en realidad se trata de percepciones de los hechos.

    Por cierto, no conozco ningún pesimista que se reclame del pesimismo, todos se autodefinen como realistas. Hasta el punto que en mi diccionario particular, que me voy constituyendo desde que llegué a este país sin saber más que cuatro palabras de castellano, defino así:

    – Realismo: masc. Nombre que los pesimistas dan al pesimismo.

    – Optimismo: Nombre que los pesimistas dan al realismo.

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