“Fin de partie” y su premio mundial

La idoneidad en la concesión de un premio artístico siempre es difícil de objetivar. No obstante, al otorgarlo conviene explicar las razones que avalan esa decisión para conocimiento de quienes lo quieran valorar.

La primera producción de la ópera “Fin de partie” (György Kurtág-2018) obtuvo el Premio Internacional de Ópera 2019 en la categoría de “Estreno mundial” (hay otras 20 categorías más). ¡Ojo!… al mejor estreno de una ópera contemporánea de entre los pocos que cada año acontecen en el panorama internacional. Así pues, en 2019, “Fin de partie” jugó en una liga donde había mucha menos competencia que en la tradicional de “Nueva producción”, donde concursaban todas las demás. Es necesaria esta explicación para orientar a quienes, llevados por una equívoca comunicación institucional que no aclara la naturaleza concreta del premio, crean que lo que nos presenta el Palau de Les Arts en estos días es la mejor producción de una ópera en 2019… del mundo mundial.

¿Cómo valorar “Fin de partie”? Pues como lo haríamos con cualquier otra ópera más:

– Voces: Imposible juzgar a unos cantantes (Frode Olsen, Leigh Melrose, Hilary Summers y Leonardo Cortellazi) que no cantan, pues su función es recitar a voces un texto con no mayor musicalidad que lo haría un actor profesional. Para “cantar” esto, ¿dónde hay que estudiar…?

– Dirección musical: Imposible juzgar a un director (Markus Stenz) cuya función principal es la de apuntar con el dedo a cada instrumentista para que no se olvide de “entrar”, pues la partitura no da la posibilidad de armonizar a una orquesta que nunca toca junta y cuyos integrantes (en especial las cuerdas) se duermen ante las escasas notas que tienen que interpretar. ¿Es necesaria una Dirección Musical…?

– Orquesta: Imposible juzgar al todo por lo dicho con anterioridad. Supongo que cada instrumentista sabrá si dio sus notas sin errar y en el instante en que el dedo del Director le vino a señalar. ¿Orquesta o conjunto de solistas a la espera de su turno para tocar…?

– Dirección de escena: Imposible juzgar pues tres de los cuatro personajes nunca abandonan su lugar y el único que lo hace solo es para caminar espasmódicamente unos metros y poco más. ¿Cabe menor dificultad…?

– Música: Para clientes habituales de “Gaes” porque, a muchos de los demás (los que abandonaron la sala en los breves cambios de escenario o los que se quedaron resignados en su butaca), esas dos horas de tortura auditiva no se les olvidarán. ¿Es el “feísmo artístico” la única fórmula para denunciar y reivindicar?

– Texto: Para incondicionales del autor de “Esperando a Godot”, el irlandés Samuel Beckett, de quien Antonia Rodríguez-Gago (su traductora al español) dice que… “se dedicó, entre otras cosas, a desprestigiar la palabra como medio de expresión artística”, lo cual me ahorra cualquier explicación que pueda cansar. ¿Se puede encontrar una mayor coherencia entre música desestructurada y texto experimental…?

– Escenografía: Lo único que da para hablar, pero no mucho pues no se aleja de la moda minimalista que impera en la actualidad. Ambiente deprimente como parece que la obra nos quiere trasladar y algunos juegos de sombras ingeniosos que destacaron sobre todo lo demás.

Tal y como comenté el 19/01/20 en “Dos Palaus… para Bruckner y Strauss” a propósito de la “Elektra” que nos ofreció Les Arts, los gustos son patrimonio de cada cual así como su derecho a libremente opinar. Nadie es inferior por no aceptar la música contemporánea como generador de placer sensorial, como tampoco nadie es superior porque le pueda gustar. Ahora bien, quien a ciegas la alaba públicamente sin otra motivación que la de imitar, epatar y parecer más, es digno de tal lástima como la que despiertan los torturados personajes de “Fin de partie” en su oxidada cabaña de metal.

Dudo mucho que, dentro de 100 años, en los teatros de ópera del mundo triunfe la ópera contemporánea (que ya lleva otros 100 años sin triunfar) y se relegue a la de los siglos XVII, XVIII y XIX como algo propio del pasado y marginal. No obstante, hoy la Ópera es mayoritariamente subvencionada con fondos públicos y como tal debe programar para todos los gustos pero, eso sí, en su justa proporcionalidad…