“El trovador” y los cuatro mejores cantantes del mundo… a los que aún se pide más [7,6]

Escribo “El trovador” y no “Il trovatore” por cuanto esta obra atiende a un argumento basado en la homónima obra teatral del gaditano Antonio García Gutiérrez y que se desarrolla a principios del siglo XV (en tiempos del Compromiso de Caspe) entre Vizcaya y Aragón. Todo muy español, pese a que de esto no se suela hablar.

“El trovador” (G. Verdi-1853) fue compuesta entre “Rigoletto” (1851) y “La traviata” (1853), concentrando estas tres óperas la mayor densidad de melodías célebres por centímetro cuadrado de partitura musical que cualquier compositor haya sido capaz de crear. Además, su dificultad de ejecución vocal ejemplifica la compleja naturaleza del canto verdiano, definidor de caracteres y exigente como el que más. Célebre es la opinión atribuida a Enrico Caruso, quien aseguró que para interpretar con éxito “El trovador” eran necesarios los cuatro mejores cantantes del mundo, algo que en la celebérrima “Di quella pira” hoy es muy patente, aunque quizás no lo fuera con anterioridad.

“Di quella pira” es una cabaletta di forza que arrebata por su galopante melodía y su pirotécnico final. Final en agudo no escrito como ocurre en “La donna e mobile” o tergiversado en “Nessun dorma” (que no se debería alargar), pero reclamado en la actualidad por un expectante público que prefiere ignorar la fidelidad al original (recuérdese el escándalo protagonizado por el tenor argentino José Cura en su Manrico del 2000 y retransmitido en directo por RNE desde el Teatro Real). Así las cosas, escuchar cantar a Roberto Alagna esta aria en la grabación que dirigió Pappano en 2002 sobrecoge por su inhumano fiato final, en el registro más alto de la capacidad vocal de un tenor lírico (do sobreagudo) y asomado sin piedad al borde del colapso pulmonar. Este circo (similar a pretender redoblar en la Novena de Beethoven los trepidantes quince últimos golpes de timbal), no resultaría necesario si prevaleciese el respeto al original, pero ya no es posible volver atrás. Ahora, los cuatro mejores cantantes del mundo deben interpretar esta dificultosa partitura y aún más, si pretenden que se les considere como tal.

Ayer, domingo 8 de diciembre de 2024, se estrenaba en el Palau de Les Arts de Valencia la coproducción de la Dutch National Opera, la Opéra National de Paris y el Teatro dell´Opera de Roma de “El trovador”, con resultado notable, pero sin despuntar…

– ESCENOGRAFÍA [8]: Cualquier puesta en escena de carácter actual que no moleste a la obra ya es de elogiar y si esta incorpora detalles artísticos de buen gusto, pues todavía más. La escenografía de Alex Ollé, minimalista en su original propuesta de unos prismas móviles en vertical (parecidos a los de “2001: Una odisea del espacio”), reordena espacios y crea sutiles ambientes en una traslación de la historia a la Primera Guerra Mundial (según Les Arts), pero que por los cascos y los trajes parece más la Segunda, aunque entre una y otra da igual. Iluminaciones acertadas son capaces de significar a los personajes en ese entorno de calculada frialdad. Personajes que cuando les toca cantar lo complicado quedan eximidos de movimiento escénico, algo que ellos seguro agradecerán y los espectadores también, pues nada hay más inquietante que un tenor dando brincos sin parar. El público debió pensar igual, pues aplaudió a los responsables de escena cuando “Azucena” los sacó a saludar.

– ORQUESTA Y DIRECCIÓN MUSICAL [7]: A este respecto, mi opinión no es la de un músico porque no lo soy y por ello, al margen de mi propio gusto, trato de comparar lo que oigo desde mi butaca con lo escuchado en muchas de las grabaciones acreditadas que, de alguna manera, establecen el canon aceptado para cada obra musical. La versión instrumental que el experimentado director italiano Maurizio Benini nos ofreció, me pareció carente de unicidad, es decir, de un criterio al abordar la partitura de manera igual. A pasajes pasaportados a toda velocidad (véase el inicial “All´erta, all´erta”) sucedían otros con exceso de morosidad. Asimismo, combinó momentos de efusión sonora con otros en los que la orquesta enmudeció sin que ello tuviera una clara razón musical. Esta esquizofrenia directiva, por fortuna, no llegó a más y la función se pudo salvar. Como siempre, el público explosionó en aplausos a la Orquesta de esta Comunidad. Una Orquesta cuya fama (bien ganada), haga lo que haga, ya la sitúa más allá del bien y del mal. Es lo que tiene el posicionamiento popular.

– CORO [8]: Como siempre, actoral y bien timbrado, en especial las voces femeninas al afrontar el delicado coro de monjas (“Ah! se l´error t´ingombra”) que, desconozco si por ello será, pero fueron dirigidas in situ por un Jordi Blanch supuestamente escondido, pero fácilmente visible desde mi localidad.

– VOCES SOLISTAS [7,5]: De las cuatro mejores voces del mundo exigidas por Caruso (se entiende que para estos papeles) solo compareció una… Ekaterina Semenchuk [9], descomunal interpretando Azucena por su tesitura de casi contralto y por su arrebatadora personalidad (magnífica en “Stride la vampa!”), casi a la altura de las mejores en disco (Cossotto, Barbieri, Simionato o Horne), demostrando que doce años después de cantar lo mismo en Les Arts bajo la batuta de Mehta, ahora lo llega a mejorar. Olga Maslova [8], Leonora de voz sedosa, le siguió en calidad, sin descomponerse cuando la partitura pide decibelios y acertando (como demostró en “D´amor sull´ali rosee”) en los momentos de sutileza vocal. Manrico lo encarnó el italiano Antonio Poli [7], también de bella voz y siempre aterciopelada, pero a la que no le sienta bien la dificultad y eso se comprobó en una “Di quella pira” para olvidar. Finalmente, el Conde de Luna que iba a cantar el gran Artur Rucinski (inolvidable su Eugenio Oneguin de 2011 en Les Arts) fue sustituido (debido a la tan socorrida “afección vocal”) por el barítono Lucas Meachen [6], con presencia, pero de voz desarticulada y fuera de estilo verdiano, lo cual es pecado mortal.

“El trovador” se representó en Les Arts en junio del 2012, con análoga sustitución del Conde de Luna, pero mejores resultados, tal y como entonces lo vine a significar:

Ayer asistí al mejor “Trovatore” que yo haya podido presenciar. Fue en el Palau de les Arts de Valencia y todos los augurios preliminares así lo apuntaban: dirección de Zubin Mehta, escenografía de Gerardo Vera y las voces de Jorge de León, Maria Agresta, Ekaterina Semenchuk y Juan José Rodríguez, el sorpresivo sustituto de Sebastián Catana, que arrancó algunas de las ovaciones más apasionadas del cuarteto vocal...

De las innumerables grabaciones de esta obra, recomiendo la registrada en 1970 (partitura completa para RCA) por el vigoroso Zubin Mehta y la New Philharmonia Orchestra con Leontyne Price, un jovencito Plácido Domingo, Sherrill Milnes y la referencia absoluta de Fiorenza Cossotto, todos en una trepidante versión que destaca de las demás por su garra y el mágico equilibrio del cuarteto protagonista… casi imposible de encontrar.