“Diálogos de carmelitas”: ¡Viva la honestidad, la sencillez y la personalidad! [8,8]

“Ustedes deben perdonarlas, mis monjas solo pueden cantar música tonal”. Así, con esa fina ironía de quien se declaraba confeso católico y daba la espalda a la expresionista Segunda Escuela de Viena para mirar atrás (Debussy en particular), justificaba Francis Poulenc su escritura modal (si bien original) para “Diálogos de carmelitas” (1957), un magnífico ejemplo de sensata evolución musical en el siglo XX, tanto por la calidad como por la claridad, evidenciando su compromiso con un público que sin captar nunca podrá disfrutar. El gran barítono francés Pierre Bernac, amigo del compositor durante más de veinticinco años y encargado de estrenar la mayoría de sus canciones, decía que su música… “Permanece dentro de los límites de un estilo clásico, tan lejos de la exageración como de la frialdad”.

Que esta ópera parta de una tragedia real sufrida por una comunidad de monjas carmelitas en 1794 durante la Revolución Francesa, inviste de una significación especial toda la obra y en particular el “Salve Regina” de su sobrecogedor final que, junto a los de “Tristán e Isolda” (R. Wagner-1965) y Salomé (R. Strauss-1905), constituyen en cuanto a sus sublimes formas de terminar (cada una en su estilo) la más excelsa trinidad. Si en Wagner es sosiego redentor después de más de cuatro horas de tormenta emocional y en Strauss un desbordante torrencial de venganza tras decapitar a quien no accedió a amar, Poulenc inunda de obstinado dramatismo con sordina galopante la escena musical, al silenciar una por una a las monjas que, víctimas de la revolucionaria guillotina por no renunciar al voto monástico, perderán también la cabeza y su plegaria celestial. Por difícil que parezca, aun sin la determinante música de Poulenc, esta encadenada tensión final también es conseguida en la meritoria versión filmada en 1960 por Agostini y Bruckberger, basada en la obra teatral de Georges Bernanos y protagonizada por Jeanne Moreau (Madre María), Alida Valli (Madre Teresa) y Pascale Audret (Novicia Blanche). El Papa Francisco, en noviembre pasado, elevó a las dieciséis mártires a la santidad (respecto de este número, desconozco la explicación a la cantidad variable de golpes de guillotina escuchados en esta ópera, que son 14 en las versiones recomendadas más abajo, pero en la de Bertrand de Billy, en la que mostró Ramón Gener o en la de Les Arts, llegan a las 16… para mi total asombro y perplejidad).

Afortunadamente, para apreciar y disfrutar “Diálogos de carmelitas” de Poulenc no hay que renunciar al gusto musical aprendido de los grandes maestros barrocos, clásicos y románticos, dejándonos llevar por una partitura tan singular que, sin copiar a las demás, logra transmitir fácilmente lo que sus congéneres se empeñaban por aquel tiempo (y el actual) en encriptar. ¡Viva la honestidad, la sencillez y la personalidad!.

Ayer, 23 de enero, se estrenó en el Palau de Les Arts de Valencia, la célebre producción de la Dutch National Opera y el Ballet de Ámsterdam que data de 1997 y cuyo resultado sobresaliente solo fue presenciado por los abonados y algún que otro aficionado más. Los demás (aún lo pueden remediar) se perdieron una obra que muy posiblemente no tengan otra ocasión de presenciar.

– ESCENOGRAFÍA [9]: Toda la fama que acompaña a esta veterana dirección escénica de Robert Carsen es merecida y no por su originalidad, pues cualquier otra propuesta minimalista hubiera replicado mucho de lo que ayer se pudo disfrutar. Y es que la fuerza dramática de los hábitos carmelitas inunda de blanco y negro una escena que no precisa de más, excepto la incorporación de un número inusual de figurantes como aportación diferencial. Su cometido parece querer representar al pueblo amenazante, pero en la práctica ejercen más de telón ante los discretos cambios de un atrezo en el que destaca un sillón Luis XVI como línea argumental. Carsen y su equipo, presentes en Valencia durante más de un mes, recibieron los segundos mejores aplausos de un público que, harto ya de experimentos sin gaseosa, agradeció la total ausencia de pretenciosidad.

– ORQUESTA Y DIRECCIÓN MUSICAL [9]: Riccardo Minasi (Director de la Orquesta del Mozarteum de Salzburgo) nos ofreció una lectura de la partitura espectacular, cuyo mayor exponente lo tuvimos al final, en el “Prelude II” y el “Salve Regina”, ambos cargados de dinámica emoción a toda orquesta, tal y como esperábamos escuchar. Lástima las imprecisiones del metal, que añadieron disonancias a una partitura que las pretende evitar. No es fácil dirigir esta obra por cuanto funciona como las de Wagner, es decir, la música y no la voz es el vehículo que transporta el hecho narrativo, algo que resulta diferente a lo habitual. Música que armoniza con los cantantes y no los replica en su misma línea vocal, lo que requiere una batuta fina a la hora de empastar. En otro orden menor, Minasi no ejerció su italianidad y vistió a la usanza de un director bancario de sucursal (mi respeto a ellos, pues yo lo fui de varias hace mucho tiempo ya), con traje de corbata poco acorde a la ocasión y a la moda sinfónica actual que, buscando la comodidad prescinde del frac, pero no renuncia a la original elegancia de esas sencillas chaquetas de cuello cerrado e inspiración oriental.

– CORO [9]: Muy bien en su escasísima participación, dado que las carmelitas ejercen del mismo como corresponde a su regla monacal.

– VOCES SOLISTAS [8,5]: A diferencia del reciente “Trovador” que pudimos presenciar en Les Arts, para “Diálogos de Carmelitas” no se precisan las cuatro mejores voces del mundo, al distar mucho el canto verdiano (y cualquier otro del siglo XIX) de este permanente carácter recitativo silábico que salmodia cada intervención vocal. Así pues, los solistas cumplieron bien su trabajo, que fue especial en el caso de la incombustible (como la Rita Gorr de la recomendación) Doris Soffel, encarnando con pasión a la vieja Priora (único personaje al que Poulenc permite la expresividad teatral) y que por ello recibió el más agradecido aplauso final.

Como curiosidad, quisiera trasladar el resultado de mi seguimiento visual a ciertos abonados que, demostrando su infatigable tesón, van ganando año tras año esa buscada diagonal que les acerque hacia el centro y a las primeras filas de platea, cuyas localidades ganan en visibilidad, pero en Les Arts pierden acústica, algo que tras varias temporadas en esa ubicación me aconsejó migrar a otro lugar…


La gran mezzosoprano belga Rita Gorr es el nexo de unión de las dos mejores grabaciones de “Diálogos de carmelitas”, que distan treinta y tres años nada menos (desde el 1958 de la versión de Pierre Dervaux con la Orquesta y Coro del Teatro Nacional de la Ópera de París para EMI, al 1991 cuando Ken Nagano dirigió a la Orquesta y Coros de la Ópera de Lyon para Virgin), interpretando primero a la Madre María y después a la Madre Priora anciana, toda una demostración de infrecuente longevidad.