Contra viento y pandemia

En la cima del Alto de Las Guarramillas el 18/08/22

Mucho de lo conseguido en la vida tiene su valor por la acumulación de una misma actuación, cuya unidad puede atesorar mérito pero la repetición sin falta todavía lo tiene más. No es lo mismo ser algunas veces puntual que serlo siempre y aun a pesar de los imprevistos que puedan condicionar.

Así, cada Agosto me siento en la obligación personal de no fallar en mi cita solitaria e individual de llegarme corriendo desde la Plaza Mayor de Segovia hasta la Bola del Mundo (más allá del Puerto de Navacerrada, en el Alto de Las Guarramillas a 2.265 metros) y volver, travesía de sesenta y tantos kilómetros con desnivel que comenzó hace más de dos décadas como algo ocasional y año tras año va adquiriendo la relevancia de su continuidad, convirtiéndose en un reto de dificultad creciente contra mi sexagenaria edad.

Pero este verano ha sido especial. En pleno proceso de aclimatación a la altura de los mil metros de Segovia sobre mi acostumbrado nivel valenciano del mar, el 8 de julio me contagié de Covid y tras cuatro días de fiebre no esperaba que durante todo ese mes un malestar en forma de la fatiga crónica me fuera a acompañar, condicionando unos entrenamientos que más parecían penitencias de Semana Santa en un agónico procesionar.

Desatendiendo los muchos consejos ajenos que me recomendaban aparcar por este año mi reto anual, contra viento y pandemia, una vez más lo he vuelto a lograr.

¡Qué fácil es encontrar argumentos para abandonar… cuando la conciencia quiere ser tan indulgente como falaz!

Acompañado por un par de admiradoras

¡60 años… de tenacidad!

Tras llegar a la Bola del Mundo (20/08/21) y a punto de iniciar el retorno a Segovia…

Hoy cumplo 60 años. Seis décadas en las que, como es normal, he aprendido a fuerza de fracasar. La “prueba y error” es un método de aprendizaje que no se elige a voluntad, pues es consustancial con el discurrir de la humanidad, que avanza tratando de mejorar lo que antes le salió mal.

De todas las enseñanzas que hasta hoy he podido atesorar, no tengo duda alguna de que, es la constancia, la que vale más. No hay competencia personal tan imprescindible para progresar y sin ella, las demás nunca serán suficientes al faltar aquello que las hace en el tiempo perdurar. No hay atajos que acorten el largo camino del desarrollo personal porque el esfuerzo continuado en el tiempo es, para el éxito, un requisito consustancial (https://www.alonso-businesscoaching.es/blog/2015/06/21/lo-consegui/). Por más que algunos se empeñen, no hay milagros ni nunca los habrá.

Llevo muchos años convencido de que ser perseverante no es una cuestión de voluntad, pues esta es la fuerza inicial que arranca las tareas constitutivas de un empeño. Tareas que es necesario convertir en hábitos (automatismos sin esfuerzo) para mantenerlas sin cesar. No hay voluntad que 60 años dure, pero si permanece la habitualidad.

Hace unos días (un año más como veterano corredor aficionado) he logrado completar, en solitario y sin apoyo alguno, la ruta “Plaza Mayor de Segovia-Bola del Mundo-Plaza Mayor de Segovia” (63 kms. de empinadas cuestas y descensos peligrosos en el Agosto castellano abrasador y tan seco que exige al cuerpo todo su potencial). Al llegar a los 2.265 m. de la cumbre del Alto de Guarramillas (Bola del Mundo), a quien pedí que me hiciera la foto que encabeza este escrito me preguntó por el secreto de volver a cumplir mi reto anual:

¡60 AÑOS… DE TENACIDAD!

De manera excepcional (por demostradas razones de discreción personal), publico esta imagen de mis 60 años como prueba de que el continuado cuidado integral de la salud puede llegar a confundir a la edad…

SEIS AÑOS YA…

Otro año más celebro el aniversario de mi récord mundial y cada recuerdo tiende a ser algo más personal. Es lo normal, porque la distancia empequeñece para los demás lo que para uno mismo sigue escrito con gran titular. La vida ajena discurre en un permanente teatro de la actualidad, quedando lo pasado en el olvido y la oscuridad. Por eso escribí Marathon-15% y por eso cada 13 de Junio lo vengo a rememorar.

Seis años en los que nadie, en 42,2 kilómetros, ha subido más de los 6.233 metros que conseguí alcanzar. Seis años que, en Septiembre, me llevarán a cumplir los sesenta sin que haya disminuido mi ilusión por seguir corriendo cuesta arriba, con igual determinación y sin parar…

Atalanta, el Coronavirus y santa Rita

Es posible que este título pueda despistar a los que relacionen Atalanta y Coronavirus con los contagios producidos el pasado marzo en el encuentro de fútbol celebrado en San Siro, correspondiente a los octavos de final de la Champions League, entre el homónimo equipo de Bérgamo (entonces una de las zonas más afectadas por este coronavirus) y el Valencia CF, donde se concentraron 40.000 seguidores italianos y 2.500 valencianistas, que volvieron a la ciudad del Turia tan escasos de moral como cargados de epidemia mortal.

Pero no. Lean más los que se sientan agraviados por las consecuencias, no sanitarias sino económicas, generadas por el Covid-19 y en particular, aquellos que hayan adquirido un servicio “normal” que ahora les obligan a usar por el mismo precio pero rebajado de calidad, es decir, un servicio “nuevo normal”.

Quienes siguen este Blog conocen de la prudencia en trasladar mi vida personal, algo que no parece a la moda actual. Como excepción, en esta ocasión lo haré movido por el interés de orientar a los que Santa Rita priva de sus derechos, tal y como a mí ambiciona arrebatar.

El próximo año cumpliré 60 y desde los 15 no he dejado de entrenar. En mi época universitaria frecuenté varios gimnasios económicos de la ciudad de Valencia e incluso trabajé por horas en alguno para sufragar mis gastos de manutención personal. Hacia 1995, una vez establecido profesionalmente, me inscribí en Atalanta Sport Club-Spa de la calle Ramón Asensio, “por entonces” el mejor centro deportivo de Valencia. En 1997 tome la decisión de comprar una vivienda y el principal criterio de elección fue la proximidad con Atalanta. Han sido 25 años de fidelidad deportiva y profesional hasta el punto de elegir, hace 5 años, celebrar en sus instalaciones “Marathon-15%” (mi asalto al récord mundial de desnivel positivo en maratón) así como los coloquios mensuales de “Foro Coaching Valencia” (agrupación decana del Coaching en Valencia, con sus 100 ediciones celebradas). Pero también de fidelidad económica, pues durante estas dos décadas y media he abonado sus cuotas anualmente y por anticipado (unos 18.000 € en total), algo que para toda compañía de servicios representa la mejor opción financiero-comercial.

El cierre gubernamental de las empresas no esenciales decretado el 14/03/20 ante la pandemia del Covid-19 coincidió con la mitad de mi contrato anual. Atalanta abrió el 15/06/20 y un día antes remití un correo comunicando que, en tanto no se despejara significativamente la preocupante situación de contagios que se registraba y se restableciese los servicios a lo habitual, no volvería a sus instalaciones. Las razones principales se basaban, tanto en la imposibilidad de garantizar las buenas prácticas y la seguridad (no del centro sino de los mismos clientes, con idiosincrasias dispares, en su uso discrecional de unas instalaciones y aparatos en constante contacto personal) como de la reducción de prestaciones (de aforo en salas, piscinas, solarium, vestuarios y actividades) que limitaban mi uso habitual. Por tanto, solicité la devolución de los 6 meses restantes de mi contrato anual con el compromiso de replantear mi vuelta cuando lo de “nueva” dejase de acompañar a la definición de normalidad.

A partir de ahí un rosario de correos intercambiados, que por mi parte traté de objetivar con lo que la Ley (Real Decreto 11/2020 de 31/03) dice al respecto: que se debe reintegrar los meses en que las instalaciones permanecieron cerradas y también los restantes si el servicio ofrecido difiere del inicialmente contratado. Al final, solo me retrocedieron los 3 meses correspondientes al cierre por el Estado de Alarma pero no los 3 restantes (185,85 €), dando unilateralmente por cerrada cualquier comunicación más.

Esta situación, que a muchos usuarios de servicios (deportivos o de otro tipo) les pueda estar afectando en la coyuntura actual, parece no tenga más solución posible que la franciscana resignación o la onerosa aventura judicial. Lo primero no es del agrado de muchos pero lo segundo todavía menos, al comparar el importe reclamado con los posibles gastos de una Demanda ante cualquier Tribunal. Yo mismo, en un principio, también me encontré ante ese callejón sin salida decisional hasta que descubrí las Demandas de Procedimiento Monitorio, una reciente figura legal que permite reclamar judicialmente cantidades por cuenta propia (sin mediación de abogado y procurador), exentas de tasas y de una manera tan simple que no es necesario ningún conocimiento legal.

Ayer, 01/10/20, presenté la mía ante los Juzgados de Valencia y con objeto de orientar sobre su formulación, dejo la posibilidad de consultarla aquí para quienes eso de… “lo que se da no se quita” pongan en cuestión y no se resignan a claudicar.

Si finalmente la Justicia me da la razón, Atalanta Sport Club-Spa deberá olvidar las equívocas prácticas de su apócrifa santa Rita, que más nos quita que da…

Lo que el Covid-19 no me pudo robar…

-En la cumbre de la Bola del Mundo (Alto de Guarramillas-2.265 m.), el 02/09/20 hacía las 12:00 h.-

Siempre recordaré aquel 2 de mayo de 2020 como el día en que la decepción tocó el desconocido techo de mi frustración personal. Cuando la realidad quiso imponer su implacable verdad a ese engaño que yo me había fabricado a fuerza de no darle oportunidad a mi cuerpo de dejar de entrenar. Toda una vida de esfuerzo físico ininterrumpido que me instalaba en la creencia de disfrutar por siempre de una juvenil edad metabólica, que hoy reconozco contemplaba como un espejismo fuera de toda autenticidad.

Tras 50 días confinado y sin poder correr ni convenientemente caminar, aquel sábado de primavera en que nos permitieron trotar descubrí que las preventivas dos horas diarias de exigente gimnasia de mantenimiento en mi hogar solo me sirvieron para evidenciar que, a un año de llegar a los sesenta, el incumplimiento de la regularidad en un corredor veterano se paga tan caro que, en aquel momento, me hizo de todo dudar. Llegar a casa tras una hora de carrera suave, exhausto, mareado, con indisposición intestinal y en definitiva, con la sensación de haber disputado otra vez mi Marathon-15%, me llevó a constatar lo desagradecido que es el cuerpo cuando la vida por delante tiene mucho menos recorrido que por detrás.

Si los resultados de tanta dedicación deportiva, obstinada y marcial, se habían diluido como un azucarillo en el mar por faltar dos meses a mi cita pedestre habitual… ¿a quien no le asaltarían las tentaciones de abandonar esa exigencia diaria y aflojar? A mi edad… ¿no merecía ya un descanso en forma de sosegada jubilación de este trabajo físico agotador, mayor incluso que el más exigente laboral? ¿Quien, por tanto, me obligaba a continuar…?

Cuatro meses después, el 2 de septiembre, volví a conquistar un año más mi solitaria y particular travesía estival “Segovia-Bola del Mundo-Segovia”, constatando nuevamente hoy (que cumplo 59 años) algo que ningún Covid-19 me podrá nunca robar…

¡LA PERSEVERANCIA COMO MOTOR DE ÉXITO PERSONAL!

-Llegada a la Plaza Mayor de Segovia, el 02/09/20 a las 18:40 h., tras partir de ese mismo punto con destino a la Bola del Mundo a las 8:00 h.-

CINCO AÑOS YA…

Cumplido hoy (que también es sábado) el primer lustro de Marathon-15%, la paradójica coincidencia con la epidemia mundial del Covid-19 me ha recordado el principio existencial que lleva orientando mi biografía desde que entendí la vida como un camino para el que obligatoriamente se requiere el sustento corporal: la salud es lo principal y a incalculable distancia… todo lo demás.

Inmersos todavía en la extraña batalla contra un coronavirus que ha sorprendido a esta sociedad que se creía inmune a las plagas que por los siglos asolaron a la humanidad, uno no sabe bien que pensar: si vivir defendiéndose o atacar. ¿Defender la salud manteniendo lo que hay o luchar por llegarla a mejorar, alcanzando lo que correspondería a otra edad?

Tras casi cinco décadas de consciente militancia deportiva, sin pausa alguna por nada de lo que me hubiera podido pasar, estos extraordinarios dos meses de confinamiento legal imposibilitando el correr me han golpeado en la línea de flotación de mi orgullo físico y mental. El sábado 2 de mayo, como tantos deportistas y aspirantes a serlo, salí a trotar en la confianza de que las dos horas de ejercicio gimnástico diario en mi casa hubieran preservado algo mi estado de forma aeróbica habitual. Pero no. La brutal caída de prestaciones me subrayó que, en el final de mi cincuentena, la naturaleza no perdona unas vacaciones más largas de lo estrictamente necesario para mantener encendido ese vigor que solo la juventud asegura por mandato vital.

Llevo cinco semanas entrenado a fuerza de estupefacción, coraje y dolor intramuscular, pero todavía no me encuentro en el nivel que disfrutaba con anterioridad. Para lograrlo no me bastará con defenderme sino que, una vez más, deberé atacar…

En el límite de mi posibilidad…

Algunos días antes de la fecha fijada (13/06/15) para mi intento de récord mundial de desnivel positivo en maratón (Marathon-15%), un cercano familiar residente en otra ciudad propuso visitarme (alojándose en mi hogar) para acudir a la prueba con la generosa intención de apoyar. Pese a las detalladas explicaciones y el sincero agradecimiento que le quise manifestar, creo que mi prudente negativa le sentó bastante mal.

Este periodo vacacional que acaba de finalizar no ha sido como los demás. La súbita enfermedad de mi madre nos ha requerido un constante esfuerzo de atención y cuidado (incluso nocturno), que ha perjudicado el estricto protocolo de descanso que suelo respetar para asumir la intensa preparación programada en altura que me lleva, como cada año, a completar mi tradicional travesía unipersonal… “Segovia-Bola del Mundo (Alto de Guarramillas)-Segovia”, unos 68 Kms. con pendientes máximas de hasta el 22% que me llegan a marear. A las cuatro semanas de entrenamiento, lo inevitable apareció sin avisar, cayendo en una profunda depresión energética que me obligó a parar pues no era capaz ni de mantener una conversación normal. Al final y no sin la incertidumbre que el deber pendiente siempre nos viene a instalar, logré mi reto estival, con más pena que gloria pero consciente de que su valor era mayor a tenor de la dificultad que suponía dormir poco y mal, algo que para una persona de 58 años es pecado mortal.

Aquel pariente que hace cuatro años en Valencia me quiso visitar, este verano en Segovia parece que comprendió lo que entonces le quise razonar…

(en la fotografía del encabezado, tomada desde el centro de Segovia, se puede apreciar la Bola del Mundo como un lejano punto blanco sobre el perfil de la montaña, justo donde apunta la grúa amarilla que se encuentra al fondo-para ampliar esta foto pulsar… aquí)

Ascendiendo del Alto de Navacerrada a la Bola del Mundo, hacia las 12:00 h. (28/08/19)
En la Bola del Mundo, hacía las 12:30 h. (28/08/19)
Descendiendo de la Bola del Mundo al Alto de Navacerrada, hacia las 12:45 h. (28/08/19)
En la Plaza Mayor de Segovia, hacía las 19:00 h., tras once horas de travesía (28/08/19)

(todas las fotografías anteriores se han realizado deteniendo mi carrera para tomarlas)

CUATRO AÑOS YA…

Hace solo unos días (el pasado 3 de junio) El País publicaba un laudatorio y apocalíptico artículo titulado “La carrera del fin del mundo” (ver aquí), en alusión a la “XVIII maratón Zegama Aizkorri”: un trazado por montaña de los reglamentarios 42,195 km. con desniveles acumulados de 5.472 m. (y no todo “cuesta arriba”, según equivoca puerilmente el periodista y desmiente la ficha técnica oficial de la carrera). Pues bien, dado que la salida y la meta de esta prueba se encuentran en Zegama, lo que se suba se deberá bajar, por lo que no creo equivocarme al calcular en la mitad de los metros acumulados aquellos que corresponden a los ascendidos (2.736 m.), osea, un 43% de los 6.233 m. que conseguí subir, el 13 de junio de 2015, cuando logré la mejor marca mundial de desnivel positivo en maratón.

Si la Zegama Aizkorri es “La carrera del fin del mundo”… ¿cómo hubiera titulado ese periódico a “Marathon-15%“? (noticia solo publicada de haberme llamado yo… Kilian Jornet).

220 claves… y ya no más

Siempre he defendido que en la concreción se encuentra la mejor revelación del conocimiento ordenado y de la divulgación eficaz. La divagación o la repetición son manifestaciones descuidadas de la limitación de ideas y lo que es peor, del engaño propuesto a quien nos viene a leer o escuchar.

Ser concreto no es una cuestión de extensión sino de, en corto o en largo, evitar la repetición de lo dicho ya. Todo discurso reiterado cansa al receptor y desprestigia al emisor, ambos en busca de rentabilizar un tiempo que es lo más valioso que hay. Cuando ya se ha referido lo que se conoce sobre algo, lo mejor es silenciar la voz y dejar que otros se puedan manifestar.

En 2016 escribí… “Marathon-15% / 115 CLAVES DE SUPERACIÓN PERSONAL” y en 2018… “La duda razonable / 105 CLAVES DE LIDERAZGO PERSONAL”. Sobre cómo mejorar ya no sé qué decir más. Por esto, cierro con este díptico una aportación particular que ahora desconozco si tendrá continuidad y que, si en el primer título quiso ejemplificar la superación con la consecución de un récord mundial, en el segundo buscó en el cine clásico la mejor historia de liderazgo que jamás se haya llegado a filmar. En ambos casos he investigado sobre las claves que orientan el rumbo hacia la excelencia vivencial y las 220 publicadas ya no me dan para más…

Antonio J. Alonso Sampedro