“Deportear”… un verbo todavía sin conjugar

Deportear

Hace muchos años que en silencio abandoné el proselitismo deportivo, cabizbajo y desilusionado ante lo que yo siempre he creído una causa justa, pero que los demás parecen ignorar. Ejercitarse físicamente a nadie le parece mal, aunque luego su práctica deje bastante que desear. Me dicen que la vida está para gozar y yo me pregunto si todos coincidimos en lo que realmente significa disfrutar.

No, no nos engañemos con estadísticas basadas en respuestas repletas de propósitos encubiertos de buena voluntad y poca sinceridad por vergüenza a decir la verdad: mayoritariamente, la práctica deportiva regular ha sido y sigue siendo cosa de pocos y marcada por la edad, por la poca edad. Cuando en la vida sobran las energías, gastar no cuesta igual que más tarde, donde el esfuerzo supone un inconveniente tal que cualquier razón peregrina nos basta para tratarlo de obviar. Practicamos deporte al son de nuestra curva hormonal, alentados por la juventud y su facilidad. Somos capaces de administrar el ejercicio físico, la más natural medicina de la salud corporal, cuando mejor nos encontramos y esconderla después, en el momento que es necesaria de verdad.

Es una evidencia que el cuidado de la salud no conjuga con la comodidad actual y así los tiempos que vivimos parece que ejercen de sordina para todo aquello que suponga esfuerzo basado en la voluntad. Nunca se han inventado tantos aparatos milagrosos de teletienda, ni se han diseñado tantas nuevas disciplinas seudogimnásticas que prometan resultados instantáneos, por supuesto, sin sudar. El engaño es aceptado sin cuestionar y en caso de duda siempre quedará el sofá. Qué mundo de celofán este que simplemente relaciona salud con estética corporal, convirtiendo en famosos a imitar a quienes más han falseado su cuerpo en el quirófano de un hospital.

Pero además, mientras nuestra mente siga fisiológicamente vinculada a un cuerpo, el mal funcionamiento de este a aquella la hará fallar. Las emociones y las razones no son una cuestión esotérica e inmaterial, pues se forjan en nuestro cerebro que es parte somática de nuestra entidad corporal, siendo esta, por tanto, de quien dependerán. Nuestras capacidades de sentir y pensar plenamente no son ajenas a nuestro estado de salud general. Quien defienda con orgullo la superioridad de la mente frente al cuerpo como signo distintivo de evolución de nuestra especie y por ello recomiende cultivar aquella sin necesidad de más, no debe olvidar que la vida es equilibrio y sin él no hay intelecto que pueda funcionar.

En Marathon-15% y con honesta sinceridad, no pretendo trasladar a nadie nada que no esté dispuesto a libremente aceptar, pues cada cual tiene el derecho a obrar en su vida como prefiera, siempre sin molestar a los demás. En Marathon-15% de nuevo quiero volver a usar mi voz para manifestar que el deporte es fuente de salud física, pero también mental, pues se configura como la mejor escuela de superación personal. Yo no albergo duda alguna de que sus enseñanzas nos preparan constantemente para afrontar la vida con mayores garantías de éxito y por consiguiente de felicidad. Créanme, “deportear” lleva a “felicidar”, dos verbos inexistentes, pero que habría que inventar para poderlos conjugar….

Saludos de Antonio J. Alonso

Solo si dejas una marca… tendrás una Marca Personal

Marca Personal

En este mundo entretejido por una cabalgante interacción comunicacional todos corremos el riesgo de convertirnos en uno más, lo que deriva en invisibilidad personal y profesional, el principal inconveniente para progresar. Nadie compra lo que desconoce, no comprende o es muy igual. Destacarse o resignarse a esperar.

Cuando un perro levanta su pata todo presagia que con su mecánico gesto pronto se procurará aliviar, aunque a la par de ello también ambicionará dejarse notar marcando un territorio que sistemáticamente sueña con hacer suyo a fin de encontrar una compañera con quien procrear. Nadie le ha contado que los parques de nuestras ciudades, por buena vecindad, deberá compartirlos con sus demás. Aun así, su atávica persistencia le llevará una y mil veces a dejar su marca canina que para él sin duda tiene carácter muy personal (¿tienen los perros marca personal…?).

Afortunadamente, los humanos podemos separar nuestras necesidades fisiológicas de nuestras aspiraciones vitales de progresar (que no de procrear), lo que en el mundo actual nos llevará irremediablemente a tener que buscar nuestra identificación propia con la suficiente particularidad de que sea tan reconocible por los demás que les deje una señal o marca, nuestra Marca Personal. Por tanto toda Marca Personal se sustentará en la singularidad, que cada cual deberá en sí mismo encontrar o de carecer de ella, crear.

Mi proyecto Marathon-15% podría ser un ejemplo de esto pues supone una nueva inflexión de la línea comunicacional que hasta ahora dibujaba mi personalidad profesional. Pero una inflexión con voluntad de marcar y así el desafío que supone un récord mundial como experiencia ejemplificadora de las claves que determinan los procesos de superación personal, ya por sí cuenta con la suficiente fuerza argumental para destacar, sin duda el fin último de la Marca Personal.

Pero… ¿para quién es la Marca Personal?. En 2009, mi artículo “La Marca Personal” defendía la conveniencia de encontrar y presentar a los demás nuestra Marca Personal con independencia de nuestra situación laboral (trabajador por cuenta propia, ajena o en situación de buscar), pues la venta de toda fuerza de trabajo o servicio profesional requiere su escaparate, precio y disponibilidad, todo bien claro y listo para atraer y gustar. Además, la Marca Personal tampoco es asunto solo de quienes se encuentran muy arriba en la escala profesional, pues casi más justificado es mejorar para quien sus ingresos no le llegan para pagar su sustento que los que ya gozan de una situación de estatus y bienestar. Hoy la Marca Personal es como ayer lo fue la pertenencia familiar (¿y tú… de quien eres?), con la distinción de que la primera la podemos configurar mientras que la segunda la debemos aceptar.

Y… ¿cómo conocer si la gestión de nuestra Marca Personal está siendo eficaz?. Bastará constatar si los atributos que a partir de ella queremos destacar de nuestra personalidad son los que realmente nos definen en la opinión de los demás. Para ello nada mejor que preguntar, pues es muy habitual el pretender ser algo o incluso creer serlo ya y todo ello quedar muy distante de la verdadera realidad. De nada vale engañarnos y peor aún, engañar.

Para finalizar, quien todavía no le encuentre utilidad a lo de la Marca Personal y disponga en su vida el ignorarla deberá saber que todos la tenemos impresa aun sin querer, siendo peor dejarla vagar sin criterio pues entonces la marca equívoca que pueda dejar será aún más honda y por tanto más perjudicial…

Saludos de Antonio J. Alonso

El Tiempo en plural

El Tiempo en plural

Considerar que el Tiempo solo es una cuestión de longitud vital constituye un pobre reduccionismo a la hora de lograr su mejor aprovechamiento, especialmente cuando pretendemos gestionarlo exitosamente sin contemplar el resto de sus facetas, que son las que lo convierten en plural.

El Tiempo es en singular cuando lo medimos en años, meses, semanas, días, horas, minutos y segundos, pues todos representan fracciones de una dimensión igual. Desde esta visión, la singularidad del tiempo solo es gramatical pues lo medido es todo similar y por tanto genérico, al no distinguir ningún tipo de calidad.

Pero si aceptamos que el Tiempo es algo más que lo que medimos cuantitativamente y llegamos a valorarlo también por su calidad, entonces comenzaremos a cualificarlo distinguiendo unos de otros momentos y no en función de su duración sino de su aportación a nuestra felicidad, lo que nos llevará a considerarlo como plural. No será el Tiempo sino los Tiempos, que vendrán determinados cada cual por su cualidad.

Cuando somos capaces de apreciar que no vale por igual un momento de aburrimiento que otro mismo de goce y bienestar, entonces estamos en disposición de gestionar nuestro Tiempo manejando un reloj que además de las horas incluya la satisfacción en su dial. Satisfacción no entendida en su acepción exclusivamente lúdica, sino como resultado de todo aquello que hacemos y contribuye a conseguir lo que queremos lograr. En este sentido, podríamos decir que hay Tiempos de sacrificio que también nos pueden generar bienestar.

En particular, yo vivo ahora muchos de estos Tiempos determinados por mi proyecto vital Marathon-15% cuando, al entrenar intensamente, sufro como el que más pero a la par disfruto por hacer lo que debo hacer para intentar lograr mi récord particular, detrás del cual no dudo que se encontrará el esfuerzo pero nunca la casualidad.

Además, percibo que ahora mis Tiempos son muy diversos y pese a la necesidad que sigo teniendo de programar todas las partes del día para lograrme organizar, tengo la percepción de que no todas me valen igual. Por ejemplo, ese segundo primero tras finalizar dos horas de carrera en pendiente tiene un sabor muy especial, pues libera a mi corazón de la exigencia militar de latir desenfrenadamente hasta ese final. Algunos tiempos vienen marcados por la dualidad que enfrenta el esfuerzo con el relax y así detrás de cada esfuerzo intenso aparece la sensación de calmada serenidad para compensar.

Tratar el Tiempo en forma singular puede llevarnos a una equivocación existencial pues, si nuestra orientación vital es la de solo disfrutar, todo él tenderá a llenarse de momentos placenteros sin buscar los otros que necesariamente debemos abordar en compensación de aquellos cuyo cariz habitualmente no nos suele gustar.

Ser feliz no es una cuestión de continuidad, sino de alternancia en el Tiempo plural de una vida que siempre debemos esforzarnos en equilibrar…

Saludos de Antonio J. Alonso

Vender tranqulidad…

Perdición

Cuando en la inmortal “Perdición” (Double Indemnity/Billy Wilder-1944), Phyllis Dietrichson (Barbara Stanwyck) pregunta a Walter Neff (Fred MacMurray) a que se dedica, este le contesta sugestivamente que vende tranquilidad: Ella al punto queda fascinada por su atractiva personalidad sin todavía adivinar que se trata de un agente de seguros en busca de una nueva oportunidad comercial.

No hay mejor manera de suscitar el interés de alguien que asegurarle su tranquilidad, ese tesoro que todos buscamos sin cesar desde nuestro nacimiento hasta el final. Ahora bien, si a alguien aprecias, no le ayudes a fracasar.

Antes de continuar quiero precisar que nunca aseguraré que es mala la tranquilidad o buena la intranquilidad sin llegarlo a matizar. La vida no se puede categorizar en simples palabras que generalicen un actuar, sobre todo cuando cada cual las entiende de manera que puede no coincidir con la de los demás.

¿Qué conseguimos al buscar la tranquilidad vivencial…?. La respuesta podemos encontrarla en el momento de la jornada que para la mayoría es de máxima serenidad: El sueño. Ese estado ajeno a la realidad en el que, al margen de alguna pesadilla, parece que nada malo nos pueda pasar. Y… ¿qué pasa en nuestra vida cuando dormimos?: Nada y nada es sinónimo de tranquilidad.

Aspirar a llevar una vida tranquila es tanto como determinar vivir sin problemas, lo que seguro nos llevará a evitarlos de la manera más eficiente que hay y es dejando de explorar nuevos caminos cuyo tránsito nos pueda incomodar, pues somos naturalmente cómodos y en muchas ocasiones yo me confieso como tal aun a mi pesar (afortunadamente no siempre… Marathon-15%).

Entonces… ¿habría que buscar la intranquilidad como estado vivencial?. Si lo preguntásemos a la pareja protagonista de Perdición con seguridad nos invitarían a visualizar la película para contestar, pues en su historia huyen de la comodidad porque tienen necesidad de salpimentar su vida aun a pesar de su desventurado final. Si me lo preguntan a mí, primero distinguiré las películas de la vida real y luego contestaré que la cuestión no se encuentra en buscar nuestro propio mal, sino siempre aquello que nos pueda beneficiar pero asumiendo la incomodidad como parte del precio que por ello debamos pagar.

La trampa de la tranquilidad limita el desarrollo de nuestra capacidad personal llevándose esto al extremo en aquellas doctrinas que proclaman la vida contemplativa como signo de evolución humana, todo un contrasentido pues para evolucionar hay que moverse e interactuar. Parar el péndulo de un reloj para evitar la molestia de su sonido regular nos lleva a empeorar la situación inicial, al quedarnos sin saber la hora por preservar el silencio y nuestra tranquilidad.

Lo paradójico de Perdición es que Barbara Stanwyck estuvo a punto de rechazar la película pues le generaba intranquilidad interpretar un papel distinto a los que acostumbraba a aceptar. Ella misma llegaría a confesar que fue el propio Billy Wilder quien la convenció al preguntar… ¿eres una actriz o un ratón?, todo lo contrario a quererle vender tranquilidad…

Saludos de Antonio J. Alonso

Cada cosa en su sitio y…

Cada cosa en su sitio

Dicen que todo en nuestra vida tiende recurrentemente al desorden y es muy posible que así lo sea. Ante ello, cada cual es muy libre de elegir como afrontar esta situación: si dejándose embarulladamente llevar o llevándose deliberadamente hacia otro lugar.

En mis pensamientos cotidianos nunca olvido aquel cartel que, en los años sesenta, presidia una de las dependencias de producción del que entonces era nuestro negocio familiar. Escrito con sugestivos caracteres blancos sobre fondo azul ultramar decía… “Cada cosa en su sitio y un sitio para cada cosa”. Para un curioso niño de seis o siete años no podía haber misterio alguno más revelador.

Pero, ¿el desorden puede estar justificado por alguna razón…?. Tras varios años de búsqueda e investigación he llegado a la conclusión de que sí hay una común razón: nuestra propia autojustificación.

Nadie, pero nadie, duda de que el desarrollo de los procesos de actuación tanto personal como profesional siempre se beneficia por la observancia de la organización. Se trata de una ley de ámbito universal cuya probatura cuenta con miles de años de constatada efectividad. Ahora bien todos, pero todos, somos presas de una indolencia natural que nos invita remolonamente a continuar dejando las cosas como están en la esperanza de que todo ya se arreglará. En definitiva, soñamos con que un día abriremos el armario y milagrosamente este nos presentará su interior bien ordenado, por supuesto sin nuestra previa y fatigosa intervención.

Recientemente en el programa de Levante TV, “Crono”, ya lo testimonié: Un maratón se finaliza con éxito, no el día de la carrera, sino en todos los días de su preparación. ¿Alguien defendería que el entrenamiento no exige organización?. ¿Qué resultados podemos esperar de una preparación que estuviera basada en esa improvisación que determina nuestra fluctuante predisposición al esfuerzo y al dolor?. ¿Hay alguna justificación a dejar a la suerte el destino de nuestros propósitos y lo que es peor, nuestra misma vida abandonada a la mera especulación?.

No, no y no. Y el orden es sin duda el mejor garante de ese equilibrio necesario que nos reposa el ánimo cuando se agolpan los propósitos o las obligaciones de realización. Sentir que casi todo se encuentra bajo un cierto control se configura como el paso previo a cualquier desarrollo exitoso de un complejo trabajo o de una simple actuación. Renunciar a esto es tanto como admitir que a la dificultad intrínseca de nuestra vida queremos añadirle más por nuestra consciente y equivocada decisión.

No me escondo, necesito el orden para vivir y vivo el orden con serena naturalidad. Y sin miedo al qué dirán, pues es muy cierto que una forma de exorcizar los males propios es condenar las virtudes ajenas y así a los que somos vocacionalmente ordenados se nos instala en imaginarias patologías que secretamente para sí las quisieran esos mismos que hipócritamente condenan nuestra esforzada ejemplaridad.

Desde mi niñez comprendí que no hay como saber dónde buscar para llegar a encontrar…

Saludos de Antonio J. Alonso

¡Por fin… Viernes!, dijo Robinson

Robinson Crusoe

Buscando la soledad siempre me he encontrado con gente pues vivir es inevitablemente una cuestión social, aun incluso en la más lejana isla tropical. Qué bien comprendo a Mr. Crusoe, todo un Robinson que también deseó la llegada del… Viernes. Desde 1.719 a hoy, parece que nada cambió.

Cuando me propuse buscar un reto personal (Marathon-15%) para ilustrar mi proyecto editorial sobre las claves que concurren en la consecución de objetivos en la vida, por razones de simple operatividad no dudé entonces en elegir uno que de forma autónoma yo pudiera desarrollar sin requerir supuestamente la participación indispensable de los demás. Entonces me olvidé de que todas las semanas tienen su Viernes, sin él que el sábado y el domingo nunca llegarán.

Tras tres meses habitando mi particular isla perdida de esfuerzo y dedicación, ahora busco con fruición a mis Viernes para proseguir con mi misión. Es posible que solitariamente pudiera alcanzarla, pero acompañado me garantizo una más probable obtención. Ningún gran proyecto en la actualidad se puede cocinar en la intimidad. Es imposible ignorar la cerrada urdimbre que la red de nuestra sociedad nos instala bajo nuestros pies como alfombra mágica para navegar. Ignorar esto nos llevará sin ninguna remisión a naufragar y como cualquier Robinson, a tener que desde cero volver a empezar.

Lo que siempre se ha denominado circunstancias como marco condicionante del éxito o fracaso profesional o personal hoy se concreta, en casi toda su especificidad, en la llamada red social presencial y virtual. El incontenible ascenso del protagonismo del entorno relacional en el desarrollo de nuestros propósitos nos debe llevar a mirar la vida con un ojo puesto en nuestras actuaciones y con el otro en las que dependen de los demás.

Confieso que tras cada exigente entrenamiento ardo en deseos de comentar con mi entrenador lo acontecido en forma de respiraciones entrecortadas, dolores soportados, pulsaciones registradas o expectativas futuras de logro y consecución. Todo buscando un parecer que, aunque posiblemente sea coincidente con el mío, me sirva para contrastar mi opinión con algo más que el eco de mi voz.

También así creo que lo pensó Robinson cuando, movido por la imperiosa necesidad de comunicación, arriesgó su vida acercándose a una tribu de caníbales y a Viernes rescató.

No albergo la menor duda respecto de cuál es una de las principales cualidades que explica el éxito de quien lo tiene: su extraordinaria capacidad de relación, buscando preferentemente a quienes le mejoran para colocar cada vez más alto el listón de la exigencia, el talento y la superación.

Por fin, con la llegada del nativo Viernes, Robinson mejoró sus escasas posibilidades de salvación. Aunque él quizás no lo sepa, su apasionante aventura no fue suya sino de los dos…

Saludos de Antonio J. Alonso

Si lo sé… si voy

Si lo se... no vengo

Cuántas veces hemos escuchado en los demás o incluso nosotros mismos hemos pronunciado aquello de… “Si lo sé… no vengo”, que en sus múltiples formas todas ellas apuntan al arrepentimiento sobre algo iniciado pero luego lamentablemente descubierto como no satisfactorio. Cientos de tentativas de actuación que no han respondido a nuestras expectativas generándonos pérdidas de tiempo, de energía y lo que es peor, de futuras intenciones de decisión. Pero lo curioso es que la frase original en sí encierra la solución, pues es el conocimiento de las cosas lo que facilita su gestión y su consecución.

Los riesgos derivados de una equivocación al embarcarnos en un proyecto suelen ser directamente proporcionales al tamaño y entidad del mismo, por lo que parece juicioso que tomemos más cuidado en su análisis cuanto más se puedan comprometer nuestros recursos y dedicación. Por ejemplo, no perdemos mucho al no acertar en la elección de ver una determinada película pero si por errar en la selección de un máster de postgrado o de un cambio de actividad profesional.

Dedicar varios meses de mi vida a preparar un ambicioso reto deportivo (ver Marath-tiones) con vocación de récord mundial para que sirva como testimonio real de un libro que recoja las claves que se encierran en la consecución de objetivos ambiciosos en la vida merece una previa consideración, sin la que podría correr el riesgo de un desconsolado arrepentimiento y lo que es peor, de una quiebra futura de mi confianza y motivación.

Todo proyecto personal o profesional, antes de su efectivo comienzo, debería ser comprobado en su idoneidad y esto con mayor o menor profundidad en correspondencia con la importancia y complejidad del mismo. Para ello, no hay fórmula más simple que la de la identificación detallada de la “Situación Inicial” y la determinación lo más aproximada posible de la “Situación Deseada”, es decir, la fijación del principio y del fin del proyecto. Proyecto cuyas características conviene sean escritas para asegurarnos la mayor precisión posible de nuestros pensamientos (no olvidemos que la escritura es la mejor herramienta para convertir lo difuso en concreto). Es más, para una correcta visualización tanto de la Situación Inicial como de la Situación Deseada es imprescindible que, al escribirlas, tengamos la seguridad de que si fueran leídas por otra persona desconocedora del asunto serían perfectamente comprendidas por esta.

Pues bien, la comparación directa entre la Situación Inicial y la Situación Deseada es lo que nos determinará claramente tanto el valor que para nosotros tiene un proyecto como la complejidad de su consecución y con esto ya no precisaríamos saber más para optar entre sí ir o quedarnos, restando únicamente la toma de decisión.

Tras el análisis realizado de mi proyecto “Maratón-15%” tengo la convicción de que, pese a su comprometida exigencia, la emocionante perspectiva de poder llegar a la Situación Deseada me invita a decidir que… si voy…

Saludos de Antonio J. Alonso

La razón de mi “Marathon-15%”

Trazar caminos

Quizás la lección más importante que aprenden los niños en sus primeros años de vida pueda venir relacionada con la imposibilidad de tener todo lo que quieren y por el solo hecho de desearlo.

Los deseos, aunque predisponen, nunca aseguran las obtenciones pues estas cuestan mientras son gratuitos aquellos. El nacimiento nos inaugura una vida que parte su camino desde la consideración del propio yo como único valor universal. Satisfacer automáticamente todas sus necesidades es el objetivo instintivo del bebé, quien desconoce todavía las reglas que su vida en sociedad le obligará a adoptar. El transito que le lleva desde los primeros meses de vida como capitán general de su familia descendiendo galones hasta su juventud como soldado de una colectividad, es el que le define uno de los preceptos más importantes para manejarse en la vida: la transacción.

La transacción es consustancial con nuestra existencia pues habitamos un mundo de escasez que todavía no es capaz de generar “todo para todos” quedándose, por el momento, en “algo para todos”. Así ha acontecido y con mayor evidencia si cabe desde el comienzo de nuestra especie, siendo el denominador común de las demás. La pugna violenta que los animales evidencian para obtener sus propósitos (alimento, bebida, cobijo, apareamiento, etc.) en nuestro caso se ha convertido en transacción (lamentablemente en algunas ocasiones, también violenta) por mor de la civilización.

La escasez genera el concepto de “precio” como valor de cambio de las cosas. Inevitablemente, casi todo tiene un precio (material o inmaterial) y desarrollar capacidades de pago en cualquier orden de actuación vital es lo que verdaderamente distingue a quienes apuestan y consiguen una vida de crecimiento personal.

Pero desarrollar capacidades de pago para avanzar por la vida obteniendo aquello que deseamos y estimamos no es tarea sencilla y en este sentido es muy posible que cada cual coleccione algunas evidencias de propósitos incumplidos cuyas causas frecuentemente nunca se aciertan claramente a determinar. En ocasiones se deberá a una visión distorsionada del propio actuar derivada de la innata indulgencia con la que solemos autoanalizar el resultado de nuestras actuaciones. En otras por la socorrida atribución de nuestros fracasos a condicionantes externos o circunstanciales. En las más por una sobrevenida resignación vital que, a modo de condicionamiento mental, nos autolimita las posibilidades de consecución simplemente por fomentarnos la propia inacción personal.

Nada garantiza la obtención de nuestros deseos. Yo mismo no estaría tan comprometido con mi Proyecto Marathon-15% de saber la fórmula magistral que de manera instantánea y sin esfuerzo recorre el largo camino entre el querer y el poder. Nadie la ha descubierto, por más que algunos proclamen mercantilistamente lo contrario (al igual que lo puedan hacer aquellos que secularmente prometen un remedio para el crecimiento del cabello). No existen perezosos atajos en cuestiones tan complejas como lo es la consecución de nuestros deseos vitales, pero si hay caminos identificados y probados cuya longitud (dependiente siempre de lo ambicioso de nuestros objetivos) vendrá minimizada al trazar una acertada orientación que apunte directamente hacia nuestros destinos.

En encontrar dichos caminos y seguirlos radica parte del éxito de nuestra vida, entendiendo este simplemente como la consecución de nuestros deseos, sin duda el único patrimonio inexpropiable de cada cual.

Con Marathon-15%, a todo ello yo quiero ayudar…

Saludos de Antonio J. Alonso

Todo es relativo…

Llegada a La Bola del Mundo-2014(3)

Antes de su comienzo, yo ya intuía que el recientemente finalizado mes de Agosto sería muy especial para mí. Como todos, en Segovia, compartiría estancia familiar con intensos entrenamientos para acometer, hacia finales, mi anual subida corriendo desde su Plaza Mayor hasta el Alto de Navacerrada (30 km. que llevan cerca de los 1.990 m. de altitud), aunque lo especial del próximo año (ver Marath-tiones) me animaba a intentarlo alargar por primera vez hasta la cumbre desnuda del repetidor de comunicaciones de la Bola del Mundo en el Alto de las Guarramillas (3,3 km. más con algunas rampas que llegan al 20 % para culminar a 2.265 m. de altitud, fin de etapa de algunas ediciones de la Vuelta Ciclista a España).

Llegué, lo celebré y acto seguido automáticamente lo minimicé… Los logros pierden relevancia cuando son otros mayores los que aguardan su consecución. Todo es relativo… pues esta vida, aun sin quererlo, es una pura comparación.

Este verano, mis tradicionales dos semanas en Segovia se extendieron a cuatro para aprovechar sus excelentes condiciones de entrenamiento: La semialtura de sus 1.000 m., que ejerce como incansable factoría de glóbulos rojos en búsqueda de la compensación oxigenadora. La agradable temperatura matinal en periodo estival, nunca superior a los dieciocho grados, que anima a madrugar con una desperezada sensación de activación corporal. La ausencia de humedad, que garantiza una refrigeración eficiente en el esfuerzo. La divertida orografía del terreno, en constante cambio, que alegra el ritmo cardiaco y dinamiza la musculatura de las piernas. Y por supuesto, la poética belleza de sus monumentos y paisajes, que regalan la vista del corredor invitándole a olvidar el cansancio.

A los pies del Acueducto de Segovia

Nunca he entrenado tanto y tan satisfactoriamente como en este verano del 2.014. Unos 120 km. a la semana, cuidando de descansar lo necesario y comer lo apropiado, todo para garantizarme un ascenso a la Bola del Mundo sin recurrir a la angustiosa épica del martirio torturador. Y así fue, tanto que en el último y más duro tramo de 3,3 km. ningún ciclista de los pocos atrevidos que habitualmente lo intentan pudo alcanzar la cumbre antes que yo partiendo al mismo tiempo (es sabido que en las cuestas muy pronunciadas, corredor y ciclista se igualan en oportunidades de avance). Finalmente, los 14 grados que marcaba el termómetro en la llegada a las 11:30 h. de un día soleado de Agosto prueban que la montaña siempre recibe a sus visitantes con la frescura de su alma inmortal.

Todo ello fue recogido con un interés (para mí novedosamente sorpresivo) por los medios de comunicación regionales (Radio Segovia-Cadena Ser, El Norte de Castilla, El Adelantado de Segovia…), que son capaces de convertir en celebridades fugaces a quienes aparecen en ellos aun cuando sus meritos puedan no ser nuevos, al haber estado resguardados en el anonimato anterior. Lo mismo no es lo mismo cuando es masivamente comunicado y esta realidad, agrade o no, es insoslayable y constituye una de las señas de identidad de nuestra sociedad actual. Sin duda, la fama también es algo relativo pues soy consciente de que el verano próximo, en Segovia, pocos recordarán ya lo que en este fue noticia y aconteció.

El pasado 22 de Agosto, tras alrededor de 3 h. y 30 min. de esfuerzo continuado, no pude dejar de pensar en la relatividad frugal de lo conseguido al recordar que mi actual proyecto Literario/Deportivo… “Marathon-15%”, me obligará a doblar este tiempo hasta las 7 h. y multiplicar por casi cuatro la pendiente media ascendida y sin ningún cambio de inclinación, lo que ahora me inunda desasosegadamente en un mar de dudas y temores que siendo míos también lo son propios de toda exigente meta cuyo logro ponga en jaque nuestra ambición, nos exija dedicado esfuerzo y presente nuestra vida como un incesante camino empinado de positiva superación…

Saludos de Antonio J. Alonso