¡LO CONSEGUÍ…!

Antonio J Alonmso llegando en Marathon-15-1

Vaya por delante que ahora no pretendo redactar lo que deberá ocupar con extensión y detalle la parte final del libro que estoy escribiendo sobre Marathon-15% (mi último proyecto deportivo/profesional), pero a pocos días de haber conseguido un récord mundial no me resisto a trasladar lo que de todo esto ahora siento como más principal. ¿Y qué puede ser más principal en cualquier logro que la satisfacción…? La satisfacción, no del logro mismo, sino de lo realizado para conseguirlo, sin duda lo único que explica lo que en la vida nos lleva a triunfar.

Completar un maratón (42,195 km.) con una pendiente constante del 15% para ascender 6.233 metros en menos de 500 minutos y así establecer una mejor marca mundial de desnivel positivo no es algo que pueda explicarse en mi caso por el talento natural (nací en 1961 y con escasas aptitudes para correr más que los demás), sino por cuarenta años ininterrumpida y felizmente entregados al deporte y nueve largos meses de planificada y férrea preparación, sin ninguna duda ni concesión, que me han permitido optar a algo que, con sinceridad, ni yo mismo hace un año soñaba alcanzar: un récord mundial.

Hace 27 años, cuando tenía 27 años, establecí el mejor registro mundial de flexiones abdominales continuadas, llegando a las 3.000 en 59 min. y 50 seg. y entonces no supe apreciar más que la marca, cuyo destino normal sería el ser superada, sin reparar en que lo importante de ella fue la capacidad que tuve de llegarla a entrenar. Hoy soy consciente que mi récord de desnivel positivo en maratón se mejorará, pero no por ello lo dejaré de recordar como mi logro deportivo más especial.

Y todo esto porque en mí solo ha habido un propósito, el de demostrar con el ejemplo lo que tan fácil es de predicar, pero tan difícil de practicar. Con la intención de validar el esfuerzo como único camino que conduce al desarrollo personal, aun sin garantías de resultado final. Con la aspiración de servir de estímulo e inspiración a cuantos buscan atajos a una vida que, tan solo para unos o tan mucho para otros, nos pide coraje y dedicación regular. Con la voluntad de defender la misma voluntad como hecho diferencial. Así he querido construir Marathon-15%, de ladrillos de tesón y muros de ilusión, de ganas de demostrar que solo hay un verdadero condicionamiento y es el mental, de agradecimiento de todo corazón a quienes me han apoyado y también a los que no, pues de todos he aprendido lo que es y no es el favor personal. Y al fin de todo puedo asegurar que, aunque a uno solo haya podido ayudar, me doy por recompensado, pues ya somos dos y eso es mucho más de lo inicial.

Si hoy puedo proclamar que… ¡LO CONSEGUÍ…!, mañana ya no lo repetiré, pues mi vida tendré que continuar. Por tanto, me emplazo hasta dentro de otros 27 años más, en que volveré a tentar otro récord mundial…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

¡Hasta luego!… por tercera ocasión

Logo Marathon-15

De nuevo vengo con este son de retiro temporal y con el compromiso ya habitual de una próxima reanudación. Mis artículos semanales (Marath-tiones/semanal) dormirán, con alguna posible excepción, hasta que los despierte mi falta de ocupación en otra labor literaria que no es menor y ahora reclama toda mi atención. Es Marathon-15%, que, a la par de entrenamiento físico, también demanda de mi pluma toda su dedicación.

Por ahora, quedará como dueña de este Blog la Categoría “Marath-tiones/diario”, el testimonio cotidiano de mi evolución en la construcción de este proyecto deportivo/editorial cuyas claves numeradas ya han alcanzado el centenar y lo que les queda por aumentar.

Y como viene siendo ya costumbre, finalizo esta temporal despedida con las palabras que a mi parecer y en este caso también tienen más sentido y justificación…

“Gracias a todos los que me hayan leído y también a los que no pues ello demuestra que, todavía en este mundo, tenemos capacidad de elección”

Saludos de Antonio J. Alonso

David Ferrer y Marathon-15%

Con David Ferrer en Atalanta2

Que el camino al éxito nunca se traza en descenso es lo que bien saben todos los que han triunfado en su vida y lo que mal suelen desconocer quienes les observan con admiración, creyendo que lo conquistado les fue regalado por mérito exclusivo del talento más que por su dedicación. Ningún genio sustituye al esfuerzo cuando lo que se persigue es ser el mejor. No hay atajos cuesta abajo cuando el premio está tan alto y es tan cautivador.

Uno de los motores que me mueven a afrontar Marathon-15% es demostrar en primera persona que puede más el empeño que cualquier otro tipo de condición. Que el éxito no admite sustitutivo al sudor y ello con independencia de cuanta sea la valía de quien pretende ser ganador. Que ser triunfador lo persigue todo el mundo, pero solo lo alcanza el tesón y la dedicación.

Si hay un triunfador que mejor pueda identificar su trayectoria deportiva con los valores de Marathon-15% nunca he dudado que ese es David Ferrer, todo un ejemplo de compromiso profesional y de pundonor al servicio de un ideal, de una ambición, del deseo de ser el mejor sin serlo pero para todos los demás llegar a parecerlo, pues nada es más admirable que la lucha y el tesón. Cuando David gana a Goliat vence la voluntad sobre la superioridad y eso siempre ha sido ejemplo de valor. El valor que atesora un deportista que a la edad en la que otros se dejan llevar hacia un retiro tentador, él manifiesta que no ha perdido la ilusión y que por ello sigue entrenando para continuar siendo el gladiador que todos conocemos y ponemos como el mejor ejemplo de superación.

Estos días, compartiendo centro deportivo y tiempo de entrenamiento con David, quiero pensar que los más de veinte años de edad que nos separan y nos instalan en una diferente generación no son suficientes para que uno y otro participemos de un mismo propósito, el de conseguir en el mañana un éxito que nadie nos regaló…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

El porqué de la Superación Personal

Superación Personal

Quien no lea este artículo por considerar que es ajeno a todo eso de la Superación Personal, le pido confianza y generosidad pues puede que cambie de idea al llegar al final.

Si partimos de algo incuestionable como es eso de que quedarse como uno está evita esfuerzo y dificultad, parece difícil justificar la conveniencia de añadir más fatigas a las que la vida ya nos da. Eso mismo “piensan” los animales, ninguno da un paso de más y en su evolución así les va.

Pero la historia de la especie humana se caracteriza por millones de ejemplos de personas que apuestan por ir más allá sin ninguna seguridad de cuál será el resultado de ese actuar. De mujeres y hombres que no se contentan con detenerse y aceptar lo que la vida en cada momento les da, destinando gran parte de sus energías a una inversión ciega y sin garantía ninguna de retorno en forma de prosperidad. O ellos están locos o esto alguna justificación tendrá.

Por contestar (antes que a la justificación) a la posible locura de todos aquellos que se esfuerzan sin parar diré, sin dudar, que ellos son los únicos responsables del desarrollo humano y del bienestar que gozamos en la actualidad. Sin su contribución todavía estaríamos persiguiendo venados armados de óseos cayados y ataviados con peludas pieles que poco tienen que ver con la vestimenta actual. El hueso que en “2.001: Una odisea del espacio” (S. Kubrick-1968) arroja al cielo nuestro ancestro para convertirse en nave espacial tras escuchar el conocido Zaratustra de Richard Strauss, es la mejor elipsis cinematográfica de la historia sobre el progreso de la humanidad. Quien lo lanzó representó metafóricamente a todo aquel que no se conformó con solo cazar y buscó otra forma de vivir mejor, aunque para ello debiera cambiar.

La superación personal, para quienes la practican en su vida como línea de progreso existencial, no tiene mayor secreto justificativo que el que explican los dos motores básicos que tiran de cada cual: lo racional y lo emocional.

Lo racional, pues todo aquel que pretenda mejorar sabe que eso mayormente depende de él y no de la casualidad, cuya existencia nadie niega pero en una medida que normalmente no se torna decisional. Definir destinos y trazar caminos para llegar es la única fórmula demostrada de efectividad para avanzar. Lo racional justifica que apostemos hacia el futuro para lograr la superación personal.

Lo emocional también, pues no puede haber mayor satisfacción que la percibida cuando nos sentimos cada día mejor con nosotros mismos y con nuestro entorno relacional. Las impagables sensaciones vinculadas al proceso de luchar y de alcanzar no tienen igual, al premiar lo que según A. Maslow todos deseamos y es el reconocimiento propio y el de los demás, precisamente lo que nos lleva al sentimiento de autorrealización personal. Lo emocional genera los pagos en presente que ofrece la superación personal.

Marathon-15% es mi proyecto actual de superación personal y lo abordo desde la racionalidad de lo que es deportivamente muy exigente aunque posible y cabal, pero también desde la emocionalidad de sentirme ahora único en un reto que me puede llevar a establecer un primer record mundial a mi edad. Edad que no es una barrera para quienes como yo, ya no quieren parar…

Saludos de Antonio J. Alonso

La Formalidad, una costumbre de otra época y otra edad

La formalidad

Ser formal no está de moda porque “la moda” es lo que más se da y ya casi nadie da garantías de formalidad. Hoy, el formal es observado como anormal y sus usos incomodan tanto a los demás que se le hace difícil continuar defendiendo su responsabilidad, tentado en todo momento por dejarse llevar y convertirse en uno más.

Ser informal es pertenecer a la gran colectividad, actuando, por tanto, con impunidad en una suerte de río revuelto en donde la ley del compromiso personal vale tanto como el papel de usar y tirar. Lo mismo da que no a contestar correos, mensajes o cualquier requerimiento de los demás, como cumplir fechas de plazos acordados o ser puntual al llegar. Posiblemente, nada se cumplirá y poco de ello se recriminará. Lo que ya es mala costumbre y propio de mayoría, se acepta sin rechistar.

¿A qué nos lleva la informalidad? Por de pronto a que todo funcione mal, pues es imposible que las reglas de cada cual hagan coherente el actuar general, que más bien precisa de un camino igual para no descarrilar. Si vale no contestar a quien nos lo solicita, lo que este pueda interpretar es posible diste de la realidad y le lleve a tomar decisiones erróneas que fácilmente se podrían haber evitado solo con replicar. Si se dejan de cumplir los plazos acordados, se pierde credibilidad ante los demás. Si vale ser impuntual, nadie sabe a qué hora llegar y eso retrasa tanto al que espera como al que se hace esperar. En fin, que queda abierta la competición para premiar a quien todo esto lo pueda justificar.

Confieso que no puedo negar mi admiración por esos tiempos perdidos y desgraciadamente por mí no vividos en los que la talla de las personas se medía por el cumplimiento de su palabra, pues esta ejercía como suficiente garantía de fiar. Tiempos de educación y cortesía que anteponían al interés personal el respeto a unas normas que distinguían a quienes las honraban con su observancia, pues entonces comportarse así era cosa de admirar. Por encima de todo existía un honor personal que guardar y que por suma de las partes configuraba una sociedad con principios y sin final. Final que nos amenaza ahora de seguir con este “todo vale” en beneficio propio y a costa de los demás.

Ser formal no debería ser una cuestión de esfuerzo para nadie, sino de costumbre para todos, instalada por la educación recibida, practicada a diario en un entorno de confianza y seguridad y consolidada por el ejemplo del actuar general. Ser formal debería ser una credencial de credibilidad total y no una patente para dejarse engañar, pues de la formalidad se aprovechan quienes ven en ella un hueco para medrar. Los informales se alimentan de quienes se esfuerzan por ser formal.

No puedo negar que el desarrollo de mi proyecto Marathon-15% tropieza con muchos obstáculos de informalidad que me obligan a un sobreesfuerzo añadido al ya de por sí exigente de escribir y entrenar. Estar detrás de todo el mundo cuando este solo se deja llevar agota, disuade y tienta a abandonar. ¿Qué dificultad hay en contestar a un correo, cumplir un plazo acordado o llegar puntual…? Parece que ninguna o quizás sea mucha, si es que esto hoy no es lo normal, que evidentemente no lo es, pues ya es una costumbre de otra época y otra edad…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

Cuidado con el Optimismo… hasta en la Constitución

Optimismo

Una vez más me propongo hablar de lo que no gusta escuchar por ser incómodo y desasosegador. De aquello que falsea la realidad lluviosa pintándola siempre de un azul cielo arrebatador. De lo que no vende por ser poco amable con los deseos que parece todos tenemos de un remedio o una solución que no implique mucha dedicación. Eso es optimismo pues lo contrario, que llamamos pesimismo, nos lleva al esfuerzo y esto parece que no, que no.

El vocablo Optimismo viene del latín “optimun” que significa “lo mejor” y fue utilizado por primera vez para definir la teoría del filósofo alemán G. W. Leibniz que, en 1.710, consideraba que el mundo en que vivimos siempre es el mejor (evidente ingenuidad que fue inmediatamente caricaturizada por Voltaire en su obra “Candide”). Desde entonces hasta hoy el término reúne a muchos adeptos de la confianza ciega en el futuro, sin más razón que su esperanza e ilusión.

El gran problema del optimismo es que se suele definir por oposición al pesimismo y viceversa, lo que genera una trampa de interpretación. Cuando la única posible elección está en identificar el vaso como medio lleno o medio vacío, cualquiera de las dos alternativas estará lejos de la realidad dado que incluye un juicio de valor y ello nos podrá llevar a error pues lo cierto es que el vaso objetivamente contiene hasta su mitad, lo que difícilmente admite discusión. Si nadie hace nada el recipiente no se llenará (lo que esperan quienes lo ven como medio lleno) ni se vaciará (lo que aguardan los que lo ven como medio vacío). El optimismo y el pesimismo analizan la realidad, no como es sino como será, lo cual incorpora el concepto dinámico de predicción, todo un reto para la razón. Pero además, la predicción implica un cierto grado de compromiso con el futuro, lo cual ya es peor.

En este día de aniversario y celebración cabría decir que optimistas fueron aquellos padres de la patria española quienes en 1.978 idearon nuestra Constitución pues, sin asumir más compromiso que el de su redacción, en ella escribieron que todos tendríamos derecho a la vivienda, al trabajo, a la salud, a la cultura y a la educación. Y por si esto no fuera suficiente y sonase a poco también apostaron por que la riqueza debería tender a su redistribución, en un colmo de positiva alucinación que hoy a tantos desheredados suena a traición. Su intención fue buena, como no, pero llevada por un optimismo que fue más cercano a lo utópico que a lo posibilitador y esto ahora para muchos caídos en desgracia no les merece ningún perdón.

Seamos sensatos, el optimismo no incorpora garantía alguna de consecución. Es más bien una actitud simpática y con buena prensa que en su moderación no perjudica, pero extremada puede llevarnos a la desorientación que luego normalmente se convierte en frustración. Pero… ¿dónde está la moderación?. Lamentablemente no contamos con ningún sistema de medición que nos indique cuando el optimismo se convierte en fantasía o alucinación, por lo que la prudencia manejada por el sentido común deberá ser para cada cual la mejor opción.

Antes de comprometerme personal y públicamente con mi reto Marathon-15% dejé a un lado cualquier tentación optimista de valoración de mis posibilidades de éxito a fin de ahorrarme todo el tiempo y el dinero que el proyecto requiere y cuya inversión mal se justifica por un golpe de corazón. Desde el comienzo hasta aun hoy desconozco si seré capaz de conseguirlo, pero lo que me anima a seguir es el progreso semanal de mis resultados amparados en mi esfuerzo y dedicación y no la esperanza de un milagro salvador. Afortunadamente para mí, la Constitución no dice nada de cómo escalar en un Maratón…

Saludos de Antonio J. Alonso

La insoportable levedad de ser el “Pequeño Nicolás”

El Pequeño Nicolás

Que en España alguien consiga medrar desde la levedad de un meritoriaje de celofán hasta convertirse en una figura nacional habla mal tanto de nuestro país como del propio “Pequeño Nicolás”. Tan culpable es esta moderna versión de pícaro embaucador como lo es una sociedad tentada siempre de dejarse engañar con tal de oler a beneficio oculto y a prosperidad.

Tal y como lo conocemos, el “Pequeño Nicolás” es un producto de su tiempo y su lugar que antes o después tenía que llegar. Que nadie le culpe más allá de lo que condenaría a un chaval que se cuela en el metro sin pagar porque las puertas estaban abiertas de par en par invitándole a entrar. Está mal, muy mal, pero su mal se ampara y confunde con otros muchos cometidos por quienes escondidamente le han facilitado esa maldad.

Aun con toda esta supuesta facilidad, algo tendrá el “Pequeño Nicolás” para adelantar a tantos otros que, de haber sabido cómo, con seguridad hubieran hecho algo similar. ¿Será algún tipo de inteligencia especial?. Yo creo que no y que precisamente es todo lo contrario lo que le ha llevado a supuestamente triunfar. Su discutido éxito está en su levedad. Pero levedad entendida como la definen sus sinónimos: delicadeza, ligereza, trivialidad, frivolidad, nimiedad, suavidad o venialidad. En fin, todo lo que representa no aparentar supuestamente un peligro a primera vista para quien le trata y en conjunto para la sociedad.

Es por ello que nadie ha sospechado al ver y conocer al “Pequeño Nicolás”, un trasunto veinteañero de querubín atemporal que semeja encontrarse en todo momento acabado de despertar, momento en el que parece no haber maldad. En fin, que todo en él se reduce a no demostrar nada que pueda hacer recelar, un antiguo antídoto para bajar la guardia de cuantos incautos juzgan a las personas solo por las apariencias y nada más.

Particularmente confieso que siempre me han generado dudas quienes, de incógnito y disfrazados de una supuesta falta de interés personal, parece que siempre actúan en favor de causas nobles que benefician a los demás. Con ello no pretenderé ignorar el altruismo que evidentemente existe, es necesario y es de elogiar, pero considero que su manifestación real en las personas es puntual y no se extiende a todo su actuar. Hay momentos que miramos por nosotros mismos y otros que atendemos a los demás, aunque cierto es que no todos lo hacemos en una proporción igual.

Actualmente, yo mismo podría ser ejemplo de todo ello al abordar mi proyecto Marathon-15% caracterizado por esa dualidad, pues pretendo conseguir un récord para mi satisfacción personal además de la publicación de un libro de superación personal, parte de cuyos ingresos donaré a la Fundación Novaterra como deseo y compromiso de solidaridad.

Para finalizar este breve paseo por los caminos de la dignidad, podríamos decir que no hay nada más viejo, insoportable y falaz en la definición de una personalidad que la combinación impostada entre altruismo y levedad, dos de las características naturales de la hoy extinta santidad. Ahora que se acerca la Navidad parece propio recordar a Santa Claus en la figura de nuestro inefable protagonista, a quien mal podríamos llamar el “Pequeño San Nicolás”…

Saludos de Antonio J. Alonso

¡O programas o serás programado!

O programas o seras programado

Pese a su aparente modernidad, el título de este artículo es intemporal pues define el componente director de la existencia de todo aquel que tiene que elegir como vivir, si escribiendo o leyendo su porvenir.

Douglas Rushkoff publicó en 2.010 “Progam or be Programmed” donde trasladaba una brillante reflexión sobre la evolución asimétrica en la comunicación: Contrariamente a lo esperado, la aparición del alfabeto no creó una sociedad de lectores sino de oyentes que escuchaban lo que otros que sabían les leían. Posteriormente la invención de la imprenta no supuso la proliferación de escritores sino de lectores, que adquirían los libros impresos que unos pocos sabían escribir. Recientemente, la generalización de los ordenadores personales y los sistemas electrónicos de comunicación nos han convertido por fin en escritores, pero en unos formatos (redes sociales, mensajerías instantáneas, blogs, etc.) que son controlados y dirigidos realmente por quienes saben su programación. En definitiva, que la cadena del progreso en comunicación siempre llega para la mayoría retrasada en un eslabón pues el primero suele ser cosa de unos pocos, los que saben de su ejecución.

Pero, ¿sería válida esta digresión referente al conocimiento para definir en la vida la mejor manera de actuar?. Pues en principio podríamos decir que no pues el gobierno de la vida parece ser otra cosa muy distinta a lo que Rushkoff comprobó, dado que no exige de saberes específicos y restringidos a unos pocos sino de voluntad, algo al alcance supuestamente de cada cual.

Efectivamente, la vida se rige por la voluntad, eso que manda el actuar. Pero el actuar no tiene sentido alguno si no responde a un criterio propio que debiera estar definido con sentido y anterioridad. A esto lo podríamos llamar… “programación vital”, es decir, la determinación del qué, del cómo, del cuándo, del dónde y del porqué de lo que queremos sea nuestra vía hacia la prosperidad.

No obstante, el programar en la vida es una cuestión de decisión personal y así también cabe la posibilidad de vivir al encuentro de lo que sucederá, sin más planteamientos que los de recibir la vida armados de sorpresa a la espera de parabienes con precio de gratuidad. Esta opción reactiva me temo que suele ser la más general y es la que abre la puerta para que sean otros quienes programen la vida de los demás.

Es curioso pues quienes programan su vida para aprovecharla y disfrutar suelen querer siempre más y así embarcan a otros en sus propósitos llegándoles también a programar, dirigiéndoles sus pasos por los caminos del interés propio y personal. Yo no los voy a criticar, pues si hay algunos que tiran y otros que se dejan arrastrar, que cada cual asuma su responsabilidad.

En un momento de mi vida de cambio profesional, antes que dejarme llevar por la inercia que establece la cómoda continuidad, decidí programar mi futuro inminente por el camino apasionante de lo editorial, buscando en Marathon-15% un reto que me permitiese ejemplificar por escrito todo aquello que nos lleva a triunfar por nosotros mismos y sin esperar a que los demás nos vengan a programar.

Saludos de Antonio J. Alonso

Son solo negocios, no es nada personal…

Michael Corleone

Siempre he defendido que lo personal en el ser humano invade por necesidad cualquier área de nuestra vida, quedando en la imposibilidad real cualquier intento de compartimentación vital, pues ninguna actuación puede ser estanca a la idiosincrasia de cada cual. Lo contrario no es más que hipocresía, en un vano intento de falsear la verdad. Verdad que nunca será propia por más que lo creamos pues finalmente siempre la definen los demás.

La frase que titula este artículo la pronuncia Michael Corleone (Al Pacino) en El Padrino y tras ella no puede haber mejor definición del espíritu que anima las actuaciones de los atrabiliarios personajes de la inmortal trilogía de Francis Ford Coppola, todo un monumento cinematográfico a quienes entienden la ética como un pañuelo de usar y tirar, después de sonarse, claro está.

El Padrino es inmortal porque lo que nos cuenta vive hoy en los nombres de otros inefables personajes que con igual catadura se arman de caradura y medran en la España actual. Padrinos algunos de familias tradicionales que enteras se entregan a estafar y que bajo el bondadoso aspecto de bienhechor Yedai rememoran a Brando en su actuar. Padrinos otros de familias políticas, que prestidigitan las contabilidades públicas para financieramente perpetuar sus cuotas de poder hasta más no poder y así prevaricar. Padrinos los demás, de familias bancarias que como nuevos tahúres del engaño y la trampa esconden sus tarjetas negras bajo esas mangas que sabiamente cortan sus sastres expertos en ocultar. Padrinos hasta quienes sin todavía edad, demuestran que pronto todo se puede aprender de sus mayores, incluso a traicionarles con el engaño que facilita un aspecto infantilizado y un seudónimo de pequeño niño a dónde vas. Padrinos en fin, que hasta las familias más coronadas, cuentan en su seno y muy a su pesar.

Todos, pero todos, convencidos de que los negocios no tienen nada que ver con lo personal. Que su vida tiene dos caras para así salvar una en caso de que la otra llegue a peligrar. Todos siempre autodeclarados inocentes de cualesquiera cargos se les pretenda imputar. Todos aferrados a su doble moral, aprendida de esa historia que Mario Puzo escribió sin adivinar que se convertiría en manual básico de la Universidad del perfecto criminal.

La historia nos demuestra que los Padrinos se constituyen en una especie dominante que tiende a proliferar llegando a considerarse una plaga en la actualidad. Yo no sé si nos lograrán extinguir a los demás y si así lo fuera ese será evidentemente el comienzo canibalizante de su final. Por de pronto el bochorno es público y nacional, aunque no descarto que las realidades de otros países se asemejen al nuestro convirtiéndolo en un asunto universal.

En Marathon-15% también pretendo demostrar que en esta vida no se alcanza ningún destino final atajando por caminos prohibidos pese a que algún oscuro GPS nos prometa así antes llegar. Para mejorar nunca recurriré a ninguna ayuda al margen de lo natural. Avanzar paso a paso por la senda del autocumplimiento y la honestidad es la mejor garantía para lograr nuestras metas sin reprocharnos nunca nada que nos pueda sonrojar.

Mi negocio ahora es retar mi capacidad de correr y escalar más que nadie y lo he convertido en un asunto personal. Por eso lo escribo, porque quiero hacerlo público y para ayudar…

Saludos de Antonio J. Alonso

¿Hay que estar muerto para ser superior…?

Don Giovanni

Cada primero de Noviembre, en el Día de Difuntos (Halloween nunca será para mí su denominación), tengo por costumbre escuchar el Don Giovanni (1787) de Mozart para celebrar su excelsa música y que yo estoy vivo mientras que el burlador no. ¿Quién de los dos es superior…?

El libreto de Lorenzo Da Ponte presenta la paradoja de la muerte en forma de misteriosa transmutación hacia lo superior. Al comienzo de la obra, Don Giovanni, experto espadachín y gran conquistador, da muerte fácil en duelo a Don Pedro (El Comendador). Al final, es Don Pedro (ahora El Convidado de Piedra) quien venido del más allá para cenar forcejea con Don Giovanni y logra fácilmente vencerlo arrastrándolo en vida hacia la muerte, su destino peor.

Yo no sé muy bien por qué razón cada vivo cuando muere adquiere poderes de superhéroe convirtiéndose en un ser superior. Quizás porque, de no ser así, el argumentario de toda la literatura y cinematografía universal de terror no tendría sentido al tener que presentar a los fantasmas huyendo cobardemente de los vivientes, como almas que lleva el diablo, presas de su temor. Pero, más en serio, es muy posible que el influjo de nuestra cultura judeocristiana basada en la eterna promesa de otra vida mejor nos lleve a asociar eso con llegar a ser superior. Por supuesto que esta reflexión es una pura entelequia, pues ningún muerto ha vuelto nunca para contarnos de todo esto su impresión.

Para mí el concepto vital de ser superior es el de quien es capaz de afrontar y resolver cotidianamente la difícil problemática que la existencia le presenta ajeno a la frustración, el desanimo y mucho menos a la resignación. Quienes de esta manera en su vida actúan son capaces de hacérsela a sí mismos y a los demás mucho mejor. Ser superior pasa por ser un luchador en este mundo nuestro implacable y retador, posiblemente muy distinto al limbo que habitan las ánimas en caso de que estas todavía tengan ánimos de superación.

Desconozco si cuando fallezca me convertiré en un ser superior y este puro desconocimiento, unido al de una indemostrable existencia posterior, me invita a no dejar para luego lo que creo que debo hacer hoy. Si de algo estoy seguro es de que ahora y hasta que me muera sigo siendo yo y el tiempo que me reste lo quiero emplear en ser mejor, en ser cada día por mí mismo un poco superior.

Por ello me embarco en proyectos como Marathon-15%, que me hagan sentir el paso acelerado de la sangre por mis venas en una suerte de coronaria reivindicación de que la vida es para escalarla en lugar de esperarla pacientemente y sin ilusión. Sí, en momentos como los de hoy me siento ser superior al plantarle cara a un complicadísimo reto que seguro me enseñará a resolver mejor los siguientes con denuedo y buena aplicación, pues yo no acepto bien estar sin propósitos ni ocupación.

Estar vivo nos ofrece a cada cual la oportunidad de ser superior pues el concepto no lo es frente a los demás sino aplicado a uno mismo, el verdadero destinatario de ese compromiso personal con su superación. Estoy convencido de que esto nunca lo entenderían los muertos y menos todavía un convidado de piedra a la vida llamado El Comendador…

Saludos de Antonio J. Alonso