Las tres Claves del Éxito: 2-La Aptitud

Si en mi anterior artículo hablaba de la Actitud como una de esas tres Claves del Éxito para triunfar en la vida y cuyo carácter es básicamente predisposicional, en este lo haré sobre la Aptitud (del latín aptus o capaz) más vinculada a lo que sabemos y como lo aplicamos, es decir a lo competencial.

¿Quién no ha oído esa conocida frase que dice… fulanito es muy competente? Suena bien y todos sabemos lo que significa: que fulanito hace muy bien las cosas. Cuando alguien es capaz de realizar con excelencia su cometido (profesional o personal) es competente y por tanto podemos decir que reúne la Aptitud necesaria para desempeñar exitosamente sus tareas.

Pero… ¿qué se necesita para tener Aptitud? Solo dos condiciones: saber y aplicar.

Saber es indispensable para conocer cómo desempeñar un cometido. El conocimiento adquirido nos ahorra el tener que descubrir por nosotros mismos, en cada momento, el cómo hacer algo nuevo. La traslación del saber (anterior y nuevo) de una generación a otra es lo que nos permite avanzar como especie en la naturaleza pues esas mismas generaciones pueden disponer del tiempo necesario para reflexionar sobre nuevos retos del conocimiento. De otra manera, siempre estaríamos dándole vueltas a lo mismo en un bucle sin fin, con el único y parsimonioso progreso que establecen las leyes darwinianas.

El saber se adquiere por la formación, que nos garantiza la comprensión teórica del mundo pretérito y del contemporáneo. Formarse es indispensable hoy, pero también lo es mañana pues todo cambia y se impone la actualización permanente. La formación, arrinconada habitualmente en la primera etapa de nuestra existencia, solo puede ser garantía de obsolescencia de no tener una vocación de continuidad vitalicia.

Pero solo el saber no garantiza la Aptitud, pues lo que conocemos debemos también aplicarlo. Aplicar de forma adecuada lo que en nuestra vida hemos aprendido se convierte en la alquimia necesaria para pasar de la teoría a la práctica. Es lo que comúnmente llamamos la experiencia o esa capacidad para poner en valor los conocimientos adquiridos con pleno aprovechamiento.

La experiencia normalmente se incorpora a lo largo del transcurso del tiempo (mayor o menor según el espabilamiento de cada cual) y ese tiempo es el que la sociedad no nos suele conceder en su exigencia de resultados inmediatos, urgiendo siempre la puesta en valor de las personas a la mayor brevedad posible. Brevedad que solo es factible alcanzar acelerando el pausado proceso natural experiencial mediante técnicas de Coaching (entrenamiento práctico), siempre más cercano al aplicar como la formación lo está del saber…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

Las tres Claves del Éxito: 1-La Actitud

Debo confesar que sufro de una rara enfermedad poco estudiada hasta la fecha: la actitudinitis o ese miedo atávico e incontrolado a encontrarme con personas que proclaman a los cuatro vientos y sin el más mínimo pudor su actitud negativa frente a los diversos acontecimientos de la vida. Además y para empeorarlo si cabe, en un alarde de aprensión woodyalleniana, siempre creo que me voy a contagiar de ellos, convirtiéndome en la más pura representación contemporánea del homo cabizbajus depresivus.

Quizás por esas especificaciones propias que definen mi actividad profesional como entrenador de directivos puedo quedar más expuesto que otros al librepensamiento de mis clientes y su tendencia a buscar un hombro receptor de llantos y lamentos por eso de lo mal que está todo… Es mi trabajo, sí. Pero uno acaba acogotado de tanto negativismo sin tregua ni razón.

Efectivamente, ni razón. Pues no la tienen. Nadie puede tener argumentos consistentes para ejercer de negativo en su vida si la quiere vivir con pleno aprovechamiento. Cualquier dificultad o desgracia vital nunca justifica poner la mirada baja a menos que alguien disfrute inexplicablemente con ello (que los hay). El camino de la vida se llama tiempo y su transcurso es una constante oportunidad que se nos brinda para intentar mejorar lo que ahora no termina de funcionar.

Es cierto que la situación económica actual nos tiene a todos preocupados y yo no soy una excepción. Las dificultades que los mercados nacionales e internacionales están atravesando han frenado el ritmo de avance de las empresas y los negocios, comprometiendo su viabilidad y generando costes sociales muy dolorosos.

Cuesta arriba es muy posible que ya no se pueda correr y ahora solo haya que despacio caminar o en el peor de los casos parar, pero nunca retroceder. Mirar atrás no es aconsejable si se quiere avanzar, so pena de poder tropezarnos por no identificar lo que delante nos pueda obstaculizar.

La Historia nos demuestra que todas las personas de éxito, además de otros rasgos comunes, se han caracterizado por albergar y demostrar en su vida una solida actitud positiva anclada en la factibilidad, que nunca estuvo supeditada a las circunstancias vividas, sino más bien fue ejercida sin solución de continuidad tanto en los momentos buenos como en los de dificultad.

Nadie puede prescindir de tener una actitud frente a los acontecimientos que le sobrevienen (es imposible), pero si puede elegir libremente su signo, positivo o negativo. Signo que, desde el comienzo de todo empeño, condicionará radicalmente las oportunidades del éxito o fracaso que pueda alcanzar…

Nuevamente, es una elección personal…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

En el Fútbol está la Solución…

Finalizando ya el Campeonato del Mundo de Fútbol de Sudáfrica, “vuvucelas” aparte, de los resultados acontecidos podemos extraer una conclusión que a buen seguro va a marcar el devenir futuro de este deporte tan multitudinario y competitivo: El éxito viene determinado de forma concluyente por la labor bien orientada y mejor coordinada del equipo, más que por el acierto aleatorio y fugaz de sus individualidades, por geniales que estas puedan ser.

Así es, todas las selecciones que de alguna manera u otra han presentado un buen comportamiento en esta edición del Mundial lo han conseguido por su buen hacer de equipo, orientando su juego al cumplimiento de los esquemas de juego trazados por su entrenador y caracterizados los jugadores por un sentimiento colectivo de grupo con fuerte carga de identidad propia (esto mismo es lo que está también demostrando, a nivel de clubes, el FC. Barcelona desde hace un par de exitosos años).

De esta manera se explica eso de que “ya no hay rival fácil de vencer” pues ahora la motivación junto con la disciplina estratégica y la buena preparación física convierten a cualquier equipo, supuestamente mediocre, en una máquina perfecta de contener y arruinar las expectativas de victoria de su contrario.

El Fútbol de hoy es así y lo será siendo cada vez más. Los incalculables intereses económicos que rodean a este “balón-pédico” deporte obligan imperiosamente a la consecución de resultados y ello no es cosa solo de una o dos figuras de relumbrón, sino de once comprometidos futbolistas y su entrenador. Entrenador (o Coach) cuya función principal es obtener la mejor versión deportiva de cada jugador y ponerla en fluida combinación con la de los demás para configurar un “equipo”, es decir, algo con valor añadido al de solo un “grupo”.

Y… hablando de consecución de resultados, ¿no es esta la premisa esencial que marca históricamente el origen y el destino de la vida de las empresas? El éxito mercantil, en un mundo tan competitivo como el que define a la realidad de las sociedades económicamente más avanzadas, pasa por vencer a los competidores en el duro partido por conseguir el favor de los clientes.

Esta tarea, a la que se enfrentan día a día todas las empresas que conocemos se torna imposible de no contar, como en el Fútbol, con una estrategia bien definida y un equipo humano coordinado y motivado para implementarla. Las ventajas competitivas ya no vienen determinadas por geniales ideas empresariales en un mundo en donde casi todo está inventado. No, lo que asegura el éxito es más una labor de aporte constante de valor, paulatina y conjunta por todos y cada uno de los que conforman una organización llegando así a conseguir la excelencia de convertir el todo en mucho más que la suma de sus partes.

¡Quien busque la Solución que siga viendo Fútbol…!.

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

Los Libros de Auto-Ayuda

En los últimos veinte años la irresistible aparición de un nuevo género literario, caracterizado por su innegable popularidad y éxito de ventas, ha protagonizado todo tipo de opiniones enfrentadas al respecto de su coherencia, validez y legitimidad.

Los Libros de Autoayuda, esos que pretenden contribuir a mejorar la vida de sus lectores a partir de reflexiones, parábolas y consejos, están de moda. Moda que parece algo más que eso, dado su firme y duradero posicionamiento en las preferencias de un amplio sector de la población lectora que no los cesa de comprar.

Pretender realizar un análisis genérico de los Libros de Autoayuda no tiene mucho sentido ante la manifiesta diversidad de los títulos publicados, tanto estilística como académicamente. Es evidente que el valor intrínseco de cada obra viene sostenido por muchos factores, tantos como los que puedan también justificar la calidad en cualquier otro género literario. Por ello, aquí también las hay buenas, malas y regular.

No obstante, si hay un aspecto a considerar que es de común aplicación a este género y que viene definido por su título genérico: Autoayuda.

El término Autoayuda confunde la misión de estos libros por cuanto se refiere a la ayuda que uno mismo se presta, no la que un libro presta. Así, podríamos decir que son de Ayuda y esta es una distinción esencial para entender y valorar convenientemente lo que podemos esperar de su lectura. Una cosa es ayudar a alguien y otra muy distinta, que ese alguien (el lector) logre ayudarse a sí mismo.

Los procesos de mejora profesional y personal son tan difíciles y complejos que requieren inexcusablemente que el propio afectado comande con pulso firme la nave de su propio cambio, sin esperar en vano que sea otro el que haga ese trabajo por él. Cuando leemos un Libro de Autoayuda con la deseada esperanza de encontrar la receta mágica, de aplicación simple y que solucione instantáneamente nuestros problemas, estamos condenando los resultados anhelados al más puro de los fracasos personales.

Y sobre esto, en muchas ocasiones, nada de culpa tiene el libro que hemos sostenido entre nuestras manos, sino quizás nuestra indolencia a la hora de querenos ayudar…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

Ferrán Adrià y los cuchillos de El Bulli

El Bulli cierra en 2012 y 2013 para reabrir en 2014: gran conmoción mediática cuya cobertura es pareja en los últimos días al desastre de Haití. Es decir, una objetiva injusticia.

Pero hoy no voy a volver a hablar de la interesada parcialidad de los medios de comunicación al seleccionar la información que debemos conocer más, pues se trata de una causa que sé perdida mientras los contrafuertes de los grupos editoriales sigan siendo los intereses de los partidos políticos.

Hoy quiero fijarme en uno de los elementos esenciales del menaje del restaurante “El Bulli”: sus cuchillos. Los cuchillos son la herramienta más polivalente de un establecimiento hostelero pues su uso es tanto interno (cocina) como externo (clientes). De su buen estado depende mucho la eficiencia en la elaboración de las comidas como la satisfacción de los comensales: los cuchillos deben estar afilados.

Pero Ferrán Adrià, que no es tonto (aunque siga año tras año sin demostrarnos grandes dotes comunicacionales, pese a su incesante entrenamiento mediático), se ha percatado de la necesidad de mantener también afilados otro tipo de cuchillos imprescindibles para el desarrollo futuro de su incuestionable restaurante de Cala Montjoi. Son los cuchillos de la Planificación Estratégica. Los que permiten cortar su mercado con la precisión de un bisturí.

Mantenerse en la primacía de la restauración mundial no es posible replicando sin solución de continuidad una fórmula de éxito, pues el éxito pide adecuación constante al entorno y el entorno nunca es constante.

Ferrán Adrià trabaja seis intensivos meses en su tri-estrellado restaurante sin más tiempo para pensar y el resto del año trabaja como reclamadísimo conferenciante, también sin más tiempo para pensar. Por tanto, si no piensa su fórmula de éxito puede agotarse por conocida (sobre todo considerando que algo que triunfa es pasto de la copia mas flagrante) y antes de que ello ocurra es necesario cambiar.

Hay quien puede opinar que dos años es mucho para afilar los cuchillos de El Bulli, pero ser el número uno solo se consigue con el mejor filo para cortar.

¿Cómo de afilado está el filo de nuestro cuchillo personal y profesional…? ¿No lo sabemos…? ¿Seguimos sin detenernos un instante para pensarlo…? ¿Vivimos el momento, en una suerte de correcalles diario sin destino definido…? ¿Y aun así, le exigimos éxitos a nuestra vida…? Así es imposible.

Copiemos de Ferrán Adrià, que es capaz de perder ahora para ganar después…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

La Posibilidad y la Probabilidad

Es muy habitual que los participantes en mis Programas de Coaching no distingan con facilidad la diferencia que existe entre los términos Posibilidad y Probabilidad. Además de ellos, yo creo que estos dos conceptos suelen llevar a la confusión a la mayoría de personas.

Veamos que significan:

– Posibilidad: Aptitud o facultad para hacer o no hacer una cosa.

– Probabilidad: Determinación cuantitativa de la posibilidad de que se haga o no se haga una cosa.

Por tanto, no son iguales y entender su diferencia es clave para no caer en la frustración cuando no conseguimos nuestros propósitos (cuando las cosas no nos salen como queremos), además de constituir el punto de partida estratégico de diferentes caminos para la búsqueda de las soluciones.

Los procesos de mejora profesional y personal que facilito a mis clientes cuidan mucho la identificación de cuál es la razón por la que, en ocasiones, no alcanzamos nuestros objetivos. ¿Es por Posibilidad o es por Probabilidad?.

Sin duda, la respuesta condiciona mucho el trabajo a desarrollar por cuanto no es lo mismo que el origen de nuestros fracasos se deba a la Posibilidad (porque no puedo) que a la Probabilidad (porque no lo he intentado suficientemente).

Desgraciadamente, el “Cómplice Auto-Justificativo” que todos llevamos dentro es quien se encarga de confundirnos haciéndonos creer que casi siempre es la Posibilidad la causa de nuestros males, pues de lo contrario (si fuera la Probabilidad) estaríamos obligados a practicar con más asiduidad esa cualidad que está demostrado es más escasa y por tanto más valiosa hoy en día: la Constancia…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

El Éxito del Error

El éxito del error

La palabra “éxito” viene comúnmente asociada a la resolución feliz de una actuación. El éxito es algo deseado por todos aunque solo verdaderamente buscado por algunos: los que hacen algo para conseguirlo.

Mi definición de éxito es aquella que lo vincula con la consecución de nuestros deseos y los deseos son patrimonio de cada cual, no debiendo necesariamente coincidir los de unos con los de otros. Los deseos, en definitiva, configuran todas las múltiples aristas del estilo de vida que quisiéramos practicar y sobre el que nos sentiríamos realizados como personas de alcanzarlos.

Tener éxito en los diferentes órdenes de la vida no es fácil y aun lo es menos si pretendemos acertar siempre en todas las actuaciones que emprendemos. Está demostrado que hay algo muy habitual en la mayoría de las personas denominado “aversión al fracaso”, que ejerce de potente condicionante negativo a la hora de intentar nuevos retos en su vida.

Evidentemente, si cada empeño que nos proponemos pretendemos sea exitoso, muchos de los que son complicados ni siquiera los acometeremos por miedo a su fracaso.

El error, sin duda, es un éxito en sí mismo cuando no interrumpe la persecución de lo buscado, genera el conocimiento suficiente y propicia el necesario cambio de actuación…

 Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro