Re-flexiones… 2.862 (éxito)

“Para lograr el éxito, mantenga un aspecto bronceado, viva en un edificio elegante, aunque sea en el sótano, déjese ver en los restaurantes de moda, aunque sólo se tome una copa, y si pide prestado, pida mucho”

Aristóteles Onassis

Lo imposible… desde el sillón

Cada vez que leo unas declaraciones de actores, cantantes, escritores, modelos o presentadores de televisión que aseguran haber triunfado sin haberlo querido, buscado o trabajado, me lleno de la indignación propia de quienes no asumimos ser tratados como unos imbéciles a la búsqueda de la mentira mayor. Pero hay muchos que si lo creen, en la ilusión de que a ellos también les pueda suceder eso del éxito sorpresivo y gratuito que otros dicen obtener sin la más mínima intención.

Voy a poner un ejemplo, en esta ocasión relacionado con el aspecto físico: hacia finales de los sesenta, cuando el cuidado personal no tenía el protagonismo ni la difusión de hoy, me asombraba la excelente apariencia atlética de un Paul Newman ya maduro que nunca confesó el secreto de su vientre ajedrezado a los medios de comunicación. Como él, tantos otros y otras celebridades eran y son aconsejados por sus asesores de imagen en el misterioso silencio, pues bien saben que lo imposible vende más que lo que se encuentra al alcance de cualquier hijo de vecino que aspire a mejorar su condición. Veamos: si Paul Newman, casi cincuentón, conservaba un físico juvenil sin buscarlo sería porque estaba tocado por un divino don, lo que le hacía único y digno de admiración. Esto, sin duda, para su imagen pública era mucho mejor que confesar la práctica disciplinada de ejercicio, lo que le convertía en mortal y cercano a cualquier imitación.

Como el anterior hay muchos ejemplos que validan la irresistible atracción de lo conseguido sin tener que embarcarse en ninguna oposición. ¿Cuántas modelos top aseguran haber sido descubiertas por la calle cuando dicen que no eran conscientes de su valor? ¿Cuántos actores taquilleros relatan que acompañaron a un amigo a un casting y fueron ellos los elegidos sin llevar esa intención? ¿Cuántos escritores de éxito afirman que todo comenzó porque un familiar, en secreto y sin autorización, mandó un borrador a un concurso literario que luego fue el premiado ganador? Todos se declaran inocentes de un supuesto pecado del orgullo y la presunción.

Es evidente que, en general, cualquier manifestación de éxito profesional o personal que no revele el duro camino recorrido hasta su obtención suele ser considerada de mayor valor al presuponer un genio oculto que para sí quisiera cualquier lector. Llegar a conseguir lo difícil desde la engañosa facilidad de la inacción vende mucho más que la verdadera explicación: nada se obtiene sin un firme propósito, una adecuada planificación y un largo esfuerzo para cumplirla sin dilación.

Una vez más podemos comprobar el cautivador poder de convicción que para casi todos tiene lo imposible si se puede conseguir sentado desde el sillón…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

Los cursos sobre… “cómo triunfar”

Hace tantos años que no asistía a uno de esos cursos sobre cómo triunfar que cuando recientemente lo hice, obligado por un compromiso personal, nuevamente me asaltaron las mismas dudas que entonces me aconsejaron tomar la decisión de no participar nunca más. En este caso se trataba de una master class (término hoy desnaturalizado donde los haya) impartida por un Coach que trataba de aleccionar sobre lo que hacer para triunfar en el Coaching a nivel profesional.

Es una realidad que, ante la patente dificultad para desarrollar en España una estable carrera como Coach por falta de un mercado específico como tal, desde hace años han proliferado este tipo de propuestas formativas que suelen llenar sus aulas de tantos ávidos aspirantes a vivir del Coaching, que buscan la fórmula magistral que les lleve a triunfar como Coaches y ser un referente en su especialidad.

Pues bien, imaginemos que vamos a una conferencia sobre como no perder el cabello y el conferenciante es calvo. O a otra sobre cómo hablar en público y el ponente es tartamudo. O bien a una sobre la imagen personal y quien la imparte viste de forma tan descuidada como despeinado está. En fin, que yo creo que poca credibilidad otorgaríamos a quien respecto de aquello de lo que habla no es capaz de acompañar su ejemplo personal.

Resistí pacientemente las dos horas de duración de la master class para al final, una vez más, volverme a preguntar si alguien que conoce realmente el secreto para triunfar y no lo ha hecho ya puede merecer mi atención y la de los demás…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

MARATHON-15% Y EL ÉXITO PROFESIONAL

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“Cada gran éxito se construye por otros menores que son los que hay que saber alcanzar”

Con este aforismo concluye “El éxito”, la Crónica 18 del libro “Marathon-15%: 115 CLAVES DE SUPERACIÓN PERSONAL” y comienza “El camino del éxito profesional: 115 CLAVES BASADAS EN UN RÉCORD MUNDIAL”, la conferencia que recientemente pronuncié en el Colegio de Economistas de Valencia (COEV) y que en la fotografía enlazada siguiente se encuentra disponible en su integridad…

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Cuando me preguntan sobre cuánto tiempo dediqué a prepararme para alcanzar, el 13 de junio de 2015, la mejor marca mundial de desnivel positivo en maratón (6.232,86 m.), siempre respondo la verdad: “9 meses… tras 40 años sin dejar de entrenar”. En todo este tiempo y por mi empeño en querer siempre más, he tenido la oportunidad de conseguir algunos logros deportivos menores cuya progresión hacia otros mayores me llevó finalmente a considerar la posibilidad de tentar y conquistar este récord, que comparto editorialmente con todos aunque lo lleve muy guardado en mi intimidad. Hoy siento que me lo he ganado porque su construcción viene de muy atrás.

En la vida profesional ocurre lo mismo: el éxito no se puede improvisar y quien esto pretenda con seguridad terminará por los caminos del fracaso o de la ilegalidad. También en la vida personal ocurre igual y así lo escribo en la Crónica antes mencionada, en otro párrafo que lo viene a constatar…

“Los grandes éxitos nunca se construyen de una sola pieza, pues no hay molde suficiente para contenerlos en su integridad. Nadie es capaz de cruzar un rio de un solo paso como tampoco parece viable alcanzar la cima de una montaña sin tenerla que escalar. El éxito siempre se viene a formular como suma de otros menores que secuencialmente llevan hasta el principal, aportando cada uno además una satisfacción puntual que ejerce del mejor apoyo motivacional. La palabra éxito no existiría sin la unión de sus cinco letras, cada una tan importante como las demás. Pero además, la palabra éxito contiene en su significado tantas acepciones semejantes que debería ser siempre escrita en plural…”

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

La Autoconfianza y el Éxito

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Para tener Éxito hay que proyectar sensación de Éxito, aun muchas veces sin contar todavía con él, lo que únicamente será posible amparándose en la Autoconfianza como vehículo motivante y predictivo de un futuro que buscamos mejorar. Sin Autoconfianza no habrá Éxito pero sin este, aquella deberemos tratar de fomentar. No hay fórmula alternativa ni mejor porque nada se consigue nunca sin la necesaria convicción que nos lleve a actuar.

En general, la confianza depende de la fiabilidad mostrada en el cumplimiento de nuestros compromisos. Consumar lo pre-dicho ejerce del mejor aval personal ante nosotros mismos o ante los demás para trasladar seguridad. Por ello, será siempre conveniente ajustar bien el alcance de lo fijado para evitar pasarse o no llegar.

La confianza propia es la Autoconfianza y esta, una vez ganada, se torna como la compañera ideal de un viaje cuyo destino busca, de la manera más particular, triunfar. Si definimos Éxito como la consecución mayoritaria de nuestros deseos, siendo estos propios y valiosos para cada cual, alcanzarlo requerirá de un esfuerzo que difícilmente podremos desarrollar sin contar con el respaldo que nos ofrece creernos capaces de ello. Todo comienza con la Autoconfianza, hasta el límite del horizonte donde queramos mirar. Todo termina con la Autoconfianza, cuando abandonamos nuestros propósitos por dudas sobre nuestra capacidad y su factibilidad.

La Autoconfianza se extiende a cualquier ámbito de nuestra vida personal, pero especialmente es determinante en el ámbito laboral y en este sobremanera para aquellos profesionales que detentan responsabilidades directivas, pues la necesaria y constante interacción con sus colaboradores habitualmente suele devenir en focos de disensión que requerirán de aplomo y convicción para mantener fija la sintonía en el dial. Todo líder lo será primero por confiar en sí mismo para así luego también poder confiar en los demás. Las incertidumbres sobre la propia competencia personal solo valen para trasladarse a quienes puede no las merezcan, pero que si desgraciadamente las asumirán.

Pero… la Autoconfianza, sin tenerla, ¿se puede aparentar…? Puede que inicialmente si pero no en la continuidad. A la Autoconfianza le ocurre como a lo de aprender a nadar: hasta que logramos flotar todo son precauciones y malestar que no podemos ocultar ni aun bañándonos en soledad. Cualquier estrategia para simular Autoconfianza falsa se derrumbará siempre a la primera oportunidad de lidiar con una importante dificultad. Nadie puede mantener una pose artificial mucho tiempo sin explotar. Lo vemos todas las temporadas en el programa de televisión Gran Hermano, popular laboratorio de la inevitable transparencia de nuestra idiosincrasia personal.

Pero no desesperemos, pues la Autoconfianza también se puede ganar de la misma manera que en las guerras son las batallas el elemento crucial. Paso a paso hay que comenzar por pequeños retos que podamos afrontar con garantías de Éxito, para luego buscar otros mayores que en espiral nos lleven a más y a más, ganándonos el crédito y la seguridad. De verdad que no es tan difícil, solo es cuestión de paciencia para lograr encadenar pequeños triunfos poco a poco y eso sí, luego no parar…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

¡Fracasa rápido!

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Quien dijo que los mensajes de afirmación personal siempre debían expresarse en positivo olvidó que lo supuestamente negativo en ocasiones se constituye como el peaje necesario que, para alcanzar lo deseado, debemos pagar.

Si bien es cierto que el éxito es lo opuesto al fracaso, esto no significa que aquel no pueda contener a este, tal y como la evolución del conocimiento humano históricamente nos ha llegado a demostrar al configurar la prueba y error como método científico de probada efectividad.

Fracasar tiene un sentido negativo que solo se justifica cuando los fracasos no derivan en nuevos intentos de éxito modificando, eso sí, cada vez algo del procedimiento a desarrollar. Fracasar es un error cuando no incorpora el aleccionamiento de lo que no hay que volver a practicar. Fracasar se constituye en nuestro peor consejero cuando llega a condicionarnos mentalmente hasta el punto de cercenarnos toda la confianza en nuestra posibilidad. Fracasar es vergonzoso cuando no somos capaces de entender la vida como una oportunidad de aprendizaje sin solución de continuidad. Fracasar es un fracaso cuando decidimos excluir para siempre esta palabra de nuestro vocabulario por temor a errar.

Pero el fracaso no es malo de suyo cuando se enmarca en un plan de objetivos que predeterminadamente lo contempla como algo posible y en ocasiones necesario para avanzar. El no llegar a asumir convencidamente que la probabilidad de acertar a la primera es muy menor nos lleva a restringir nuestras intentonas de éxito solo a aquellas en las que este está casi asegurado, lo que sin duda es el mejor camino para nunca nada importante lograr (por ejemplo, en España un 64% de los emprendedores no vuelve a intentarlo después de fracasar).

No hay éxito sin fracaso. Y esto es tan así que, en los albores del mercado de la industria informática, los directivos más valorados eran aquellos que provenían de empresas fracasadas pues, en un mundo sin reglas de juego todavía conocidas, saber lo que no se debía volver a hacer ya era toda una garantía de efectividad.

En definitiva, si admitimos que en la mayoría de las ocasiones para tener éxito hay que fracasar primero, lo que convendrá entonces es minimizar el tiempo que nos lleven los fracasos. En un mundo en donde el tiempo es el valor más codiciado, la eficiencia en el éxito requerirá también abaratar los fracasos, por lo que sin más esperar…

¡Fracasa rápido!

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

Triunfar después de la Crisis

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Vaya por delante que si supiera el camino que nos conduce a la Plaza del Triunfo en esta o cualquier otra crisis, el presente artículo quizás se estuviera publicando ahora en “The Economist” pero, desafortunadamente, yo no soy un genio y este no es el caso.

Por tanto, me toca humildemente realizar un sincero ejercicio de modestia profesional y dedicarme a reflexionar sobre algo aparentemente menos complicado y es el cómo triunfar después de la crisis, pues estoy convencido de que esta deseada situación, aun no sabiendo cuándo y por cuanto, algún día nos llegará.

¿He escrito, “menos complicado”…?

Si aceptamos que la vida transcurre como el cimbreante y sorpresivo perfil de una montaña rusa, identificar un camino válido para triunfar después de la crisis no nos serviría de mucho de no ser transitable también para cuando nuevamente nos vuelva esta. Mantener sólidas propuestas personales de largo recorrido normalmente asegura mucho más el éxito que instalarse en un frenesí aventurero y “anti-identitario” por pretender desorientadamente explorarlo todo para finalmente no llegar a nada.

Si partimos de la evidencia comúnmente aceptada de que toda tensión económica viene alimentada fundamentalmente por la desestabilización que provoca la naturaleza ambiciosa de las personas y de las organizaciones, podríamos minimizar aquella si somos capaces de saber definir y regularnos esta.

Siempre he defendido que el espíritu de superación total en el hombre es el motor de avance de sí mismo y de los pueblos. Pero superación no entendida como la cada vez más universal y ya “A-De-eNe-ada” en el ser humano apropiación de bienes materiales que, por su necesaria escasez, obligará por muchos años aun a una dura y en muchas ocasiones deshonesta pugna social.

Basar las propuestas de una vida en el insaciable y muy practicado coleccionismo material obliga a un servilismo tal que condiciona seriamente la capacidad de elección vital en todo y para todo momento, limitando tanto nuestras posibilidades de opción futura que en muchas ocasiones prácticamente quedan ya condicionadas para siempre desde el primer tercio de nuestra vida, precisamente cuando asumimos los principales compromisos hipotecarios de pago.

En este contexto y de forma cíclica, la olla de la economía mundial estalla al no ser capaz de regular los desajustes provocados por la inmensa presión conjunta que ejerce la ambición material de las personas y las organizaciones (normalmente en tiempos de bonanza), en su afán de aprovechar las coyunturas favorables para acaparar al máximo patrimonio y fortuna.

Entonces… ¿cuál es el camino para triunfar después de la crisis?

Instalados desde hace décadas en la cultura del consumo compulsivo y contumaz, vivimos para gastar y no gastamos para vivir, profesando casi todos la religión de la “Adición” cuyo principal mandamiento predica que cuanto más tienes más eres, siendo solo de los ricos el reino de los cielos. Ello supone que muchos (obviamente no me refiero a quienes no llegan a los mínimos vitales) nos creamos desgraciados en tiempos de crisis solo por no poder consumir tanto como lo hacíamos antes, lo que constituye la gran paradoja existencial de los tiempos contemporáneos.

Por tanto, en esta esquizofrénica situación deberíamos considerar todos si no es más apropiado…

¡¡¡CULTIVAR EL PODER DE LA SUSTRACCIÓN!!!

No siempre “menos es más” pero si es cierto que “más no siempre es mejor”, pues la cantidad en exceso abruma la percepción de los sentidos y desvirtúa lo conseguido en una espiral de valoración decreciente sin fin. Sumar incrementará siempre el peso, mientras que restar puede aliviar la carga para caminar mejor y más lejos.

Dentro de algún tiempo, de nuevo sanarán los índices económicos y todos nos olvidaremos del estricto régimen consumista al que nos obligó la crisis pasada, volviendo a la frívola desmesura acaparadora de productos y servicios que confundiremos equivocadamente con nuestro triunfo profesional y personal, cuando no será otra cosa más que el renovado fracaso que precederá a una nueva y telegrafiada crisis mundial… 

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

¿Imitar o Innovar?: La Im-novación

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El pasado 22 de Diciembre nuevamente se conjuraron millones ilusiones en busca de “La Suerte” transfigurada de pura casualidad. El 23, como siempre ocurre, despertamos con el triunfo de la estadística y amanecieron millonarios no más que los muy pocos que establece el reglamento de premios de Loterías y Apuestas del Estado.

El que a uno le toque el premio gordo de la Lotería de Navidad es un hecho tan improbable como que se le pueda ocurrir inventar Ikea, Harry Potter o Facebook. Los golpes de fortuna o las ideas felices son tan raros que, hacer descansar nuestros éxitos en la búsqueda desesperada de lo insólito, genial o estrictamente novedoso parece poco práctico.

La historia del desarrollo humano está plagado de ejemplos que demuestran que la evolución se ha construido normalmente a partir de una paulatina corriente de discretas aportaciones que mejoraban lo existente en lugar de mágicas, sorpresivas y transgresoras originalidades. En este sentido, podríamos decir que el desarrollo (tanto personal como profesional o empresarial) se ampara en un secuencializado proceso de imitación mejorada de lo existente a nuestro alrededor, siendo la clave de la velocidad de avance la adecuada elección de los modelos de referencia.

Conformamos la idiosincrasia que nos define a cada uno como persona partiendo de los ejemplos que más cerca tenemos (padres, otros familiares, amigos, profesores, etc.), de los que copiamos los comportamientos que consideramos apropiados y mejores para caminar por la vida. Profesionalmente también ocurre lo mismo, siendo la forma más habitual de aprender a trabajar la adopción de las buenas prácticas identificadas en nuestros jefes y compañeros de trabajo (sobre todo durante los comienzos de nuestra carrera laboral). Es decir, imitamos aquello que valoramos positivamente porque nos ahorra esfuerzo y nos facilita nuestro progreso.

Pues bien, las últimas corrientes de pensamiento económico también apuestan por la consecución del éxito empresarial a partir de la imitación evolucionativa de modelos ya exitosos y existentes, en lugar de las estrategias basadas en la onerosa y muchas veces suicida búsqueda de aquello desconocidamente nuevo que todavía no se ha inventado y cuyo éxito siempre será una incógnita. Esto mismo es lo que defiende Oded Shenkar en su último libro “Copycats”, donde propone referirse a la “Im-novación” como la Imitación con un cierto grado de Innovación.

Tras varios y fiables estudios sobre muestras significativas de empresas de todo tipo se ha llegado a concluir que las compañías que mejores resultados obtienen son las que siguen la estrategia del aprovechamiento de las buenas prácticas de las demás, eso sí, mejorándolas sensiblemente de algún modo más efectivo. Países como Japón, Corea o Taiwan en su momento llegaron a hacer bandera de esta filosofía y con muy buenos resultados. Hoy ya no son menospreciados por “copiones” y sus productos se valoran como los que más.

Estrenamos año cargado nuevamente de pronósticos teñidos de penurias y dificultad que aconsejan un cambio de actuación personal, profesional o empresarial para el cambio de los resultados. Cambio que, en la mayoría de los casos, no necesariamente debiera suponer una angustiosa incógnita: solo hay que observar acertadamente a nuestro alrededor e “Im-novar”…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

Las tres Claves del Éxito: 3-El Esfuerzo

Ganarás el pan con el sudor de tu frente (La Biblia, Génesis 3:19), frase bien conocida por todos y que con más de dos milenios parece que no ha perdido vigencia desde entonces, si bien ahora la deberíamos matizar.

Pero no solo el libro sagrado de los cristianos nos habla del Esfuerzo, pues el concepto es tan universal que no distingue de religiones ni épocas, llevando al consenso a todo aquel que ha escrito su nombre en el recuerdo de la historia del pensamiento:

·        Jamás el esfuerzo desayuda la fortuna, Fernando de Rojas

·        Nuestra vida vale lo que nos ha costado en esfuerzo, François Mauriac

·        Una habilidad mediana, con esfuerzo, llega más lejos en cualquier arte que un talento sin él, Baltasar Gracián

·        Lo que hagas sin esfuerzo y con presteza, durar no puede ni tener belleza, Plutarco

·        Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado, Mahatma Gandhi

·        El secreto de mi felicidad está en no esforzarme por el placer, sino encontrar placer en el esfuerzo, André Gide

El Esfuerzo, impuesto o elegido, posiblemente no deviene por un castigo divino sino por el simple hecho de que en lo material (adquirir una vivienda, cambiar de vehículo, etc.), todavía en el siglo XXI no hay suficiente para todos, por lo que se genera un valor de compra que hay que pagar. De otra parte, en lo inmaterial, no dándose estas consideraciones economicistas, también ocurre que aquello que más apreciamos lo hemos conseguido siempre con Esfuerzo (conservar un amor, confiar en uno mismo, conseguir el reconocimiento de los demás, etc.). El Esfuerzo es una realidad incuestionable en nuestra vida y por ahora, no es evitable si queremos obtener buenos resultados.

Lo cierto es que el Esfuerzo como concepto, aunque ha persistido inalterable durante los siglos, no ha mantenido el mismo grado de exigencia en las personas a lo largo de la Historia, pues la evolución global conseguida por el ser humano ha ido facilitando paulatinamente su tránsito por la vida. De aquí que la frase de apertura de este artículo, ahora deba entenderse en el contexto actual de los países desarrollados (en otros, desgraciadamente es plenamente aplicable) y sea extensiva a otros aspectos de nuestro caminar vital.

Esta palpable realidad (acelerada desbocadamente en la última generación), ha configurado una sociedad desentrenada en el Esfuerzo y que por tanto lo evita habitualmente o lo aborda, en su caso, cuando no tiene más remedio y con temor e incapacidad. En mi experiencia personal como corredor aficionado, pronto aprendí que el entrenamiento necesario para afrontar con garantía un maratón no era tan solo físico sino también muy psicológico, al tener que acostumbrar asimismo a la mente a afrontar y persistir en el Esfuerzo, por ejemplo no aflojando el ritmo de carrera o resistiendo las frecuentes y sugestivas tentaciones de abandonar.

Por tanto, en la mejora de nuestra capacidad de Esfuerzo también cabe el entrenamiento que (al igual que en el mundo del deporte) se aconseja sea progresivo, buscando inicialmente retos cuya sencilla consecución nos encamine a enfrentarnos a otros de mayor complejidad. Afrontar empeños que requieren grandes dosis de Esfuerzo sin el conveniente acostumbramiento al sacrificio que conlleva es la mejor garantía para fracasar.

El Esfuerzo es la tercera y última Clave para el Éxito que, precedida por la Actitud y por la Aptitud, ejerce como la espoleta del explosivo de nuestra potencialidad como seres humanos y con las demás, nos puede garantizar aquello que es a lo máximo que siempre podremos aspirar:

¡¡¡Llegar a ser la mejor versión de uno mismo!!!

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro