“El camino hacía la riqueza depende fundamentalmente de dos palabras: trabajo y ahorro”
Benjamin Franklin
Blog de Antonio J. Alonso Sampedro
Duda razonable y reflexión
A las puertas de la Cuarta Revolución Industrial (lo restrictivo de “Industrial” ya no se corresponde con lo que nos va a llegar), cuando estamos dejando atrás este nuevo despertar tecnológico para pasar a un desbocado frenesí de innovación que llevará a un espectacular crecimiento de la productividad sin par en la historia de la humanidad, es tiempo de preguntarse cuál debe ser hoy la orientación en la elección del trabajo de cada cual.
Antes o después, es indudable que las máquinas proveerán de la mayoría de necesidades que son requeridas para vivir con acomodo y dignidad. Entonces, trabajar no será una obligatoriedad, sino una elección que nos brindará la añorada posibilidad de una dedicación en sintonía con nuestros gustos y desarrollo personal. Pero ahora la cosa no es igual y trabajar todavía se impone, para la mayoría, como una carga que no se puede soslayar.
Así las cosas… ¿qué postura tomar?
Considerando la trascendental importancia del trabajo en la vida actual al ser consumidor en tiempo de más de un tercio de nuestra disponibilidad vital, de lo que no hay duda es que la alternativa de esperar resignadamente a la Cuarta Revolución Industrial no parece muy cabal. En la Crónica 35 de “Marathon-15%: 115 CLAVES DE SUPERACIÓN PERSONAL” lo vengo a orientar…
“Sin dudar, considero que una de las disyuntivas que más presente pueda estar en la vida de quien hoy mantiene una actividad laboral es la de buscar un equilibrio entre aquello en lo que le gustaría trabajar y lo que precisa para pagar el coste de una vida que parece cada vez nos insta a gastar más. Partiendo de una realidad que desde siglos es mayoritaria e impone la necesidad de trabajar para ganar y por tanto, considerando que trabajar se configura como una constante que no podemos obviar, es en el ganar donde se esconde la variable que resuelve la ecuación del eterno dilema profesional.
Cuando el ganar se mide como suma de la compensación material pero también de la emocional se abre un nuevo margen de posibilidad, diferente para cada cual, a trabajar más en lo que quiere hacer que en lo que quiere ganar…”
Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro
A la pregunta que titula esta Coach-tión, la primera respuesta que impulsivamente me nace desde la evidente constatación es… en lo que podemos. Pero si me detengo algo a meditar puede que conteste a la manera gallega un… depende, que tras un análisis mayor seguro se convertirá… en lo que queremos, aunque esto último requiere de una explicación para no ser yo confundido con quienes lo defienden pero desde otra muy diferente posición.
Cuando todavía estaba cursando mis estudios universitarios conocí a alguien cuya primera conversación, al explicarme su trayectoria profesional, me cautivó. Era algunos años mayor que yo y ya disfrutaba de gran notoriedad profesional en el sector de la publicidad española, mundo al que accedió según sus palabras desde cero, con determinación y por cansancio de su anterior ocupación con la que valientemente rompió para explorar la que consideraba, sin presuntamente conocerla, su verdadera vocación. Dicho así, tanto el lector como entonces yo considerará como modelo de trabajar en lo que se quiere a ese señor que llegó a dirigir una de las agencias nacionales de publicidad de mayor facturación, aunque eso sí, por herencia fortuita de un familiar lejano y no querencia de un clarividente e imperturbable espíritu emprendedor. Del farsante aprendí una impagable lección.
Desde aquello, introduzco en el cajón de la cuarentena para su demostración toda manifestación estentórea que escucho de éxito en cualquier profesión que sea sospechosa de pertenecer a las fantasías animadas de ayer y de hoy. Que sea fruto de embustes propios de quienes la arrogancia les desborda, disfrazando la realidad de ropajes de embaucador. No nos engañemos, todo es mucho más complicado a la hora de cristalizar laboralmente una ilusión y no se resuelve solo con animar el deseo de un trabajo mejor.
En estos tiempos de acerbada competitividad triunfan las corrientes de pensamiento positivista que ejercen de bálsamos chamánicos para aquellas personas que los escuchan solo con el corazón, pues no resisten cualquier análisis de la razón. Una de estas tendencias proclama irresponsablemente la posibilidad universal de trabajar en lo que se quiere, lo que directamente es una contradicción por razones obvias de saturación (por poner uno de los muchos ejemplos posibles, no puede haber tantos médicos como vocaciones personales de serlo). Más que posibilidad, habría que hablar honestamente de probabilidad y ello pese a su bajísima dimensión. Tratar de convencer a todos de que podrán alcanzar su actividad laboral soñada es la mejor forma de fomentar, sobre todo hoy, la insatisfacción personal por fracaso y lo que es peor, la temida depresión por frustración.
No nos equivoquemos, todos trabajamos en lo que podemos, lo cual en muchas situaciones no debe estar en contradicción con que ello pueda ser también lo que queremos, pues en esta vida es de sabios lograr combinar el poder con el querer como mejor ejercicio de adecuación a una realidad que, por difícil, lo que exige es fluida navegación. Evidentemente no hablo de resignación, sino de búsqueda proactiva para encontrar en lo que hacemos hoy algunos motivos de satisfacción. En entender que cada trabajo, aun no siendo el deseado, esconde posibilidades de justificación que solo podrán descubrirse desde la actitud serena de quien interpreta su vida no como una desbocada competición, sino como un largo y personal camino de realización en el que también cabe por momentos la adaptación.
Trabajar en lo que queremos pasa primero por aceptar sin frustración trabajar en lo que podemos a la manera de un Marco Aurelio cuando, hace más de dos mil años, sabiamente nos recomendó el… no obstinarse en lo improbable, luchar por lo probable y antes, distinguir entre los dos…
Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro
Trabajar a pie de obra fue la dolorosa condena sentenciada al pecado de Adán que, según el relato bíblico, todos resignadamente hemos heredado a la espera de un milagroso indulto que ahora ya nos parece mucho más cercano por el efecto salvador del imparable desarrollo de los Sistemas de Información, que han logrado estrechar veloz y visiblemente la cintura del mundo actual.
Adán falleció, pero hoy algunos de sus descendientes se obstinan en que no nos llegue el perdón y así perpetuar el rito procesional sufrido en las horas punta de las jornadas laborables en la gran ciudad. Todos juntos a su sitio a trabajar y luego de vuelta a casa consumiendo el apretado tiempo del que mal disponemos y unos nervios que luego nos impiden disfrutar y descansar.
Si algo caracteriza a la Tercera Revolución Industrial (¿o es la Cuarta ya?) que ahora nos contempla es que precisamente ya no es materialmente industrial sino nebulosamente virtual, constituida a partir de nada que se pueda tocar pues se basa en la electrónica comunicacional. La geografía, como histórica condicionadora de nuestro actuar, ya no tiene ese sentido escolar cuando las distancias en lugar de medirse entonces en kilómetros ahora se calculan en un caudal de bits transferencial. Valencia puede llegar a estar más lejos de Alicante que de Paquistán para asombro de cualquier cartógrafo de un siglo atrás. De aquí a la teletransportación de personas y cosas parece que solo media el transito restante a una próxima Revolución Industrial.
La realidad del geométrico progreso tecnológico actual nos permite hasta que ya no sea imprescindible estar en cada lugar para interactuar, gestionando nuestra vida a una distancia tal que la Tierra parece una canica de cristal. Esto es tan así que, en muchas ocupaciones, bien parece no sería necesario desplazarse a trabajar si no fuera porque siempre hay alguien que no confía en nuestra honestidad, sospechando que la ausencia de presencia necesariamente derivará en fraude e impunidad.
No nos confundamos, el teletrabajo como alternativa generalizada laboral en el mundo empresarial hoy en día es una autentica entelequia, que no viene condicionada por una tecnología ya suficiente para lograr garantizar la deslocalización efectiva de muchos empleados, sino que dependerá de la consideración a su responsabilidad que de ellos tengan sus superiores y esta doy prueba por conocimiento propio que ahora es muy limitada o aun diría más, es desgraciadamente marginal.
Aquellos descendientes de Adán son estos jefes que parece se alimentan compulsivamente de la asistencia presencial de unos subordinados para los que fichar parece debe ser más una cuestión de esclavismo territorial que de simple reporte eficiente de su actividad profesional. Y es que muchos de quienes gobiernan nuestras empresas todavía no entienden que…
¡Lo importante es el rendimiento y no el tiempo o el lugar…!
Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro