El Planeta de los… Paticortos

Por todos es conocido que las modas vienen y van, normalmente alentadas por astutos intereses comerciales que no dudan en apostar estratégicamente por lo incesantemente nuevo para así generar incesantemente nuevas ansias de comprar.

En lo que respecta a nuestra indumentaria, esto ocurre también, amparando los cambios que se nos proponen a partir de novedosas tendencias, rompedores estilos y rabiosa modernidad, en una suerte de carrera atropellada sin fin que a todos nos obliga a permanecer constantemente en guardia continua para ajustar coherentemente nuestra imagen a la contemporaneidad.

No dudo que las modas en el vestir parten de un cierto paradigma de honestidad que, aunque comercialmente interesada, tiene un buen fondo de verdad: pretenden favorecer, mejorando (de alguna u otra forma) la imagen de aquellos que las siguen. Para ello y pese a tantos cambios propuestos en la historia de la Humanidad, las modas nunca han traicionado las leyes más básicas de la estética universal. Aquellas que definen las proporcionalidades del cuerpo humano, que han sido invariantes desde la antigüedad y fueron inmortalizadas en el Renacimiento por El Hombre de Vitruvio de Leonardo da Vinci, generando con posterioridad las bases de algunas de las más bellas obras maestras de la Pintura o la Escultura con las que hoy nos podemos deleitar.

¿Nunca han traicionado…? Pues no. Este respeto a toda una histórica unanimidad estética, por primera vez, se ha perdido con el comienzo del siglo XXI. Siglo en el que decidida y descaradamente se nos ha invitado al mayor despropósito hasta la fecha imaginado: que acortemos dramáticamente, aunque solo de forma visual, la longitud de nuestras extremidades inferiores en un imposible acercamiento involucionista a nuestros ancestros los primates, tal y como aparecía en aquella famosa película protagonizada por Charlton Heston y que luego continuaron más.

Efectivamente, uno de los rasgos comúnmente aceptados de belleza (en humanos y también en animales) es la longitud de sus extremidades, considerándose que aquellas especies que las disfrutan largas (caballos, gacelas, felinos, etc.) componen de sí mismos una imagen mucho más armoniosa que quienes deben conformarse con permanecer siempre más cerca del suelo que les sirve para caminar (reptiles, cerdos, patos, etc.). Hasta ahora y en todo momento se había profesado una evidente admiración hacia aquellas personas a las que la naturaleza les había regalado unas piernas largas, pero en la actualidad esto ha cambiado radicalmente y todos parece ansiamos tenerlas cortas, misión bien fácil con solo ajustarnos uno de tantos pantalones de talle y tiro ultra-bajos que inundan los escaparates de los comercios de nuestras ciudades. Si Mario Moreno Cantinflas levantase la cabeza no daría crédito a una moda que, cuando él (sin saberlo) la creó, le sirvió para triunfar como ilustre cómico del atrabiliarismo indumentario y la voz singular.

Por una razón de exhibicionismo hormonal, es evidente que los primeros en adoptar las nuevas modas son los más jóvenes y que tras ellos, atraídos por imitar la ansiada imagen fresca de la juventud, vienen los grupos sociales de más edad. Esto lo sabe bien la industria de la moda, de ahí que el blanco de todas sus propuestas se dirija a la adolescencia, pues ya se encargará gratuitamente esta de influir poderosamente en sus hermanos mayores o incluso en sus padres, todos deseosos de aparentar .

Pues bien, ¿qué justifica el que por primera vez la moda haya traspasado la inviolada frontera estética de la proporcionalidad? Solo puede haber una explicación a ello: la extrema generalización social de la influenciabilidad como rasgo distintivo de unos tiempos que no fomentan la personalidad. Nunca como ahora las personas han estado sometidas a tantos estímulos externos que, pudiendo ser fuente de conocimiento, solo ejercen de peligrosos manipuladores de mentes al faltar generalmente su contrapeso necesario: el desarrollo personal del Criterio Propio como único recurso válido para ejercer la independencia individual.

En el río de la vida, dejarse llevar por la corriente general siempre será más cómodo y descansado, aunque ello nos pueda condenar a ser súbditos del desnaturalizado y cómico Planeta de los… Paticortos, algo de lo que el futuro se reirá sin parar…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

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