¿Cuantos años “tienes”…?

Esta pregunta es quizás una de las más comprometidas de cuantas cotidianamente suelen formularse, pues quien responde cree (erróneamente) que debe informar sobre los años transcurridos desde el de su nacimiento (su edad) y eso parece se ha convertido en el mayor secreto a guardar en un mundo gobernado por la tiránica imposición de aparentar una eterna imagen de mocedad.

Pero ser joven, para todos los que ya lo hemos sido, sabemos lo que representa: mucho ruido y pocas nueces, pues no hay correspondencia equitativa alguna entre la riqueza exterior (el cuerpo) con la interior (la mente). Correspondencia que el sabio transcurso del tiempo, en una suerte de ying/yang-escos vasos comunicantes, se encargará siempre de equilibrar .

La cuestión de la edad cronológica debería ser secundaria pues los años vividos no pueden volverse a vivir y por lo tanto no son susceptibles de aprovechamiento directo futuro. El único y gran patrimonio que pueda atesorar cada cual es el tiempo que le resta por gastar. Los años que tenemos no son los vividos sino los esperados, pues si algo se tiene es para usarlo y no para guardarlo. Esta es, sin duda, la verdadera paradoja del tiempo en cualquier momento de la humanidad.

De este modo, ¿cuántos años tienes…? es una difícil pregunta a responder pues nadie conoce cuánto tiempo le queda por vivir y parece ser que la mayoría ni siquiera quisieran saberlo, postura pueril donde las haya pues la posibilidad de concretar con que contamos siempre nos permitiría mejor poderlo administrar (ocurre lo mismo con el dinero…).

Por otra parte, hay otro factor que es tan o más determinante que la perspectiva de vida futura y no atiende tanto a la cantidad cuanto a la calidad. Se trata de cómo vivir los años que nos restan. Los veinteañeros parecen ser unos privilegiados por contar con un largo horizonte vital, privilegio solo potencial pues de cómo lo vivan dependerá el cómo lo lleguen a aprovechar. Quien ya ha cumplido la sesentena no debiera creerse con menor valor que el joven, si en su voluntad está el maximizar el aprovechamiento del tiempo que todavía tiene en lugar de sestear

A un año de cumplir los cincuenta confieso no saber cuántos años tengo (por vivir), pero si puedo asegurar que los quiero disfrutar sin mirar atrás y con la ilusión de contar con una oportunidad para mejorar cada día un poco más… 

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

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