Marta Domínguez y el Estado de Alarma

Marta Dominguez

El profundo cambio de valores socio-culturales que el recién finalizado siglo XX ha provocado en la humanidad viene caracterizado por la instauración de algunos estilos de actuación personal que ya se han convertido en “obligatorias doctrinas de comportamiento”. Una de las más evidentes en las sociedades desarrolladas es la aceptación universal de la religión del “Ganar”.

En un mundo en el que todavía queda un largo trecho hasta solucionar el sempiterno problema de la escasez (no hay de todo para todos), la cultura del Ganar se ha impuesto cuasidefinitivamente como la solución más competitiva para “obtener algo más” frente a los demás, lo cual viene a determinar desgraciadamente el principal de los frenos a la solidaridad interpersonal.

Si en determinados ámbitos el Ganar responde a la misma esencia de lo que se hace (como lo es en el Deporte de Competición), en otros (como en el Laboral) el Ganar o “Ganar Más” podría ser cuestionado como ejemplo de egoísta y censurable comportamiento, sobre todo cuando lo que se pretende ganar más ya parte de niveles muy superiores a lo normal.

Marta Domínguez siempre nos ha demostrado su obstinado empecinamiento por Ganar y ese indomable espíritu competitivo la ha posicionado como elogiado ejemplo en el que nos debíamos mirar todos (ejemplo ahora desdibujado por la sospecha de juego sucio). Los controladores del espacio aéreo civil español también nos han demostrado que quieren Ganar Más (o lo mismo trabajando menos) y su última reivindicación pública, mal gestionada en una huelga torpe, dañina e improcedente, ha sido pública y privadamente condenada por todos.

En mi opinión y aun a riesgo de ser tildado de extravagancia mental considero que, si fuera probada algún tipo de conducta delictiva en nuestra atleta multicampeona (como la de tantos otros conocidos deportistas cuestionados por lo mismo), esto constituiría mayor motivo para decretar un Estado de Alarma nacional que lo protagonizado por un grupo de desconocidos y adinerados profesionales, pretendidamente exclusivos y radicalmente corporativistas.

Sin duda alguna, el daño a los grandes valores seculares de honestidad, dignidad e integridad personal que son infringidos cada vez que una figura del deporte internacional es descubierta en situaciones irregulares y tramposas es mucho mayor que cualquier reivindicación laboral por muy insostenible que parezca y por más incomodas que sean las consecuencias de sus actos de presión, actos que inevitablemente se diluyen en el tiempo a diferencia de los otros, imborrables por siempre en nuestro pensamiento y lo que todavía es peor, susceptibles de peligrosa imitación por las jóvenes generaciones.

Lo que a mí verdaderamente me instala en un desasosegante “Estado de Alarma” personal es sentir que, en nuestra desvalorizada sociedad actual, paulatinamente los fines van justificando más a los medios en una vorágine erosionadora de esos principios humanos que tantos siglos han costado conformar, que nos definen como especie singular y que solo por Ganar o quizás Ganar Más, algunos nos están queriendo dolorosamente arrebatar… 

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro