¡Más de 100.000 gracias!

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Según definen los diccionarios, la palabra “gracias” es el término más usado en nuestro idioma para expresarle a alguien agradecimiento por algo. Si esto es así, me voy a valer de ello para repartir tantas como deudas tengo con mis lectores.

Desgraciadamente las normas de convivencia y educación social que rigen nuestro comportamiento habitual, por tan mecánicamente repetidas y en ocasiones sin ninguna reflexión, suelen perder su verdadero significado en nuestra actuación, convirtiéndose en meros formulismos “bienquedantes” a los que ya ni el emisor ni el receptor otorgan ningún valor.

Por esta vez yo no quiero que esto me ocurra ahora que festejo un inesperado regalo que nunca soñé alcanzar y que Noviembre generosamente me ha anticipado a las Navidades: 128.504 visitantes únicos mensuales.

Desde que un 17 de Febrero de 2009 quise poner voz escrita a mis pensamientos y a los de otros autores que han sido mis maestros, casi 700 entradas han llenado de ilusionado contenido un rústico continente que calladamente se ha ganado el aprecio de anónimos seguidores a quienes nunca conoceré pero siempre agradeceré.

No es la primera vez que aquí me remito a lo escrito en aquella que fue mi primera entrada, agradecida por anticipado…

“Gracias a todos aquellos que quieran leerme y también a los que no lo hagan. Esto demuestra que en este mundo todavía tenemos capacidad de elección”

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

Re-flexiones… 470

“No te rías nunca de las lagrimas de un niño. Todos los dolores son iguales.”

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Charles Van Lerberghe

Re-flexiones… 466

“Para que tu mano derecha ignore lo que hace la izquierda habrá que esconderla de la conciencia”

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Simone Weil

El Constructor que vendió su Ferrari

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Siempre me gustaron los coches deportivos. Antes por su uso y por su estética y ahora solo por lo segundo, pues su uso está en desuso so pena de cárcel por exceso de velocidad.

Esto me lleva a pensar que comprase (quien lo pueda) un vehículo deportivo ya no tiene mucho sentido utilitario excepto el de ser reconocido como exclusivo propietario de lo inútil (lo que no tiene uso).

Los dorados años centrales de la primera década de este siglo generaron muchos propietarios de lo inútil, pues su afán fue siempre más el de aparentar que el de verdaderamente utilizar. De entre ellos, una subespecie destacó con luz propia: el constructor inmobiliario arribista, arquetipo del negociante exponencial y del empresario banal.

Ayer monte por primera vez en mi vida en un Ferrari (599 GTB de doce cilindros y rojo, por supuesto) que en 2007 fue adquirido nuevo por un desconocido constructor para venderlo ahora a un conocido mío por menos de una tercera parte de su valor.

Y todo porque, sin poderle ya dar uso, tampoco puede alardear de su rampante imagen, que ahora es la de un triste perdedor…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro