El Constructor que vendió su Ferrari

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Siempre me gustaron los coches deportivos. Antes por su uso y por su estética y ahora solo por lo segundo, pues su uso está en desuso so pena de cárcel por exceso de velocidad.

Esto me lleva a pensar que comprase (quien lo pueda) un vehículo deportivo ya no tiene mucho sentido utilitario excepto el de ser reconocido como exclusivo propietario de lo inútil (lo que no tiene uso).

Los dorados años centrales de la primera década de este siglo generaron muchos propietarios de lo inútil, pues su afán fue siempre más el de aparentar que el de verdaderamente utilizar. De entre ellos, una subespecie destacó con luz propia: el constructor inmobiliario arribista, arquetipo del negociante exponencial y del empresario banal.

Ayer monte por primera vez en mi vida en un Ferrari (599 GTB de doce cilindros y rojo, por supuesto) que en 2007 fue adquirido nuevo por un desconocido constructor para venderlo ahora a un conocido mío por menos de una tercera parte de su valor.

Y todo porque, sin poderle ya dar uso, tampoco puede alardear de su rampante imagen, que ahora es la de un triste perdedor…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro