Mi reconocimiento al “¿por qué?” de unos pocos

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A la pregunta de si la sociedad condiciona a las personas o son estas quienes configuran a la sociedad, lamentablemente debo responder que la ausencia habitual de una fuerte singularidad en la mayoría de los individuos determina que normalmente guie sus pasos la colectividad.

A partir de aquí soy consciente de que cada lector del párrafo anterior se reconozca como una excepción del mismo (lo que, de ser cierto, obviamente invalidaría mi teoría), considerando que su propia idiosincrasia y personalidad son lo suficientemente fuertes y definidas como para significarse incólumemente al margen de la influencia social.

Lo siento pero, mayoritariamente, nada más lejos de la realidad. Somos hijos del tiempo en que vivimos y de la región en la que habitamos, por lo que muchas de nuestras decisiones vitales están pintadas con las tonalidades propias de la tribu a la que pertenecemos y frente a la que usualmente no nos rebelamos, por más que nos consideremos de carácter especial.

Pero instalarse en esa comodidad que comporta la mansa aceptación de los planteamientos mayoritarios es una opción vital que no todos han elegido como forma de leer su presente y escribir su futuro, es decir, de gobernar su expectativa vital.

Algunos personajes señalados por la historia (o anónimos, que también los hay), han sido capaces de caminar por sendas no transitadas por los demás, aun a riesgo de su inquietante soledad. Ellos sin duda son quienes, siendo creadores de tendencias y opiniones, han contribuido al redireccionamiento de la brújula social hacia un norte de evolución y progreso que el resto del colectivo gregariamente se conforma en seguir, bien antes o bien después, pero siempre sin rechistar.

Ser miembro de ese selecto grupo de líderes es un distinguido honor que todos quisiéramos obtener y para tratar de conseguirlo solo hay que transitar por la vida siguiendo la orientación que les vino a caracterizar…

¡Nunca aceptar sin el ¿por qué? preguntar!

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro