1.100 millones de Descreídos

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Según un reciente informe del Foro Pew Research Center, en esto de las religiones parece ser que tras los 2.200 millones de Cristianos (31,5%) y los 1.600 millones de Musulmanes (23,2%), está cobrando importancia un tercer grupo a nivel mundial que les pisa los talones en número de acólitos: los Descreídos (quienes no profesan religión alguna o no afiliados), con 1.100 millones de fieles, lo que representa un 16,3% de la población mundial.

Ser creyente (religioso) dicen es más fruto de un don recibido que de una decisión tomada, por lo que ser no creyente o descreído supongo obedecerá a lo contrario, es decir, el resultado tras la reflexión de la voluntad. Si esto es así, un creyente lo sería por reacción mientras que un descreído por acción, lo que indicaría que en asuntos de fe religiosa también se repite aquello que es habitual en la vida: algunos esperan mientras otros deciden (sin esperar).

Las creencias religiosas se constituyen como respuestas a esas preguntas formuladas en cada momento y que no se pueden solucionar. Ante lo desconocido, el ansia del ser humano por explicar las cosas le lleva inicialmente a hacerlo por la vía de la fantasía, la intuición o cualquier otra aproximación no racional. Pero hay inconformistas que confían en la posibilidad de que pueda llegar la demostración de forma empírica cuando el estado de la ciencia alcance su adecuada evolución (que la Tierra era el centro del Universo fue un creencia hasta que el error se pudo demostrar).

Hace casi 2.500 años Platón ya dijo que… la creencia se convierte en conocimiento cuando viene justificada por la razón. Esto nos llevaría a pensar que si nuestras actuaciones en la vida se fundamentan tanto en nuestras creencias como en nuestros conocimientos, deberemos ser más cautos con aquellas derivadas de las primeras que con las basadas en los segundos, so pena de errar.

Que cada vez seamos más los Descreídos en este mundo podría explicarse por las posibilidades geométricamente crecientes de información y conocimiento que auguran el futuro y definen nuestra contemporaneidad, lo que me lleva a enfrentarme ante la vida con el derecho y la obligación de creer menos y saber más…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

Re-flexiones… 520

“El secreto para vivir en paz con todos consiste en el arte de comprender a cada uno según su individualidad”

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Federico Luis Jahn

 

Re-flexiones… 519

“Teniendo en cuenta la naturaleza humana, ejercer el poder sobre el sustento de un hombre equivale a ejercer el poder sobre su voluntad”

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Alexander Hamilton

 

El arrepentimiento decisional

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Como tantas veces he defendido, la vida no es una cuestión de asunción sino de decisión, debiendo quedar siempre el arrepentimiento para la reactividad que caracteriza lo primero pero nunca para la proactividad asociada a lo segundo.

Recientemente tuve que desplazarme hasta Segovia para resolver algunos asuntos familiares. En pleno enero y con más de una semana de plazo me dispuse a verificar día a día la previsión meteorológica en varias fuentes de información, pues mi pasión por la motocicleta me empujaba a trasladarme en ella pese a lo inconveniente del frío invernal. Incluso hasta horas antes de partir estuve consultando detalladamente los datos del tiempo y siendo todos unánimes y favorables, tomé la decisión de montame en mi BMW para disfrutar de lo que en automóvil solo sería para mí un monótono desplazamiento.

La ida fue maravillosa (incluido el bocadillo reglamentario de sabrosísimo embutido requenense en el bar Ramos de San Antonio), pero la vuelta no pues contrariamente a lo previsto amaneció nublado y chispeando con la amenaza por el intenso frio de algo peor que, transitando por la provincia de Cuenca, se convirtió en lo temido y nunca esperado: la nieve.

Más de cien kilómetros conduciendo serpenteantemente bajo una súbita nevada acompañada de un temperamental viento siberiano y sobre una resbaladiza pista blanca que solo las huellas de los vehículos precedentes lograban engrisecer. Con la visera del casco obligadamente levantada para poder ver tras un manto de vaho y nieve, mis pensamientos se dirigían con obcecación al cuestionamiento de la decisión tomada mientras el color de mi montura y vestuario se iban confundiendo gradualmente con el paisaje albino.

Seriamente preocupado por garantizarme el buen fin de la delicada situación en la que me encontraba, una y otra vez me repetía lo equivocado de mi decisión al no haber optado por otro medio de locomoción más convencional. Actitud totalmente errónea, pues a un problema inevitable y que requería de toda mi concentración, yo gratuitamente le añadía otro totalmente evitable y que me restaba recursos para la solución.

Tomar una decisión, cuando esta se ampara consecuentemente en toda la información disponible en ese momento, nunca debiera devenir en ningún sentimiento de arrepentimiento o culpabilidad mientras sigamos sin poder atesorar la capacidad de adivinar el futuro. Todos sabemos que llegado este siempre se torna muy fácil cuestionarse el pasado, pero es necesario comprender que no tiene sentido alguno arrepentirse de lo decidido y si de lo vacilado.

Finalmente, entrando en el garaje de mi vivienda y sin percance alguno, conforme tomaba una caliente ducha reparadora me fui olvidando completamente del supuesto error cometido, lo que prueba que, como ocurre frecuentemente, este tampoco fue tan grave como mis reproches me lo llegaron a magnificar…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro