¡Es ahora o nunca…!

Es ahora o nunca

La perspectiva que nos suele regalar el paso de los años generalmente nos lleva a concluir que en muchos momentos de nuestra vida deberíamos haber tomado decisiones que, bien por un exceso de prudencia conservadora o quizás también por cierta indolencia tendente a procrastinar, fueron dilatadas en el tiempo con la consiguiente pérdida de valiosas oportunidades. Identificar el momento adecuado para actuar es siempre una de las claves del éxito, sobre todo por la dificultad que conlleva su acertada visualización en un mundo alicatado de incertidumbres y empujado por la velocidad.

Cuántos posibles amores, por no atrevernos a intentarlo, dejamos pasar. Cuántas preguntas no formulamos por el temor a parecer un patán. Cuántos espectáculos nos perdimos por no comprar las entradas antes de que se llegasen a agotar. Cuántas disculpas no pedimos por el orgullo de creer contar con la verdad. Cuántos trabajos perdimos por no asumir el riesgo de la novedad. Cuántos libros no leímos por anteponer lo que la televisión nos da. Cuántos kilos de más llevamos por no comenzar a trotar. Cuántos trastos inservibles amontonamos cuando sabemos que nunca los volveremos a usar. Cuántos calendarios gastamos sin aprender el inglés que nos permita comunicar. Cuántos viajes pendientes por repetir siempre el mismo destino vacacional. Cuántas ganas de ser sin hacer nada para poderlo alcanzar…

Dicen que vivir dos vidas nos ofrecería la ocasión de rectificar en la segunda lo errado en la primera, pero es evidente que ni aquello es ahora posible ni esto sería luego fácil de enmendar. Aprender de los errores no es sencillo y menos para quienes ni tan siquiera están dispuestos a aceptarlos como propios. Hoy es mi cumpleaños y no puedo ni debo olvidar formularme comprometidamente muchas de las cuestiones anteriormente mencionadas y que todavía tengo pendientes de implementar.

Pero no solo la existencia de las personas se puede contar por sus oportunidades pérdidas sino que también las empresas son presa fácil de la inacción en los momentos requeridos y apropiados, pues las empresas son sus personas y por tanto coinciden en el actuar. Por consiguiente los pecados cometidos por las empresas son similares a los que puedan cometer sus profesionales directivos en el ejercicio de su vida profesional y personal, lo cual nos lleva a pensar que la solución para unas y otros debe ser la misma: la actuación oportuna en cada momento y lugar.

Transitando ya por el último tercio del 2013, es incuestionable que nos encontramos en las postrimerías de un ciclo económico depresivo cuyo cambio de tendencia parece apuntar corto, aunque esta distancia sea imposible precisar pues todavía los indicadores socioeconómicos presentan de forma mayoritaria ciertos datos negativos que logran enturbiar la visión futura. Así las cosas, tomar decisiones puede parecer harto dificultoso a no ser que descubramos cual es el origen de nuestra equivocación y que no es otro que la tendencia a interpretar el futuro respecto del presente, es decir, mirar lejos con las gafas de cerca, lo que provoca que inevitablemente tengamos que esperar a que el futuro se acerque y sea casi presente para lograrlo interpretar. Este precisamente es el error, porque sin anticipar no habrá nunca nada que ganar.

Las mejores decisiones empresariales son las que se toman antes que los demás, pues llegar a obtener un buen puesto en la parrilla de salida es lo que permitirá contar con opciones de ganar la carrera cuando suene el pistoletazo inicial.

Ahora no hago otra cosa que trasladar persistentemente esto mismo a mis clientes, aunque la lógica del Business Coaching me dice que son ellos quienes deberán tomar convencidamente sus propias decisiones, pero siempre sin olvidar eso que como nadie el rey Elvis logró cantar… It´s now or never”.

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro