Líder-tiones… 7

Capitulo III – El relato de Davis

(viene de Líder-tiones… 6)… Tras la votación, era evidente que mi solitaria elección me obligaría a tener que explicar su motivo y así resultó cuando nº3 (el primero que significó su prejuicio hacia el acusado) me lo vino a preguntar, a lo que tuve que responder que no lo sabía, pues esa era la realidad. Desconocimiento convertido en paradoja, ya que el no saber era lo que me aconsejaba utilizar la duda como argumento para averiguar. Pero la duda “razonable”, aquella que el juez nos quiso señalar como vehículo reflexivo para la búsqueda de la claridad y antídoto prudente contra cualquier equivocada decisión penal. Sin solución de continuidad, tuve que contestar igual a otras dos mismas cuestiones ante la insistencia absurda de quienes buscaban en mí argumentar algo que en ese momento yo no les podía dar, porque conjeturar sin ninguna seguridad sobre lo dicho conduce directo al descrédito y a fracasar en todo intento de defender cualquier posición personal.

Así, fue mi pertinaz defensa sobre la duda como elemento de prudencia al enjuiciar lo que llevó a nº7 a manifestarme su seguridad sobre la culpabilidad del muchacho, opinión que aseguró nunca le haría cambiar. Demasiado pronto, porque aquel era el punto al que yo no quería llegar, ni con nº7 ni con los demás. Considerar que yo pretendía hacerles rectificar llevaría a negar el dialogo y por tanto a frenar cualquier posibilidad de caminar hacia la unanimidad. Por eso tuve que esquivar un enfrentamiento directo y me empeñé en destacar que yo no intentaba convencerle, sino evitar cualquier precipitación que nos llevase a cometer un error fatal.

Era muy evidente que nº7 tenía prisa por acabar y apagar el fuego de una entrada que le quemaba en el bolsillo y que no parecía dispuesto a desaprovechar. Desde luego me pareció una gran insensatez el comprar una localidad sin considerar que en algo más importante tenía comprometida, durante ese día, toda su responsabilidad. Por todo, era indudable que nº7 votaría lo que primero le ofreciese la libertad y en ese sentido su decisión semejaba a una mina que podría estallar en cualquier instante, aun sin llegarla a tocar. Por ello, quise hacerle notar que todavía disponíamos de tiempo suficiente para dialogar sin comprometer su asistencia al evento deportivo que ansiaba presenciar… (continuará en Líder-tiones… 8).

Líder-tiones… 6

Capítulo III – El relato de Davis

(viene de Líder-tiones… 5)… El Presidente de un jurado es un cargo elegido para el que no se precisa una titulación especial, por lo que su cometido puede o no ser desarrollado con efectividad en función de la idiosincrasia y las competencias de cada cual. Es verdad que yo no conocía a nº1, pero hay detalles que retratan a las personas aun antes de que estas se pongan a hablar. El aspecto es uno de ellos y que sea apropiado al momento y la situación, no siendo determinante, si es conveniente pues hace encajar sin innecesarias especulaciones a la persona con lo que de ella se espera, ahorrando explicaciones previas sobre su adecuación y capacidad. En nuestro caso, me pareció que un Presidente no se debía presentar ataviado con un polo deportivo de piqué al que acompañaba una corbata mal anudada que pretendía aparentar formalidad. No obstante, tampoco podía traicionar mi criterio sobre la prudencia que debe acompañar a una primera impresión y a este prejuicio (y al Presidente) le tendría que conceder la oportunidad de poderlo contrastar.

La votación se celebró a mano alzada y tras ella pude confirmar que se habían cumplido mis peores temores, al ser el único en levantar la mía para apoyar un “no culpable” en cuya esforzada defensa ya no albergaba duda que pronto me debería ocupar. Además nadie dio crédito a lo sucedido al votar, pues todos parece estaban convencidos de que triunfaría una unanimidad que finiquiraría el juicio y por tanto nos posibilitaría marchar. Así las cosas ya me había granjeado la enemistad popular y nº10, cuestionando sin ningún derecho ni razón el signo de mi votación, fue el primer encargado en hacérmelo notar.

Bajo aquella situación de suspensa confusión, nº7, un tipo extravagante y maleducado que solo estaba pendiente de llegar a un partido de beisbol, me preguntó con cierta ironía sobre como continuar, a lo que no pude por menos que contestar con el principal motivo que nos había congregado en aquella sala del Tribunal: tendríamos que hablar. Si, dialogar como principal herramienta para contrastar opiniones, analizarlas y tratar de llegar a un consenso, algo que además en nuestro caso era pura necesidad. Dialogar para encontrar la verdad. Dialogar para absolver o condenar. Dialogar porque una vida pendía del fino hilván de nuestra voluntad… (continuará en Líder-tiones… 7).