Líder-tiones… 5

Cápítulo III – El relato de Davis

(viene de Líder-tiones… 4)… Al fin nº1, que era el Presidente, comenzó a ejercer su función como organizador y nos convocó a sentar en el orden que marcaba el número asignado a cada cual en el juicio y que, al desconocer nuestros nombres, era el que habíamos usado desde el inicio para podernos citar. Esta aséptica regla pretendía eludir innecesarias familiaridades y garantizar un anonimato que alejase cualquier tentación irrespetuosa de alusión personal. Pues bien, ante lo adecuado de ocupar la mesa siguiendo la numeración establecida, nº10, el mismo jurado que antes se quiso burlar, ahora se manifestaba contrario y sin más, algo por otra parte muy habitual y propio de quienes ejercen una oposición sistemática a cualquier propuesta o directriz con independencia de su idoneidad, por el solo hecho de enfrentarse a la autoridad y sin otro criterio que el de significarse ante los demás.

Tan ensimismado me encontraba en analizar aquello que debíamos juzgar y a quienes lo debían enjuiciar que el Presidente tuvo que reclamarme a la mesa, que se hallaba ya ocupada para comenzar. Nada más sentarme, de nuevo fue nº10 quien quiso hablar, pronunciando un comentario acusador dirigido a la supuesta baja clase social del procesado, lo que me advirtió que los prejuicios condicionantes podrían estar instalados en más jurados de los que al principio llegué a sospechar. Era evidente que, en aquella peligrosa situación, no sería nada fácil encontrar la ecuanimidad.

En tanto, salió del aseo el jurado que faltaba, por lo que ya pudimos empezar. Se trataba de un hombre enjuto y de avanzada edad que mostró gran amabilidad al excusarse por su tardanza ante la recriminación poco afortunada de aquel singular Presidente que a sus canas no quiso respetar. Al instante y por un golpe de intuición que ahora no sabría bien explicar, me pareció que quizás no todos comulgasen de un mismo ideal, aunque para saberlo es claro que primero deberíamos votar. Y esto mismo es lo que propuso el Presidente, quien de nuevo y con espíritu moderador nos vino a recordar las normas y en especial que la vida de una persona pendía de nuestra voluntad y que la decisión final debería alcanzarse por unanimidad. Este punto tranquilizaba mi responsabilidad, pues no votaría culpable aun no estando seguro de la inocencia del muchacho, quizás lo contrario del criterio de los demás… (continuará en Líder-tiones…6)

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