¡La música para el cine es la “clásica” actual!

Una vez más visita Valencia la “Film Symphony Orchestra” con un programa centrado en la música para el cine y sin fallar, una vez más agota las entradas, lo que no consigue casi ninguna otra formación del panorama clásico orquestal.

¿Cómo explicar este imparable fenómeno, que sin duda es ajeno al valor de la interpretación musical? Pues es evidente que por el otro componente del atractivo de un concierto y son las obras a programar. La música para el cine apasiona como ninguna otra en la actualidad, llevada por la fama de las películas, sí, pero también por su indiscutible calidad. Nadie podrá negar que las composiciones escritas para las bandas sonoras de “Lo que el viento se llevó” (Steiner), “Cantando bajo la lluvia” (Freed, Brown y Hayton), “Vértigo” (Herrmann), “Lawrence de Arabia” (Jarre), “El Padrino” (Rota), “La guerra de las galaxias” (Williams), “Blade Runner” (Vangelis), “Memorias de África” (Barry), “La misión” (Morricone), “West Side Story” (Bernstein), “El señor de los anillos” (Shore) y muchísimas más, responden tanto al indiscutible talento musical de sus autores como a su orientación al espectador, algo que olvidaron los compositores de la “clásica” del siglo XX y así les va.

El caso que mejor conozco de excelencia musical en el cine es el de la soberbia banda sonora de Bernard Herrmann para “Vértigo” (A. Hitchcock-1958), que aparece en “De entre los vivos” (https://www.amazon.es/entre-vivos-Antonio-Alonso-Sampedro/dp/B0BC6DNFC8/), mi libro sobre el cineasta más universal. De raíces inequívocamente wagnerianas (el tema de amor en especial), la complejidad de esta partitura sinfónica no obsta para que todos sus pasajes se muestren cristalinos y encajen a la perfección en las hipnóticas imágenes de esta cumbre del séptimo arte, consiguiendo lo que pretende y es hacernos partícipes irredentos de una historia de amor fatal. Lo que tiene lugar en la escena circular del beso de Scottie y Judy (en el apartamento de esta cuando aparece convertida en Madeleine), es de una magia tal que siempre (SIEMPRE) me hace llorar y eso es a lo máximo que puede aspirar el arte, según nos mostró Stendhal. Sin la música celestial de Herrmann, “Vértigo” sería una de las mejores películas de la historia del cine, pero con su contribución es la mejor, para quien esto escribe y para tantos otros más.

Soy consciente del rechazo que muchos melómanos muestran hacia estos conciertos de música para el cine (quizás por su extravagante espectacularidad, tan alejada del código habitual), pero desde hace casi cien años, ninguna composición orquestal puede competir en aceptación con la música para el cine, la “clásica” de la contemporánea actualidad…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro

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